19 mayo 2010

La horma de mi zapato

Exhumación

Antonio J. Rodríguez y Luna Miguel

Alpha Decay, 2010

ISBN: 978-84-937269-1-1

60 páginas

6,50 €






Carolina León


Las cosas pequeñas brillan más, pero los libros pequeños son más difíciles de defender. No sé ustedes, yo soy una maniática del objeto libro y, como en materia de hombres, me gustan los delgados, elásticos, estilizados. Así que suelo aplaudir colecciones como la de los barceloneses Alpha Decay en formato "mini". Más si se trata de una colección en la que caben, además de pequeñas joyas de la tradición literaria, intentos contemporáneos de acceder a esa categoría, la de la alta joyería, en el que el valor de una pieza no tiene demasiado que ver con su tamaño y/o extensión. ¿Demasiada pedantería? ¿Ambiciones desmedidas para cuarenta o sesenta páginas? Depende.

Se mire como se mire, éste de los libros pequeñitos resulta ser un vehículo muy apropiado para empaquetar propuestas de "fuera" de los circuitos: de nuevos, de gente desconocida, de firmas que aún deben concretar su apuesta; de tal forma que se crea una cuña, sobre el corte longitudinal del ecosistema literario -en un momento, en un lugar determinados-, y quizá se logre cambiar su fisonomía. Buscando... ¿la legitimación? A Luna Miguel, los lectores del diario Público y los lectores de blogs literarios la deben conocer. Quizá no tengan tan presente quién es el otro 50 por ciento: Antonio J. Rodríguez se debate como Ibrahim Berlín haciendo lo mismo que aquí hacemos, crítica literaria, en su blog. Son dos jóvenes muy jóvenes, en el caso de Miguel ni siquiera ha cumplido los veinte años: y esto lo digo a pesar de que, como el sexo del autor/a, debería ser un dato que no estuviera ni mínimamente presente en las valoraciones de la crítica; se trata de un condicionamiento autoimpuesto, en la creencia de que en el texto debe estar la clave para leer el texto, y no en nada más.

Vayamos, pues, al texto: en las escasas páginas de Exhumación, el lector corriente (yo misma) se va a sentir perdido prácticamente en cada página. Desde el mismo párrafo inicial:

Afuera, Los Mundos colisionan; perduran las Guerras entre Hades y Eros. Entre los Muertos Vivientes por la Música de Club y las milicias que defienden los Viejos Valores del Humanismo. Estupor, incomprensión.

Se acabó la política -ay, muy poco cool, ¿a quién le importa ya? Tomaron los Dioses el Parlamento. Luego llegaron al Club. Extrañeza, pasmo.

We are your friends, dice el tema de Simian Mobile Disco y Justice que repiquetea en tu tímpano. (¿De verdad sois mis amigas?). Desarraigo, desorientación.

Podríamos seguir extrayendo, sacando de contexto pasajes del mismo cariz, y quedando igual de descolocados: nombres, entrecomillados, cursivas, referentes que sólo serán reconocibles con un diccionario de las artes de vivir del post-adolescente actual en la mano. Porque el cuento tiene la osadía de hacer literarios el "chino de Plaza España" y el "club Zombie" (aquí Rostro Expresivo). Porque tiene la garganta profunda de poner a dos personajes amantes, uno defensor de los "viejos valores del humanismo", es decir, se contenta con un tarro de Häagen Dazs y una buena conversación, y otro adicto a la música, la fiesta y la moda. Una vez, un amigo me dedicó un libro en extrañas circunstancias (durante un concierto de instituto), y escribió algo así como: "Escribir una dedicatoria en un concierto de rock es como rezar en una caseta de feria". Pues bien. Miguel y Rodríguez se han dedicado a "rezar" literariamente en las noches madrileñas, entre zombies y amantes del estertor sonoro, a ritmo de música electrónica, sintiendo los abrazos resbalosos de la entropía que está echando a perder nuestro mundo.

Pero es un libro -un cuento- éste tremendamente autoconsciente. Relleno, a pesar de su apariencia inconexa. Exhumación parece estar escrito por un Lynch (si éste hubiese sido escritor) adolescente, y no drogado, que imaginara cómo se ha de escribir drogado.

Así que estos jóvenes jovencísimos saben de lo que hablan. Disparan, pero previamente prepararon la munición. Cuando el lector común (yo misma) logra entrar en aquellos referentes y cruzarlos con estos referentes, está ante esa colisión, la de los "muertos vivientes" contra los "defensores del viejo humanismo", y el cuento en sí contiene, en sus sesenta páginas, una historia de amor (Amanda versus Djuna), pero quizá más propiamente hay una historia del horror. La historia de cómo el ocio y el negocio entraron a tropel en los anaqueles de los clásicos y desbarataron la seriedad de los cánones literarios. La historia de cómo aquello que importaba a los celadores de la cultura se vio, sin remedio, dominado por la Moda.

Lo confieso, al leer Exhumación no entendí un pimiento. Pero intuía que había algo ahí para extraer.

Volviendo a lo de arriba: leer estas sesenta páginas sin conocer a estos autores, sin entender las claves contemporáneas a ellos, insertadas por ellos, y sin atenerse a la circunstancia de su muy exquisita juventud, sinónimo de osadía, irreverencia, desapego de la norma, contestación, burla o directamente lucha, puede ser una tarea estéril, y bastante absurda. Cerré el libro aquel día (hace ya bastantes semanas) y lo volví a abrir ayer. En este tiempo no he podido quitarme la sensación de no ser capaz de escribir algo digno sobre él. Creo de verdad que a este libro le faltan aún sus críticos; creo que faltan muchos libros como éste, y que con éste -quizá no aspirante a clásico, pero precuela segurísima de lo que estos jóvenes bichos de palabras pueden llegar a dar-, los críticos de este minuto en este país encontramos la horma de nuestro zapato. Porque nos zarandea tanta verborrea bien apuntalada, nos dejará sumidos en el estupor (pienso en los críticos de los primeros experimentos vanguardistas, ¡ay!) y caeremos sin remedio en la defensa de los Viejos Valores del Humanismo. Para mal.

2 comentarios:

Ramón E. dijo...

En serio, ¿crees que este tipo de libros tan inane y sin sustancia esperan nuevos críticos?

Con el respeto a vuestra labor, dedicad el tiempo a libros más interesantes, por todos los dioses.

Sebregondi dijo...

Totalmente de acuerdo con Ramón E. tan comedido en su comentario.

Si me permite Ramón E. yo le traduzco, que seguro que era otra cosa la quería decir:

La crítica puede ser asustadiza, bla, bla, bla, lo que se quiera, también falta de herramientas, etc. La cantinela cansina de -¡Oh, no!- los mismos críticos. Precisamente. Por favor. Un mínimo de vanidad, ¡carajo! Y de agudeza visual, ¡por Dios! Un mínimo de pupila.

Pero bueno, aquí (Luna Tus-Pies & Cía.) qué coño se está diciendo. Qué propuesta hay, ¿la hay? Y qué pretende, qué quiere. ¿Cuánto apuesta y a qué naipe? Esto es simple, no se equivoquen, esto no es preguntar por las cosas que preguntan ciertos anuncios de compresas.

Porque si no hay respuesta y, encima, la cosa, digamos, que ni rítmicamente se sostiene, apaga y vámonos.

Sería preocupante que los talentos menores de 18 años, que los hay, piensen que este es el camino. Insisto ¿qué camino? La pregunta es hasta idiota, sí, a la altura del temario.

El rey está desnudo. Habrá algún nihilista (de este nihilismo "fast food" tan de moda) que diga que no importa. Perfecto. Aceptamos rey como animal desnudo, pero ya que estamos, ¿sería mucho pedir una miaja de pornografía? Porque no está bien eso de aburrir con pajas mentales de niño pijo. Que si “extrañeza, pasmo”, que si “desarraigo, desorientación”, que si “¿a quién le importa ya?”, que “nada importa”. ¿Esa es la cuchilla afilada que le pone tan nerviosa a doña Carolina León, que le impide tener algo que decir? ¿Por miedo a errar si en el futuro, patatín y patatán…?

Doña Carolina, actúa usted como si el futuro nunca se equivocase. La compadezco.

Más allá de las listas de autores que han sacado de Wikipedia, ¿qué queda?

No se me ablanden leñe. Que se les arruga el gesto y además está feo.

¡Cuánto soplagaitas!
Fdo: Sebregondi.


PD1: de esta, los editores tampoco deberían salir indemnes. ¡Ojazo!
PD2: por favor, que alguien me responda a mis preguntas.