Kirmen Uribe
Seix Barral
Premio Nacional de Narrativa
ISBN: 9788432212802
208 páginas
19 €
Jabo H. Pizarroso
Siento una inquieta confusión tras la lectura de esta novela de Kirmen Uribe. Y esta pegajosa confusión, lo aviso de antemano, puede derivar en una reseña larga, extensa, y con final de trayecto en un puerto tan confuso como este libro. He leído su traducción al castellano, la publicada por Seix Barral. Reconozco que no he entendido la novela que está escrita en este libro. Tampoco entiendo la novela que no está escrita, la que el autor pide que el lector invente y haga suya. Creo que es un libro fallido. Jon Kortazar habla de un nuevo canon en la literatura vasca a partir de este libro. “Una revolución tranquila”, he leído por ahí.
Una novela avalada por el Premio Nacional de Narrativa desgraciadamente no genera debate alguno, se asume sin más como intachable y sanseacabó. Pero si dejamos a un lado esto y nos centramos en el libro podemos encontrar pistas que expliquen: primero, ¿por qué un libro así está donde está?, y segundo, ¿por qué la literatura vasca ha tomado este camino?
El principal cometido de este libro se oculta tras un viaje del propio autor desde Bilbao a Nueva York para dar una conferencia sobre poesía. Ese viaje es un hilo de pita sobre el que quedan prendidas multitud de historias y recuerdos familiares que el propio autor ha ido anudando como cebos a ese hilo para buscar a su abuelo Liborio, para descubrir en qué ha quedado hoy el mundo de la pesca, para encontrar por qué es posible ser amigo en buena lid de alguien cuando las diferencias ideológicas quiebran la amistad o hacen peligrarla, léase historia de Arteta e Indalecio Prieto.
Liborio, el abuelo, y el padre del narrador, un pescador que vio olas de una altura de siete plantas en los mares de Escocia, que contaba a sus hijos que tenía otra familia y otros hijos en una isla, que pescaba como nadie, son la diana doble oculta tras esta historia. Existe desde el inicio del libro una búsqueda de la identidad muy marcada, algo que ocurre casi siempre en muchos autores vascos. Tiene su lógica. Kirmen Uribe narrador trata de hacer un repaso a la historia de su familia, a su pueblo y a la historia del Pais Vasco y de la España de los últimos cien años desde una narración sin conflictos de intensidad, desde una búsqueda que no traduce grandes cosas, pero que le permite ir reconociéndose en sus antepasados y llenando de proverbios y “consejas” inocentes su oficio como escritor y poeta hoy en día. Es una búsqueda de la identidad como narrador del propio Uribe desde la atalaya de un Pais Vasco blandito y bucólico.
Jon Kortázar ha dicho que este libro es un manifiesto, ¿en qué sentido? “Este libro es el manifiesto de la muerte de un tipo de literatura de autoficción”, ó “Este libro manifiesta que la metaliteratura fragmentaria está descompuesta y deja de ser literatura con este libro”, ó, “Este libro manifiesta que la literatura blanda-light será la literatura del mañana”. Digo todo esto y no digo nada, nada concluyente. Hasta Kirmen Uribe es consciente de este asunto en sus trasiegos metaliterarios a lo largo de esta novela cuando rescata unas palabras de David Foster Wallace poco tiempo antes de suicidarse. Foster Wallace dijo que toda literatura sin emoción no es nada. En este libro la emoción aparentemente sencilla, cuidada, es floja y susurrante, y es tan mínima como un kukuxumuxu que no besa nunca al lector. No pido mordiscos, solamente besos, en este caso, con eso me habría conformado.
Pero, esta novela puede que tenga un interés si cambiamos nuestra óptica, nuestra manera de enfrentarnos al libro. Puede resultar interesante como novela si tratamos de desentrañar el sentido último que posibilita la proliferación de huecos dentro de su estructura, las elipsis en la línea de la no-novela. Porque se trata de una novela hecha a partir de la secuencuación de los momentos no novelables de una novela, la novela que debe crear el lector, los momentos aburridos, los espacios silenciosos que nunca se cuentan, para contarlos tal y como son, en pleno apogeo del aburrimiento. Esa propuesta es elogiable. Y digo propuesta porque es solo propuesta. A mi me recuerda un poco, aunque nada tienen que ver, a las propuestas de silencio fílmico, de búsqueda de puntos de trama no dramáticos y siempre literales del cineasta Jaime Rosales. Pero esa posible novela no es la que ha querido escribir Kirmen Uribe y esa novela por eso no está escrita aquí.
Los peces y los árboles. “El barco sobre la mar/ y el caballo en la montaña”. Lorca fue a Nueva York a eso mismo, a cambiar sin saberlo el canon, él también vio el asesinato masivo de animales de granja para alimentar a una población deshumanizada. Ese retazo, ese homenaje a Lorca está en este libro pero de manera muy lejana, como una voz aquejada de tiempo y olvidada.
Los peces y los árboles. “El barco sobre la mar/ y el caballo en la montaña”. Lorca fue a Nueva York a eso mismo, a cambiar sin saberlo el canon, él también vio el asesinato masivo de animales de granja para alimentar a una población deshumanizada. Ese retazo, ese homenaje a Lorca está en este libro pero de manera muy lejana, como una voz aquejada de tiempo y olvidada.
Kirmen Uribe se enhebra y se encomienda a la tradición oral de la literatura vasca. Pero lo hace de forma light, dulzona, tratando de buscar un pasado y una memoria sin encontrar nada y al no encontrar nada tampoco pasa nada y al no pasar nada ocurre lo que un escritor siempre teme que ocurra cuando se imagina al hipotético lector leyendo la novela que está escribiendo. Y al imaginárselo se imagina lo peor, que el lector levante la vista del libro y pronuncie la sentencia más horrible que oídos de narrador escuchar pudieran: ¿Y? Acabé de leer este libro y yo, aunque no quería, pronuncié esa conjunción sin función. Pero no hagamos sangre de todo esto, porque ya digo que hay otra manera de leer este libro, desde otra óptica, desde la óptica de entender esta novela como el manifiesto de la no novela. Pero solamente eso.
Que luego se le puede echar flocklore a la cazuela y hablar de las mejores imágenes filmadas nunca por un cineasta concha de oro de San Sebastián, cuando filma a una niña senegalesa que juega a cazar mariposas con una sábana y las dos hablan eusquera. Se puede flocklorizar con Arteta y con el hecho de que las cosas barnizadas, pues, pues sí, son otra cosa, están barnizadas, nada más. Y si seguimos esta contratesis elogiosa sobre una novela en principio fracasada pero desde otro punto de vista altamente vanguardista, topamos con algo sorprendente, algo que desmenuza estas dos tesis y a mi, literalmente me ha dejado helado, no se si de calor, de gusto o de frío. Casi al final, cuando el avión empieza a tomar tierra en Nueva York, aparece en una secuenciación paralela el aterrizaje del avión junto a la explosión de una bomba en una comisaria de la Ertzaintza en el Pais Vasco. ¿Para qué? ¿Qué tiene que ver todo esto con la recreación de un País Vasco parnasiano y de vergel? Y lo más extraño de todo, ¿qué ocurre al oír al narrador decir esto?: ocurre algo sorprendente, ocurre que al oir esto, uno se da cuenta de que la historia oculta del narrador es ésta y la otra la historia de la no historia es una metafición que ha cegado una realidad de la que es difícil hablar. Digo esto porque yo, hasta ese punto estaba en otra, y estaba en otra tesitura narrativa.
Pero sigo, sigo con la contracrítica a esta crítica. Puede que exista una organicidad verosímil en cuanto a esta decisión de estructurar narativamente una obra como ésta en base a una desestructuración fragmentaria. Narradores que van a saltos, a trozos, debido a un impacto brutal en su vida y que ya no es que no recuerden los momentos nucleares y también traumáticos de su historia, sino que se quedan en el recuerdo de los otros, los momentos redondeados, sin aristas ni filo, aquellos que no asertan de manera determinante los orígenes de esa dislocación narrativa. Y si a esto añadimos el espacio, el aire, parece que estamos a punto de ordenar conclusivamente este libro. El narrador viaja desde Bilbao a NuevaYork. El lugar desde el que cuenta su pasado mediante trozos blandos es el aire, en contraposición a la tierra. Rebusca en su tierra desde el aire.
Pero sigo, sigo con la contracrítica a esta crítica. Puede que exista una organicidad verosímil en cuanto a esta decisión de estructurar narativamente una obra como ésta en base a una desestructuración fragmentaria. Narradores que van a saltos, a trozos, debido a un impacto brutal en su vida y que ya no es que no recuerden los momentos nucleares y también traumáticos de su historia, sino que se quedan en el recuerdo de los otros, los momentos redondeados, sin aristas ni filo, aquellos que no asertan de manera determinante los orígenes de esa dislocación narrativa. Y si a esto añadimos el espacio, el aire, parece que estamos a punto de ordenar conclusivamente este libro. El narrador viaja desde Bilbao a NuevaYork. El lugar desde el que cuenta su pasado mediante trozos blandos es el aire, en contraposición a la tierra. Rebusca en su tierra desde el aire.
Y todo esto no tendría ningún sentido sin ese capítulo 21 titulado curiosamente “Tomar Tierra”, que es el capítulo donde se establece ese montaje narrativo paralelo entre el aterrizaje en el aeropuerto de Nueva York y dos hechos: una bomba que rompe los cristales de la casa del narrador porque ha explotado muy cerca y una mujer que recoge los cristales de una ventana y que el narrador observa desde su mirada tierna de 10 años. “Me he fijado en la mujer de la casa de en frente. Recoge los cristales de la ventana rota. A su marido lo mataron en 1980 los paramilitares. Su hija venía conmigo a clase. No tenía más de diez años. Ésa fue la primera vez que me di cuenta de la gravedad del conflicto.”. ¿Es ésta la clave de una interpretación de esta novela contraria a la interpretación negativa que se ha hecho al principio de esta crítica? Hasta este momento ese asunto, el de las bombas, la violencia, no había aparecido. ¿Y el hecho de que aparezca de manera tan certeramente confusa qué nos indica? Es decir, ¿el hecho de que se hable de “el conflicto vasco” solamente mediante la palabra conflicto, eludiendo su adjetivación, dando por sentado que todos los lectores conocemos de qué se trata y por ende dando por sentado que todos los lectores conocemos que aunque sea un hecho que marca al narrador desde la infancia, debido a su gravedad y dureza ha generado un trauma tan agudo que su verbalización concreta y sin rodeos ni elusiones resulta imposible para el propio narrador?
Pero no acaba ahí, cuando el avión aterriza, un enigmático e inquietante mensaje llena con sus palabras la pantalla del móvil de Renata, la compañera circunstancial de vuelo del narrador. “Please, help me”. Siguiendo otra vez esta contracrítica nacida de esta crítica, opino que este mensaje es algo que actúa de espejo para el narrador, como si el narrador fuera el origen y la voz de ese mensaje, pidiéndose ayuda a sí mismo, ¿para qué? Para recuperar la memoria de trozos duros, tramáticos y traumáticos que de no ser por esa frase “ Ésa fue la primera vez que me di cuenta de la gravedad del conflicto”, nunca habríamos supuesto. Este narrador que a partir de esto último podemos entender y aventurar se encuentra en un estado de fuga disociativa o de amnesia disociativa consciente, puede que sí merezca el Nacional de Narrativa, no él, es decir, él no, su creador, en todo caso. Pero de cualquiera de las maneras todo esto son interpretaciones huecas y de alguna forma conjeturas, ya no sólo sobre los peces y los árboles, sino acerca de los peces de la amargura. Y eso es harina de otro costal. Supongo que el costal de la próxima de Uribe. Creo que empezada ya en ésta, en la organicidad o desorganización preparatoria de esta novela hacia otra novela traumática, en el mejor sentido de la palabra.
12 comentarios:
No he leído la novela ni tengo nada contra el crítico. Es más: me parece necesario que los premios se pongan en duda. Ahora bien, un texto que crítica a otro con faltas de ortografía ("primero, ¿Por qué un libro así está donde está?, y segundo, ¿Por qué la literatura") no trasmite demasiada credibilidad. Cuidemos esto, por favor.
Saludos.
Aquí otras cuantas faltas e incorrecciones que deberían revisarse: "manifiesto, ¿En qué sentido? “Este libro es el manifiesto de la muerte de un tipo de literatura de autoficción”, ó “Este libro manifiesta que la metaliteratura fragmentaria está descompuesta y deja de ser literatura con este libro”, ó, “Este libro manifiesta que la literatura blanda-light será la literatura del mañana". No estaría mal que alguien del blog revisara los textos. Después de esto ya no he seguido leyendo. Es una pena que en una página de crítica como ésta (a veces muy buena) no haya un trabajo de revisión y corrección.
Querido José Luis, no entiendo muy bien las faltas que tan concienzudamente se ha tomado la molestia de resaltar. Mucho me temo que su indignación oculte otro inconfesable malestar. Sólo me queda esperar no haber cometido ninguna falta en este comentario, en caso contrario le agradecería, sinceramente, que me iluminara con su irritada y juiciosa erudición.
He aquí mi inconfesable malestar: detrás de la coma, y aunque haya un signo de interrogación, no se pone una mayúscula. La "o" no lleva acento. Y cuando se cita, sobra la cursiva si el texto va entrecomillado. ¿Qué pasarías si te toparas con esto en Babelia, Javier? Al crítico, aunque más probablemente al corrector, le caería una buena bronca. Por lo demás, estoy diciendo esto con ánimo constructivo, pues creo sinceramente que un blog de crítica debe cuidar estas cosas. No soy el primero, y seguramente no seré el último, en notarlo. ¿Qué pensarías de un libro con faltas de ortografía? Pues eso.
Kirmen Uribe me importa un pito, porque no lo he leído y por el momento no voy a leerlo. En cambio sí me importa este blog, que sigo con regularidad.
Gracias y un saludo.
(con respecto al primer comentario de JOSE LUIS)
En la frase a la que se refiere usted, a mi modesto entender no hay faltas de ortografía. Usted establece en base a un rigor ortográfico que le ruego me explique, una variación en la ortografía. Escribe usted: ("primero, ¿Por qué un libro así está donde está?, y segundo, ¿Por qué la literatura").
En la crítica la frase es:
("primero, ¿por qué un libro así está donde está?, y segundo, ¿por qué la literatura vasca ha tomado este camino?").
Hasta donde yo veo,la diferencia entre su corrección y el texto de la crítica está en la palabra "por", escrita en la crítica en minúscula y escrita por usted en mayúscula.
Revisndo el Diccionario Panhispánico de dudas,REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, ASOCIACIÓN DE ACADEMIAS DE LENGUA ESPAÑOLA, Santillana Ediciones Generales, Madrid, 2005, págs. 422-423, leo lo que sigue ahora:
"3. Uso de mayúscula inicial exigido por la puntuación. De acuerdo con la posición que la palabra ocupe en el escrito, la puntuación exige su escritura con mayúscula inicial en los casos siguientes:
(...)
3.4.2 Si la pregunta o la exclamación constituyen solo una parte del enunciado, pueden darse dos casos:
a)La pregunta o la exclamación inician el anunciado.
b)La pregunta o la exclamación no están colocadas al comienzo del enunciado, sino que siguen a otra palabra o palabras que también forman parte de este. En ese caso, la primera palabra de la pregunta o la exclamación (la que sigue a los signos de apertura) se escribe en minúscula:
Natalia, ¿puedes ayudarme?
Pero, ¿qué alegría tan grande verte por aquí?"
Un saludo
La frase que yo señalé en la crítica era (tal como estaba puesta hace unas horas): "primero, ¿Por qué un libro así está donde está?, y segundo, ¿Por qué la literatura". Alguien habrá tenido a bien corregírtela. Y sí, ahora está correcta, y efecto, esa es la norma.
Gracias y un saludo.
Sinceramente, espero no ver el día en que llegue a indignarme tanto como a usted la corrección de un acento o la impertinencia de una mayúscula. Pienso que la literatura y la reflexión crítica, son otra cosa. Lo cierto es que nunca me gustó la policía. Le convido a no quedarse en las formas y a disfrutar un poco más de la vida. Lea a Uribe sin su pito de guardia urbano y olvídese por unos segundos de sus carísimas tildes. Gracias y un saludo.
Sin ánimo de ofender a nadie, y sin meterme en el que intuyo futuro cenegal de batallas de este caso concreto, y aunque creo que unas comas y mayúsculas mal puestas no son motivo para dejar de leer una crítica, si ésta está bien expresada, sí quiero adherirme a una llamada general a cuidar esas cosillas: lamentablemente hay una enorme cantidad de gente que se equivoca con esas cosas; y no está demás que un blog que se quiere defensor de la literatura cuide también la forma. Dicho eso, erratas las cometemos todos; dicen que al único libro del mundo que se publicó tras una cuidadosísima revisión sin erratas le pusieron en la primera página: "Este libro no contiene eratas".
ilya u. topper
A mí la crítica me ha parecido muy buena y muy valiente, la verdad, porque estando como estamos bajo los efectos de la no-novela (y bien contento, que aquí cabemos todos) que alguien se atreva a dejar por escrito que no le ha gustado, a mí me anima. Y más siendo Premio Nacional de Narrativa. Yo reconozco que tampoco entiendo algunas novelas que están escritas en algunos libros, pero no me atrevo a decirlo (por escrito) y, a veces, hasta me fustigo. Y dicho esto, Javier, no hay que mosquearse porque a José Luis le molesten un par de mayúsculas mal puestas, cada uno es como es, y lo dice y ya está. Ahora que tú, José Luis, con los tiempos que corren, no seguir leyendo por ese par de letras, también son ganas de no seguir leyendo (o ganas de leer otra cosa. Claro que si la novela te importa un pito…). (Seguro que alguna hay, anda que no me habrán bajado a mí puntos en el BUP por su culpa. ¡Guarras traicioneras!)
Con respecto al asunto de las primeras "hipotéticas" faltas de ortografía, la crítica se escribió y se colgó tal y como está. No se ha tocado. El tan traído "por", uno y otro, estaba y estaban en minúscula. Bien. Lo del "acento" en la o, pues bueno, al final de este comentario se explica. Como dice Ilya, las erratas siempre nos rondan y extremamos el cuidado y lo seguiremos extremando siempre. Asumo la soledad sonora no ya de mis acentos, sino de tres de mis apasionadas y erróneas tildes. Porque la o supongo que tiene su acento, no sé si andaluz, vasco o inglés, pero no debe tildarse como la he tildado yo, salvo en una contada excepción, ya casi en desuso, es verdad. Asumido, y hoy mismo se corrige. Estamos para aprender, para acentuar lo que algunos consideran inacentuable, y para tildar lo que muchos creen intildable. Nos mueve la pasión por la literatura, el esfuerzo, la buena lectura y en estos "trabajos" alguna errata se colará, pero eso ocurre hasta en los mejores corrales, y sucede hasta en las más atildadas suites donde las oes, pobrecitas, se fuman sus canutos a salvo de públicas miradas.
Tercio en la discusión para felicitar esta crítica que me parece inteligente y valiente sin ser insultante. Así me gustan a mí las críticas.
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