Luis Antonio de Villena
Editorial Visor, 2010
ISBN:978-84-9895-747-1
518 páginas
20 euros
Juan Carlos Sierra
De un tiempo a esta parte, es decir, desde la década de los noventa del pasado siglo, se viene observando un giro llamativo en la poesía española más joven. Si uno revisa el recorrido de algunos de los poetas actuales que empezaron a publicar en aquellos años, detectará evidentes diferencias entre sus primeros libros y los escritos ya en lo que llevamos de siglo XXI.
A bote pronto, se me vienen a la cabeza algunos nombres y algunos títulos; y también algunas preguntas. ¿Qué tiene que ver El invernadero, el primer poemario de Carlos Pardo, con su último título Echado a perder? ¿Qué une y qué separa a Septiembre o Manzanas amarillas, libros primerizos de Luis Muñoz en los años 90, con Querido silencio de 2006? ¿Qué distancia poética ha recorrido Juan Carlos Abril en diez años -entre 1997, año de publicación de Un intruso nos somete, y 2007 con Crisis?
Estos ejemplos, que podrían extenderse mucho más, sirven de botón de muestra de la tesis que pretende demostrar Luis Antonio de Villena en su reciente antología La inteligencia y el hacha (Un panorama de la Generación poética del 2000). Tesis que, en resumidas cuentas, sostiene que hasta ahora nadie –ni él mismo en anteriores aproximaciones a la poesía más joven- había dado carta de naturaleza a un nuevo tajo en la historia de la lírica española protagonizado por los nombres antes mencionados y por el resto de los incluidos en La inteligencia y el hacha. El corte del hacha en principio no es traumático ni conflictivo –rareza en las hasta ahora traumáticas y conflictivas relaciones poéticas entre generaciones colindantes- y se basa de forma preeminente en la sustitución de la emoción por la inteligencia en el artefacto poético. Esto es, del ‘realismo meditativo’ de la Generación del 80 –Luis García Montero, Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Vicente Gallego,…- al ‘poeta pensador’ de la Generación del 2000.
En este sentido, parece incurrir Luis Antonio de Villena en una contradicción al incluir en su antología a poetas como Isabel Pérez Montalbán, Pablo García Casado o Balbina Prior, que se encuentran a varios kilómetros de distancia poética de esa figura del ‘poeta filósofo’ que, según de Villena, representa a la nueva Generación del 2000. O puede que los tres últimos poetas supongan otro tipo de ruptura con respecto a la generación anterior que no cuadraría tanto con el título de la antología: existe el hacha, pero no la inteligencia –y con esto no queremos decir que no se trate de una poesía inteligente, sólo que del tajo emana sangre menos intelectual, menos hermética-. Podríamos afirmar que estamos ante una nueva introspección en la realidad, más comprometida, más directamente -¿ingenuamente?- combativa, más desnuda,… Una vuelta de tuerca, quizás, dentro del realismo meditativo de la Generación del 80.
Evidentemente, dentro de los ejes dominantes –básicamente los dos antes mencionados- cada poeta de los antologados posee la suficiente personalidad poética para singularizarse a día de hoy del resto y, como es lógico, para esperar en el futuro un buen número de figuras destacadas que al final acabarán estudiándose en los manuales de historia de la literatura de, pongamos por caso, el año 2040. Como uno no sabe si llegará a esas fechas, no me queda más remedio que hacer mi apuesta hoy: Luis Muñoz, Juan Antonio González Iglesias, Carlos Pardo, Elena Medel,…
Y como “Toda antología constituye un error”, según afirma Francisco Ribes en su antología de 1963 Poesía última, admito los fallos de mi pronóstico y quizá a la antología de Luis Antonio de Villena habría que reprocharle amistosamente algunas ausencias y alguna que otra presencia. ¿Ubi sunt, por ejemplo, Abraham Gragera o Martín López Vega?
En fin, el tiempo nos pondrá a todos en nuestro lugar.
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