Karen Armstrong
Tusquets, 2009. (Edición original: 1991)
ISBN: 978-84-8383-055-0
370 pág.
9,95 euros
Traducción: Victoria Ordóñez
Ilya U. Topper
Si usted quiere saber cómo los musulmanes devotos ven a Mahoma, éste es el libro que busca. La escritora británica Karen Armstrong (Worcestershire 1944) ha compuesto una obra en la línea de las clásicas biografias islámicas: una enardecida y entregada defensa de la persona biografiada, cálida y llena de detalles humanos. Su conocimiento de las escrituras musulmanas medievales se intuye amplio y riguroso; numerosas notas finales remiten a las fuentes utilizadas y un largo índice onomástico permite usar este libro como un manual de consulta. Nada que objetar.
Nada que objetar, digo, si usted quiere leer una hagiografía. Porque esto es el libro: da por bueno todo lo que los autores musulmanes de los siglos VIII, IX o X han afirmado respecto a Mahoma y trata sus relatos como si fueran testimonios históricos fidedignos. Lo que obliga a piruetas extrañas: la autora explica primero que el episodio en el que dos ángeles abren el pecho al niño Mahoma para limpiarle el corazón representa la preparación simbólica del profeta para su posterior misión y es “similar a las leyendas iniciáticas de otras culturas”. En la siguiente frase nos encontramos con que la madrastra de Mahoma se asustó tanto con el suceso que envió al crío de vuelta a La Meca. ¿Debe el lector creer, pues, que aquel suceso tuvo lugar?
Pero no sólo los detalles, sino todo el marco histórico está basado únicamente en las tradiciones devotas islámicas: Armstrong acepta la visión islámica de la Yahilía, es decir la época preislámica, y pinta una sociedad amoral, machista, capitalista e ignorante que sólo esperaba a Mahoma para ser llevada hacia la ética, la civilización, la igualdad social y el respeto a las mujeres. Asegura que casi toda La Meca era analfabeta pero no se sorprende cuando uno de los enemigos de Mahoma se convierte porque sorprende a su hermana leyendo un fragmento coránico. ¿En qué quedamos? ¿Realmente las mujeres estaban tan despreciadas, si la patrona y esposa de Mahoma, Jadiya, era una poderosa comerciante?
Armstrong justifica la instauración de la poligamia, limitada a cuatro mujeres, por razones históricas: la revelación del versículo en cuestión tuvo lugar poco después de la batalla perdida de Uhud y su finalidad era ofrecer un hogar a las numerosas viudas con sus huérfanos. En la página siguiente asegura que la poligamia era totalmente habitual en la Arabia pagana y el verso coránico no hizo otra cosa que restringirla a un máximo de cuatro esposas. Ambas explicaciones son habituales en la literatura teológica islámica, pero es obvio que son mutuamente excluyentes.
Por supuesto, Armstrong no es la única autora occidental que reproduce a ciegas la teología islámica en un campo en el que se hubiera esperado historiografia. Generaciones de celebrados arabistas europeos han difundido este modelo y han silenciado las voces disidentes, dando ejemplo, así, a las corrientes más conservadoras en el proio mundo islámico, que han hecho lo propio. Ser mal de muchos aquí no es consuelo sino que tiene otro nombre: epidemia.
Si usted quiere saber cómo los musulmanes devotos ven a Mahoma, éste es el libro que busca. La escritora británica Karen Armstrong (Worcestershire 1944) ha compuesto una obra en la línea de las clásicas biografias islámicas: una enardecida y entregada defensa de la persona biografiada, cálida y llena de detalles humanos. Su conocimiento de las escrituras musulmanas medievales se intuye amplio y riguroso; numerosas notas finales remiten a las fuentes utilizadas y un largo índice onomástico permite usar este libro como un manual de consulta. Nada que objetar.
Nada que objetar, digo, si usted quiere leer una hagiografía. Porque esto es el libro: da por bueno todo lo que los autores musulmanes de los siglos VIII, IX o X han afirmado respecto a Mahoma y trata sus relatos como si fueran testimonios históricos fidedignos. Lo que obliga a piruetas extrañas: la autora explica primero que el episodio en el que dos ángeles abren el pecho al niño Mahoma para limpiarle el corazón representa la preparación simbólica del profeta para su posterior misión y es “similar a las leyendas iniciáticas de otras culturas”. En la siguiente frase nos encontramos con que la madrastra de Mahoma se asustó tanto con el suceso que envió al crío de vuelta a La Meca. ¿Debe el lector creer, pues, que aquel suceso tuvo lugar?
Pero no sólo los detalles, sino todo el marco histórico está basado únicamente en las tradiciones devotas islámicas: Armstrong acepta la visión islámica de la Yahilía, es decir la época preislámica, y pinta una sociedad amoral, machista, capitalista e ignorante que sólo esperaba a Mahoma para ser llevada hacia la ética, la civilización, la igualdad social y el respeto a las mujeres. Asegura que casi toda La Meca era analfabeta pero no se sorprende cuando uno de los enemigos de Mahoma se convierte porque sorprende a su hermana leyendo un fragmento coránico. ¿En qué quedamos? ¿Realmente las mujeres estaban tan despreciadas, si la patrona y esposa de Mahoma, Jadiya, era una poderosa comerciante?
Armstrong justifica la instauración de la poligamia, limitada a cuatro mujeres, por razones históricas: la revelación del versículo en cuestión tuvo lugar poco después de la batalla perdida de Uhud y su finalidad era ofrecer un hogar a las numerosas viudas con sus huérfanos. En la página siguiente asegura que la poligamia era totalmente habitual en la Arabia pagana y el verso coránico no hizo otra cosa que restringirla a un máximo de cuatro esposas. Ambas explicaciones son habituales en la literatura teológica islámica, pero es obvio que son mutuamente excluyentes.
Por supuesto, Armstrong no es la única autora occidental que reproduce a ciegas la teología islámica en un campo en el que se hubiera esperado historiografia. Generaciones de celebrados arabistas europeos han difundido este modelo y han silenciado las voces disidentes, dando ejemplo, así, a las corrientes más conservadoras en el proio mundo islámico, que han hecho lo propio. Ser mal de muchos aquí no es consuelo sino que tiene otro nombre: epidemia.
Las biografias islámicas del profeta son tan fiables como los Evangelios o el Antiguo Testamento (algo que quizás suscribiría Karen Armstrong, ex monja católica). La diferencia es que desde inicios del siglo XX, los teólogos cristianos han aceptado que sus escrituras son sagradas pero no son crónicas. Falta por realizar la misma evolución intelectual en lo que respecta al islam y retomar el espíritu racional de los grandes arabistas Henri Lammens (1914), Rafael Cansinos Assens (1954), Günter Lüling (1974), Edouard-Marie Gallez (2005) y Emilio González Ferrín (2006). La editorial Tusquets, en todo caso, acierta en un detalle: publica esta obra en la colección a la que pertenece, Fábula.
1 comentario:
Tú también eres fabuloso, mi arma.
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