Roberto Enríquez
Caballo de Troya, 2010
ISBN: 978-84-96594-42-5
128 páginas
12,90 €
Daniel Ruiz García
La visibilidad social de los homosexuales y sus indudables conquistas en el terreno de la ocupación del espacio público han favorecido la generación de nuevas realidades urbanas, que poco a poco van incorporándose al panorama de la ficción como lugares propicios para el desarrollo de las tramas. Lugares con una fuerte carga semántica, con carácter, acordes con esa nueva realidad social en la que se desenvuelven los homosexuales, y que tiende a difuminar sus matices bajo la acaparadora denominación de “ambiente”. Entre los lugares de “ambiente”, uno de los más populares es el de las conocidas saunas, espacios de encuentro e intercambio sexual –aunque no sólo- que se han consolidado como un escenario habitual en las relaciones sociales de los homosexuales urbanos.
Es en una de estas saunas en la que se desarrolla la trama de Mansos. Una trama que podría definirse más bien como una peripecia, a partir de la que el autor, Roberto Enríquez (Bobpop en los ambientes mediáticos, ya que es colaborador de diversos medios en clave frívola), ha construido toda una visión del mundo, una toma de posición ante la realidad y sobre todo ante su propia condición de homosexual. Mateo, el protagonista, acaba arribando a una sauna después de una noche de desfase alcohólico. Tras pagar a un chulo y mantener relaciones sexuales con él, y cuando ya está decidido a marcharse para dar por finalizada la noche, descubre que su bolso, un exclusivo Hermes de piel anaranjada, ha desaparecido de su taquilla. Después de conseguir un móvil y marcar su número, escucha con estupor que su aparato está sonando en el interior de otra taquilla. Una taquilla cerrada, probablemente de otro cliente, y en el que también debe esconderse su bolso, con todas sus pertenencias, incluido el dinero y las tarjetas de crédito.
Es una novela que finalmente acaba sabiendo a poco, algo que se ve favorecido por su extensión –tiene sólo 114 páginas, y es por tanto una novela corta- y, sobre todo, por la fuerza expresiva de la voz narrativa, que es también la voz del protagonista. La novela tiene a mi juicio dos hallazgos fundamentales. Primero, el de la elección del espacio de la sauna como escenario sobre el que se construye de manera íntegra la trama. Un escenario que acaba resultando claustrofóbico, asfixiante, donde el tiempo parece detenerse. Hay una tensa sordidez en ese espacio, frente al que el lector heterosexual se posiciona poniéndose en guardia, porque es posible que se sienta ligeramente violento, sobre todo cuando la prosa de Roberto Enríquez se vuelve más explícita, aquellos pasajes en los que se describen los encuentros sexuales. Este espacio, muy bien recreado, es para mí el primer hallazgo de Mansos. El segundo está en el estilo. Un estilo de escritura con una fuerte personalidad, donde las frases cortas conviven con divagaciones cercanas al delirio, con un tono de verborrea incontenible, que evoca con bastante precisión el flujo de pensamiento del que sobrevive a una noche de intensa farra (quién no la ha tenido). Es un estilo con cadencia, que facilita la lectura fluida. Tiene buen flow, que dirían los amantes del hiphop.
Frente a estos logros, es oportuno también indicar alguna objeción. La principal, a mi juicio, tiene que ver con la trama: resulta demasiado escueta. Hubiera sido deseable una mayor complicación en lo que se cuenta, ya que al final la sensación que tenemos es que nos han contado una anécdota. Ya es importante, como dice la contraportada, que en una novela pase algo, pero nos queda la sensación de que podrían haber pasado muchas más cosas. El arranque, de hecho, y en cierto modo el tono, me ha recordado bastante a After Hours, esa pequeña gran joya cinematográfica de Martin Scorsese, en la que se narra la noche más disparatada de un joven por las calles de los barrios chungos de NY. La voz narrativa, las posibilidades del personaje, daban para mucho más. En todo caso, nos queda la duda de si el estilo desquiciado y libérrimo de esa voz narrativa sería capaz de mantener el aliento en una novela con más páginas. Es posible que el efecto brillante de la prosa perdiera lustre si se le diera más recorrido. Nunca vamos a saberlo, y tenemos que conformarnos con estas escasas 100 páginas que en todo caso perfilan a un autor bien dotado y bastante prometedor, que abre caminos en un espacio, el de la literatura de temática gay, escasamente transitado hasta la fecha
Es en una de estas saunas en la que se desarrolla la trama de Mansos. Una trama que podría definirse más bien como una peripecia, a partir de la que el autor, Roberto Enríquez (Bobpop en los ambientes mediáticos, ya que es colaborador de diversos medios en clave frívola), ha construido toda una visión del mundo, una toma de posición ante la realidad y sobre todo ante su propia condición de homosexual. Mateo, el protagonista, acaba arribando a una sauna después de una noche de desfase alcohólico. Tras pagar a un chulo y mantener relaciones sexuales con él, y cuando ya está decidido a marcharse para dar por finalizada la noche, descubre que su bolso, un exclusivo Hermes de piel anaranjada, ha desaparecido de su taquilla. Después de conseguir un móvil y marcar su número, escucha con estupor que su aparato está sonando en el interior de otra taquilla. Una taquilla cerrada, probablemente de otro cliente, y en el que también debe esconderse su bolso, con todas sus pertenencias, incluido el dinero y las tarjetas de crédito.
Es una novela que finalmente acaba sabiendo a poco, algo que se ve favorecido por su extensión –tiene sólo 114 páginas, y es por tanto una novela corta- y, sobre todo, por la fuerza expresiva de la voz narrativa, que es también la voz del protagonista. La novela tiene a mi juicio dos hallazgos fundamentales. Primero, el de la elección del espacio de la sauna como escenario sobre el que se construye de manera íntegra la trama. Un escenario que acaba resultando claustrofóbico, asfixiante, donde el tiempo parece detenerse. Hay una tensa sordidez en ese espacio, frente al que el lector heterosexual se posiciona poniéndose en guardia, porque es posible que se sienta ligeramente violento, sobre todo cuando la prosa de Roberto Enríquez se vuelve más explícita, aquellos pasajes en los que se describen los encuentros sexuales. Este espacio, muy bien recreado, es para mí el primer hallazgo de Mansos. El segundo está en el estilo. Un estilo de escritura con una fuerte personalidad, donde las frases cortas conviven con divagaciones cercanas al delirio, con un tono de verborrea incontenible, que evoca con bastante precisión el flujo de pensamiento del que sobrevive a una noche de intensa farra (quién no la ha tenido). Es un estilo con cadencia, que facilita la lectura fluida. Tiene buen flow, que dirían los amantes del hiphop.
Frente a estos logros, es oportuno también indicar alguna objeción. La principal, a mi juicio, tiene que ver con la trama: resulta demasiado escueta. Hubiera sido deseable una mayor complicación en lo que se cuenta, ya que al final la sensación que tenemos es que nos han contado una anécdota. Ya es importante, como dice la contraportada, que en una novela pase algo, pero nos queda la sensación de que podrían haber pasado muchas más cosas. El arranque, de hecho, y en cierto modo el tono, me ha recordado bastante a After Hours, esa pequeña gran joya cinematográfica de Martin Scorsese, en la que se narra la noche más disparatada de un joven por las calles de los barrios chungos de NY. La voz narrativa, las posibilidades del personaje, daban para mucho más. En todo caso, nos queda la duda de si el estilo desquiciado y libérrimo de esa voz narrativa sería capaz de mantener el aliento en una novela con más páginas. Es posible que el efecto brillante de la prosa perdiera lustre si se le diera más recorrido. Nunca vamos a saberlo, y tenemos que conformarnos con estas escasas 100 páginas que en todo caso perfilan a un autor bien dotado y bastante prometedor, que abre caminos en un espacio, el de la literatura de temática gay, escasamente transitado hasta la fecha
2 comentarios:
Muchas gracias.
La última gran novela gay es, a mi juicio, "Duelo en Marilyn City" (2003) de Eduardo Medicutti... una de vaqueros... ;)
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