15 septiembre 2010

Coral y escolar


El infierno y la brisa


José María Vaz de Soto

Algaida 2010

ISBN: 978-84-9877-439-9

384 páginas

12 euros







Jesús Cotta
José María Vaz de Soto ha sido profesor de literatura española y eso se nota en este libro: puedo certificar como profesor que el autor sabe de qué está hablando cuando refleja tan magistralmente las relaciones entre alumnos, y entre estos y los profesores, y entre estos y los padres. Además ha sido profesor en el instituto donde también yo lo soy, en el Martínez Montañés, de Sevilla, así que es para mí todo un honor haber seguido, aunque sea por el camino burocrático, sus pasos.
Esta novela ha sido reeditada varias veces y llevada al cine bajo el título de ¡Arriba, Hazaña!  por José María Gutiérrez en 1978. Y es curioso que, a pesar de que remite a una época muy concreta y ya pasada, sigue pareciendo igualmente interesante, porque lo importante en ella no es el detalle histórico, sino el detalle humano con que los personajes se desenvuelven en el ambiente escolar descrito por el libro.
Los que tenemos cuarenta y dos años apenas vivimos esa época en que los que podían, porque tenían dinero o porque les daban una beca, enviaban a los niños a estudiar a un internado.
Si los colegios tienen algo de servicio militar, aquellos internados lo tenían casi todo, quizá porque eso es lo que querían los padres o quizá porque no había otra manera de mantener orden entre tanta chiquillería o porque aún no había hecho mella aquello de Hey, teacher, leave de the kids alone.
El de esta novela está descrito al detalle a través de muchas voces y puntos de vista. La novela está compuesta de monólogos de diferentes personajes, de redacciones de alumnos, de diálogos dramáticos… que la convierten en coral y variopinta, aunque transcurre casi toda en el colegio.
Hay pasajes conmovedores, como del niño que, acordándose de su madre, se retira al cuarto de baño a llorar y, para que no se note que ha llorado, no se le ocurre otra cosa que salir del baño bostezando. Y muchas veces tiene uno la impresión de que el autor ha puesto mucho de su corazón y de sus recuerdos en la novela. Y quizá eso sea lo que la convierte en tan verosímil e interesante.
De entre todas las voces, la más conseguida y encantadora es para mí la de Lamberto, que es locuaz y transparente y refleja muy bien el mundo adolescente de su época. Y el mundo rural de Martín es todo un canto a la libertad y la naturaleza que suscribo de pe a pa.
El autor no cae en el prejuicio de dividir el mundo entre buenos y malos y, aunque los profesores salen en general peor parados que los alumnos, en todos hay de todo, como en la vida misma. Y si el alumno lo pasa mal a veces en las clases, el profesor también tiene sus riesgos y miedos, como magistralmente refleja el autor.
Otro mérito del autor es que cada personaje escribe y se expresa con su estilo y, lo que es más importante, actúa como quien es, sin que el autor lo mueva con hilos invisibles. Los personajes están tan vivos, que parecen recogidos a veces de un documental.
El libro desasosiega un poco, sobre todo a quienes no lo hemos pasado bien en los colegios por culpa, más que de los profesores, de nuestro carácter y de algunos compañeros con los que el Estado nos obligaba a pasar las mejores horas y días de nuestra vida.
Leyendo este libro, uno detecta tanto los aciertos como los errores de la pedagogía del pasado y se da cuenta de que ni la mano dura ni la mano blanda sirven, porque la mano dura aplasta o provoca una respuesta violenta, mientras que la mano blanda concede impunidad. Lo malo es que el término medio seguimos buscándolo.
En fin, este es un libro que ahonda en los recuerdos, seguramente muchísimos del propio autor, en los corazones, en los anhelos de los jóvenes, en los miedos, en los prejucios y en las esperanzas. Y todo escrito con variedad y calidad de estilo. 

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