El caso de dos condenados por la cara
Braulio García Jaén
Seix Barral, 2010
ISBN: 978-84-322-0915-4
382 páginas
19 €
Carolina León
De esa desvirtuada rama de los libros de investigación periodística viene a caer este Justicia poética, que primero se publicó en Argentina (como parte del Premio Crónicas de Periodismo que otorgan Seix Barral y la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, otorgado a este proyecto en 2007) y ahora aparece en España. Su hábitat, por otro lado, natural, pues el caso de la injusticia (nada poética) cometida sobre dos personas que, en 1991, fueron acusadas "por la cara", literalmente, por una serie de asaltos y violaciones en las provincias de Tarragona, Barcelona y Lleida, de los cuales uno (Abderrazak Mounib) murió cumpliendo condena y otro (Ahmed Tommouhi) salió hace apenas unos meses de la cárcel, después de quince años y una gran cantidad de pruebas que desmentían las condenas en su contra, tiene una serie de implicaciones sensibles en cualquier ámbito, pero toca aquí mucho más de cerca.
Básicamente, algunas de aquellas víctimas de los asaltos de 1991 señalaron en ruedas de reconocimiento a estos dos hombres, "por la cara", cuando ningún otro indicio (ropas, análisis, utilización del tiempo, ¡ni siquiera se conocían personalmente!) los incriminaba. El asunto del libro es ése: qué cúmulo de circunstancias y decisiones, que van de lo policial a lo político, tuvieron en la cárcel a estas dos personas sin poderse demostrar su participación en los crímenes. Algo demasiado habitual, me diréis, como habitual es saber de desvíos de fondos o palizas intra-matrimoniales: el periodista tiene la obligación, entre otras cosas, de evitar el anestesiamiento. El caso de Mounib y Tommouhi es un caso largo, complicadísimo, eternizado durante casi veinte años, en los cuales ha pasado por momentos en los que adquiría cierta relevancia mediática (la solicitud de indulto que pasó de ministro a ministro, y nunca resuelta por López Aguilar), y otros en los que nadie se acordaba de estas dos personas. Lo que ha hecho Braulio García Jaén, como periodista, ha sido encararse con un alud de información (alrededor de 2004, cuando se enamora del caso y empieza a vislumbrar las posibilidades de una verdadera investigación en torno a él) e ir levantando capa tras capa de la verborrea jurisprudencial, para ir hacia un relato, propuesto como lo más verídico posible, de aquella acumulación de malas prácticas.
¿Por qué entramos a criticar este libro? Primero que nada, se trata de un hermoso ejemplar de ese género desacreditado. Donde antes el periodismo buscaba (alguna vez lo hizo) la verdad, ahora prima la noticia, aquello que ayude a distribuir un mayor número de ejemplares. García Jaén decidió salirse de la espiral de la urgencia y las redacciones que todo lo necesitan para ayer y se enfangó hasta los codos con las actas, los sumarios, y las sentencias que tuvieron a Mounib y Tommouhi por culpables cuando no lo eran.
El periodista ha tomado un sendero retorcido, sinuoso, que pasa por recorrer todos los escenarios, los pueblos, los descampados que fueron testigo de las violaciones, y entrevistar a todas las personas involucradas (las víctimas, pocas, que quisieron hablar, los abogados, muchos, los jueces, pocos, algunos políticos, los condenados y los ciudadanos que se sintieron involucrados y pasaron a la acción solicitando clarividencia), para ir desentrañando lo que comienza con una relación de "hechos consumados". Ni él ni nosotros sabemos lo que es "la verdad", pero apuesta por una muy necesaria expulsión del cinismo, la ambigüedad y la pereza en su profesión y desentraña, paso a paso, una historia que es su propia historia.
Su propia historia al respecto de esta historia, la de Mounib y Tommouhi. Quizá, la única manera de contar una historia como ésta.
Pero tan importante como ese enfoque es, a mi parecer, el trabajo de reflexión epistemológica y metalingüística que lleva a cabo en sus páginas. Para poder dar cuenta de los errores (las omisiones, también) recurrentes, ladinos y consumados que configuraron este caso, Jaén se ve obligado a estudiar palabra a palabra algunas de las piezas que componen el maquiavélico puzzle. En la redacción de este Justicia poética mucho más que decir Kafka o ... ... que algunos de sus protagonistas; la inmanencia de los qué y cómos y quiénes particulares es sublimada por medio de un trabajo conciso y trascendente sobre la relación del lenguaje con la realidad.
El único "pero" que se le puede poner a Justicia poética es la pérdida de interés de algunos de los capítulos: en su afán por recorrer absolutamente todas las parcelas de este laberinto, algunas páginas resultan excesivamente detallistas, pero en definitivia García Jaén hubo de decidir entre ser justo hasta el final o continuar con la ristra de medias tintas que ha acompañado a este caso. En el transcurso de sus 380 páginas, salvo momentos en los que quizá el autor rebajó un poco su atención, este joven gaditano demuestra que lleva dentro un escritor como la copa de un pino.
Básicamente, algunas de aquellas víctimas de los asaltos de 1991 señalaron en ruedas de reconocimiento a estos dos hombres, "por la cara", cuando ningún otro indicio (ropas, análisis, utilización del tiempo, ¡ni siquiera se conocían personalmente!) los incriminaba. El asunto del libro es ése: qué cúmulo de circunstancias y decisiones, que van de lo policial a lo político, tuvieron en la cárcel a estas dos personas sin poderse demostrar su participación en los crímenes. Algo demasiado habitual, me diréis, como habitual es saber de desvíos de fondos o palizas intra-matrimoniales: el periodista tiene la obligación, entre otras cosas, de evitar el anestesiamiento. El caso de Mounib y Tommouhi es un caso largo, complicadísimo, eternizado durante casi veinte años, en los cuales ha pasado por momentos en los que adquiría cierta relevancia mediática (la solicitud de indulto que pasó de ministro a ministro, y nunca resuelta por López Aguilar), y otros en los que nadie se acordaba de estas dos personas. Lo que ha hecho Braulio García Jaén, como periodista, ha sido encararse con un alud de información (alrededor de 2004, cuando se enamora del caso y empieza a vislumbrar las posibilidades de una verdadera investigación en torno a él) e ir levantando capa tras capa de la verborrea jurisprudencial, para ir hacia un relato, propuesto como lo más verídico posible, de aquella acumulación de malas prácticas.
¿Por qué entramos a criticar este libro? Primero que nada, se trata de un hermoso ejemplar de ese género desacreditado. Donde antes el periodismo buscaba (alguna vez lo hizo) la verdad, ahora prima la noticia, aquello que ayude a distribuir un mayor número de ejemplares. García Jaén decidió salirse de la espiral de la urgencia y las redacciones que todo lo necesitan para ayer y se enfangó hasta los codos con las actas, los sumarios, y las sentencias que tuvieron a Mounib y Tommouhi por culpables cuando no lo eran.
El periodista ha tomado un sendero retorcido, sinuoso, que pasa por recorrer todos los escenarios, los pueblos, los descampados que fueron testigo de las violaciones, y entrevistar a todas las personas involucradas (las víctimas, pocas, que quisieron hablar, los abogados, muchos, los jueces, pocos, algunos políticos, los condenados y los ciudadanos que se sintieron involucrados y pasaron a la acción solicitando clarividencia), para ir desentrañando lo que comienza con una relación de "hechos consumados". Ni él ni nosotros sabemos lo que es "la verdad", pero apuesta por una muy necesaria expulsión del cinismo, la ambigüedad y la pereza en su profesión y desentraña, paso a paso, una historia que es su propia historia.
Su propia historia al respecto de esta historia, la de Mounib y Tommouhi. Quizá, la única manera de contar una historia como ésta.
Pero tan importante como ese enfoque es, a mi parecer, el trabajo de reflexión epistemológica y metalingüística que lleva a cabo en sus páginas. Para poder dar cuenta de los errores (las omisiones, también) recurrentes, ladinos y consumados que configuraron este caso, Jaén se ve obligado a estudiar palabra a palabra algunas de las piezas que componen el maquiavélico puzzle. En la redacción de este Justicia poética mucho más que decir Kafka o ... ... que algunos de sus protagonistas; la inmanencia de los qué y cómos y quiénes particulares es sublimada por medio de un trabajo conciso y trascendente sobre la relación del lenguaje con la realidad.
El único "pero" que se le puede poner a Justicia poética es la pérdida de interés de algunos de los capítulos: en su afán por recorrer absolutamente todas las parcelas de este laberinto, algunas páginas resultan excesivamente detallistas, pero en definitivia García Jaén hubo de decidir entre ser justo hasta el final o continuar con la ristra de medias tintas que ha acompañado a este caso. En el transcurso de sus 380 páginas, salvo momentos en los que quizá el autor rebajó un poco su atención, este joven gaditano demuestra que lleva dentro un escritor como la copa de un pino.
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