08 mayo 2013

París bien vale una fiesta


Sobre París

Ernest Hemingway

Elba, 2012

ISBN: 978-84-939902-2-0

166 páginas

14 €

Prólogo y traducción de Clara Pastor



José María Moraga

Los Grandes también anduvieron en zapatillas, y es una corriente fácil de constatar la recuperación por parte de editoriales pequeñas de obras menores de autores mayores. Así, las mesas de librerías ofrecen hasta el último cuento de Proust, Melville, los rusos o -un favorito de esta arqueología literaria- F. Scott Fitzgerald. Todo esto está muy bien, y estas obritas, a menudo bien editadas y presentadas, no tan a menudo bien de precio, suponen una preciosa adición al catálogo de estos autores, pues ofrecen títulos difíciles de encontrar o directamente nunca antes aparecidos en España. Pero son obras menores, y aunque es de ley alabarlas en su justa medida, no suelen resistir la comparación con las obras “grandes” que hicieron famosos a los que las firmaron.

Tampoco lo pretenden. Es el caso de este Sobre París, título 'ad hoc' compuesto por la Editorial Elba a base de recopilar algunos de los artículos que Ernest Hemingway (1899-1961) escribió en la capital francesa entre 1922 y 1923, y que aparecieron publicados originalmente en el Toronto Star (en sus ediciones tanto diaria como dominical), periódico para el que el futuro Nobel de Illinois ejerció como corresponsal en Europa. ¿Qué ofrece este libro entonces? Algo desde luego no desdeñable: los primeros pasos de un Hemingway que todavía distaba mucho de ser el autor de éxito en que se convirtió, uno que redefinió la prosa en inglés del siglo XX: en 1923 Ernest Hemingway ni siquiera era aún un autor publicado.

El germen del estilo de Hemingway se halla presente en Sobre París (si bien confieso que nunca he leído los artículos originales en inglés), pulcro, seco, conciso; amigo de las frases breves que sin embargo encierran enormes cargas de profundidad humorísticas o que sugieren mucho más de lo que explicitan. Eso que los cursis dicen de que en la literatura de Hemingway lo que no se dice es más importante lo que se dice. Tan solo en la pieza “Visita de un veterano al antiguo frente”, en la que el Hemingway veterano condecorado de la Primera Guerra Mundial toma la palabra, se permite el periodista alguna veleidad descriptiva,  y tal vez también en “Un vuelo París-Estrasburgo”, crónica de un primitivo viaje en avión, medio que aún se encontraba en pañales en 1922. También encontramos en Sobre París el germen de algunos de los temas que hicieron universal a este escritor: la ya citada Primera Guerra, su obsesión por la vida nocturna (en especial la parisina), por el alcohol, por el precio de las cosas, su incipiente interés por el toreo y todo lo auténtico de la vida en general. Lo anterior resultará familiar al lector de Adiós a las armas (1929) o Fiesta (1929), por citar las dos novelas donde estos temas se hacen más patentes, que son además las que elevaron al autor al estrellato literario, dentro de aquella afamada Generación Perdida norteamericana que tantos lazos mantuvo con la Europa de entreguerras.

La cronología y la referencia al resto de la obra de Ernest Hemingway no es un adorno aquí: por ejemplo, en 1923 el escritor frecuentó al también norteamericano Ezra Pound, verdadero pope del Modernismo (entendido a la anglosajona), a fines de ese año apareció su primer libro Three Stories and Ten Poems y ya para el año 24 Hemingway era un fijo de la pomada parisina y se había hecho amigo de F. Scott Fitzgerald. Paralelamente, el último artículo de este volumen Sobre París, “Navidad en París”, está fechado el 22 de diciembre de 1923 y antes que una mera crónica constituye un sugerente y comedido relato más afín al famoso cuento de 1933 “Un lugar limpio y bien iluminado” que a otras piezas periodísticas aparecidas en esta recopilación, del tenor de “Clemenceau, políticamente muerto” o “Elecciones papales: entre bastidores”.

Por tanto, la lectura de los artículos de Hemingway para el Toronto Star puede arrojar una interesante luz sobre los inicios literarios del autor, además de constituir un deleite por sí mismos, es decir, la forma tiene mérito pero también lo tiene el contenido. Las piezas resultarán tanto más interesantes cuanto más interesado esté el lector en la geopolítica europea de entreguerras (todo aquello de Clemenceau, Poincaré, la Paz de Versalles, la ocupación de la cuenca del Rhur…). No obstante, aunque no seamos expertos en estas cuestiones, la prosa y el ojo del Hemingway reportero se posan en una suficiente diversidad de temas como para satisfacer a todos los paladares. Especialmente notables por lo divertidos son los artículos “Americanos bohemios en París” (que se abre con la frase “La escoria de Greenwich Village, Nueva York, ha sido espumada y depositada en grandes cantidades a la zona contigua al café de la Rotonde, en París”), “La música desenfrenada de las noches de París” y “La vida nocturna europea: una enfermedad” (en que se compara la vida nocturna de París, Berlín, Madrid y ¡Constantinopla!). Estos artículos cuentan, además, con el interés de ofrecer las opiniones y visiones tempranas de Hemingway acerca de una vida bohemia y noctámbula que volvería a hacer acto de presencia en su ficción (Fiesta) y en su no ficción (París era una fiesta, póstuma de 1964), placer que dejo valorar al lector pero que para mí ha resultado uno de los mayores alicientes de Sobre París.

Notorio es que, como recoge Clara Pastor en su conciso aunque informativo prólogo, “Hemingway se labró una reputación como fabulador, en el sentido de que exageraba tanto las experiencias vividas como su participación en los acontecimientos” (11). Estoy de acuerdo con la prologuista y traductora empero en que Sobre París no muestra esta tendencia de manera tan marcada, sino que más bien “las crónicas del joven Hemingway evidencian una voluntad de rigor y de precisión” (13), lo que a mi juicio no les impide dar cuenta de modo consciente e inconsciente de la infinita admiración que un Hemingway de veintidós años sentía por la cultura francesa y por París en particular. Todo un festín portátil, ¿no creen?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cualquier cosa nueva de Hemingway es bien recibida, ¡por tanto también esta reseña!