Me
apasiona la música, el cine y la literatura de lo que una vez fue Yugoslavia y
ahora son media docena de pequeñas repúblicas que aún intentan recuperarse de
la última gran matanza europea, uno de esos territorios -como Polonia e
Irlanda, por ejemplo- condenados a generar más historia de la pueden absorber y
a producir un buen número de grandes artistas ligados fatalmente a su tierra
natal. Sin poseer un conocimiento enciclopédico de la literatura balcánica,
sólo en las últimas décadas tendríamos que citar al bosnio Aleksandar Hemon
(autor de novelas tan divertidas y desoladoras como El hombre de ninguna parte
o Amor y obstáculos) o al extraordinario dueto formado por esos malabaristas
del lenguaje que fueron el borgiano Milorad Pavic (Diccionario Jázaro) y el también
experimental y extraordinario Goran Petrovic (Atlas descrito por el cielo).
Todos ellos herederos de la épica tanto de Ivo Andric, autor de la monumental
Un puente sobre el Drina, o hijos bastardos del formidable Danilo Kîs, uno
de los más grandes narradores del siglo XX (si no han leído aún Circo familiar o
la Enciclopedia de los muertos no saben lo que se pierden), una (no tanto)
nueva generación de autores balcánicos fronterizos con crisis de identidad
natal evidente siguen aterrizando en las bateas. Ahora vamos a hablar de otros
dos grandes creadores que acaban de desembarcar en nuestras librerías: el
croata Miljenko Jergovic y el serbio Svetislav Basara. Con ellos vamos, pues.
Lírica
fronteriza
Freelander
Miljenko Jergovic
Siruela, 2012
ISBN:
978-84-9841-665-7
172 páginas
18, 95 €
Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek
Del
croata Miljenko Jergovic nos llega Freelander, novela corta que demuestra una
vez más que el impacto que puede provocar una obra no depende del número de
páginas. Nos encontramos en Croacia. La guerra -que tan bien nos han mostrado
los cineastas yugoslavos como Danis Tanovic (En tierra de nadie), Emir
Kusturica (Underground), Milcho Manchevski (Antes de la lluvia)- ha terminado.
El profesor Adum, jubilado y viudo que espera pacientemente su muerte, sólo
habla con el cartero, que un día le trae el aviso que uno de sus tíos,
centenario, acaba de morir en Sarajevo y se le reclama para la lectura del
testamento. Sin nada mejor que hacer (pero sólo después de conseguir un
pistola) sube a su viejo coche y emprende el viaje. El trayecto no dura
demasiado, pero sí lo suficiente para que se le revele al lector la nostalgia
que siente por la ausencia de su esposa (y los remordimientos que siente por no
haberla tratado mejor mientras vivía) y una vida unida inexorablemente a las
vicisitudes de su país, desde su nacimiento en plena Segunda Guerra Mundial, en
una Croacia bajo el régimen fascista y genocida de los Ustacha de Ante Palevic,
aliado de Hitler, a lo que siguió la larga, gris y burocrática Era de Tito, al final
de la cual Yugoslavia (que, paradójicamente, era uno de los países más prósperos
y de mejor nivel cultural de los situados tras el Telón de Acero) fue despedazada
y arruinada por el fanatismo religioso y nacionalista.
En
su viaje por Croacia (un país socavado por las fosas comunes en las que “los
croatas enterraban a sus vecinos serbios o los serbios habían enterrado a los
croatas”) y Bosnia nos muestra con maestría las cicatrices que ha dejado el
último conflicto en el alma de sus habitantes y paisajes gracias a una
escritura cruda, con imágenes tajantes y poderosas, en las que un partido de
fútbol local o el hallazgo de unos caballos agonizantes en una carretera se
convierten en sombríos símbolos de un presente en ruinas. La novela, sin
embargo, no resultaría tan memorable si no fuera por su conmovedor
protagonista, el anciano profesor Adum. Como sólo los grandes novelistas
hallan, Jergovic conquista al lector y consigue que se encariñe con él gracias,
en parte, a sus propios defectos y, sobre todo, a su enorme humanidad.
Juegos
sin fin
Peking
by Night
Svetislav Basara
Minúscula, 2012
ISBN:
978-84-9558-786-2
174 páginas
16, 50 €
Traducción de Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek
Peking
by Night es el segundo libro que nos llega del serbio Svetislav Basara tras una
novela inclasificable e iconoclasta, Guía de Mongolia (que, por cierto, entusiasmó a Vila-Matas). Se trata de un libro de relatos, aunque probablemente no se
parezca a ninguno que hayan leído antes, excepto tal vez los cuentos más experimentales
y subversivos de Cortázar (unos cuantos cronopios no habrían desentonado aquí).
Como los del argentino, no son narraciones tradicionales, con estructuras
previsibles y desenlaces lógicos: cada uno de ellos funciona como un campo de
pruebas en el que el hilo argumental (si lo hay) y se disuelve siempre de
manera imprevisible y con diversos grados de -creciente- delirio.
El
inicio es inmejorable: en "Crimen perfecto", el primer cuento del libro, a partir
de unos pocos elementos -una conversación, un reloj estropeado, una muerte-
construye una impactante reflexión sobre el tiempo y el destino (con curiosas
similitudes con el famoso capítulo acerca del origen del Dr. Manhattan de
Watchmen). Después, la imaginación de Basara se dispara en todas direcciones:
nos describe las últimas reflexiones de alguien que está cayendo desde la torre
Eiffel ("Historia de una caída"), se burla despiadadamente de los tópicos de la
novela detectivesca ("El maravilloso mundo de Agatha Christie"), narra una fiesta
que oscila entre la tragedia y la farsa surrealista ("Guateque fatal"), una
llamada de teléfono de Dios ("Perdido en el supermercado") o una carrera
interminable y onírica de unos personajes bastante disparatados que no se
olvidan de posar, finalmente, para los lectores, escribe un relato y, a
continuación, una reseña hostil. Y como en el caso de Cortázar, cada uno de los
veintidós relatos de este libro es una pequeña obra maestra llena de humor y
fantasía: sólo es necesario entrar en el atrevido juego que nos propone Basara.
¿Se atreven?
3 comentarios:
Muy interesante reseña. Gracias! Yo también soy aficionado a las literaturas "yugoslavas", así que leeré Pekin by night, que creo te convenció más que la del croata. Te recomiendo a otros tres escritores, muy diferentes entre sí: Aleksandar Tisma, Branimir Scepanovic y Vladan Matijevic.
Me gustaron mucho los dos libros. No tienen nada que ver, pero ambos son, a su modo, excelentes.
No conocía a los dos últimos que citas. ¡Gracias por la recomendación!
Añado a las recomendaciones a Igor Stiks, y a los maestros Krleza y Ugresic, mi adorada maestra.
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