
Ejército enemigo
Alberto Olmos
Mondadori, 2011
ISBN: 978-84-3972-463-6
288 páginas
18,90 €
José Martínez Ros
De las seis novelas anteriores de Alberto Olmos, sólo he leído El talento de los demás y recuerdo que no tuve una impresión demasiado positiva: me pareció una obra muy ambiciosa (lo que me sorprendió en su momento, ya que por algún motivo lo tenía clasificado como un émulo de la desdichada generación del Kronen), pero irregular, que combinaba algunos brillantes pasajes satíricos con escenas que se alargaban interminablemente y monólogos que no funcionaban. Cuatro años después, nos llega Ejército enemigo, una obra mucho más interesante, y que me obliga a reevaluar a su autor.
Ejército enemigo empieza con un homicidio: Daniel, un joven de la alta burguesía madrileña, pero profundamente idealista y concienciado, ha aparecido, muerto a golpes, en un solar; y ha legado a un amigo Santiago, un publicista mediocre, adicto a la pornografía cibernética y desengañado, una palabra: la clave de su correo electrónico. Al principio por azar, y después absorbido por su investigación, que le lleva a conocer a diversos amigos y familiares de Daniel, Santiago irá descubriendo que su amigo había decidido pasar a la “acción directa”… Y lo más paradójico para él: que fueron sus palabras, poniendo en solfa todo el montaje de la solidaridad institucionalizada, las que pudieron llevarlo a su fin. En contra de lo que pudiera parecer con esta sinopsis, en Ejército enemigo el componente de “crímenes”, de “novela negra” es mínimo, un pretexto y, en las páginas finales, un problema argumental que el autor evita más que resuelve.
Olmos se centra en los aspectos sociológicos y satíricos de su historia. En los primeros, debe mucho, probablemente, al Houellebecq de Ampliación del campo de batalla o Plataforma; y, como crítica devastadora del buenrollismo y la doble moral de las sociedades de occidente que han transformado la solidaridad en un producto de consumo, ya sea como discos de artistas “comprometidos”, películas, chapas o libros (los cientos de miles de ejemplares vendidos de ¡Indignaos! publicado en un sello del Grupo Planeta, que a su vez edita el periódico La Razón, es un excelente ejemplo), así como en las descripciones del “mundo mental” de los jóvenes solidarios de buena familia y del “mundo físico” degradado de los barrios periféricos de Madrid, resulta impecable (e implacable) y es con mucho lo mejor de la novela.
En lo segundo, la influencia predominante, el referente, es Palahniuk: el Ejército enemigo de Olmos recuerda mucho a El Club de la lucha. Por ese lado, son más acertados los fragmentos dedicados a las redes sociales o la pornografía en Intenet (aunque Roberto Valencia le sacó mucho más partido en sus magníficos relatos de Sonría a cámara) que a ese subterráneo Ejército enemigo que debería funcionar como motor de la narración y que en ningún momento transmite la sensación de paranoia y locura de la primera y mejor novela de Palahniuk. Es probable que Olmos haya elegido un argumento demasiado enloquecido que sólo se sostiene -apenas- gracias al armazón de una escritura eficiente (en ocasiones, efectista en exceso), pero muy apegada a lo real.
El libro de Olmos se acaba deshinchando por los huecos y dudas que nos deja su titubeante resolución, centrados en el personaje clave de Manuel, acerca del cual el narrador descubre (nos dice) demasiado poco y una larga escena de mentiras y confesiones -la fiesta- rematadamente cursi (hasta ponen la canción favorita del muerto). Esto sucede tras un par de centenares de páginas a menudo realmente brillantes, dotada de una saludable ferocidad, así que acabamos convencidos de que, a pesar de sus defectos, Ejército enemigo es un libro interesante que no deja un mal poso y que será muy discutido e irritará a unos cuantos. No sé si Alberto Olmos terminará escribiendo su gran novela, pero ahora creo está en el buen camino.
Alberto Olmos
Mondadori, 2011
ISBN: 978-84-3972-463-6
288 páginas
18,90 €
José Martínez Ros
De las seis novelas anteriores de Alberto Olmos, sólo he leído El talento de los demás y recuerdo que no tuve una impresión demasiado positiva: me pareció una obra muy ambiciosa (lo que me sorprendió en su momento, ya que por algún motivo lo tenía clasificado como un émulo de la desdichada generación del Kronen), pero irregular, que combinaba algunos brillantes pasajes satíricos con escenas que se alargaban interminablemente y monólogos que no funcionaban. Cuatro años después, nos llega Ejército enemigo, una obra mucho más interesante, y que me obliga a reevaluar a su autor.
Ejército enemigo empieza con un homicidio: Daniel, un joven de la alta burguesía madrileña, pero profundamente idealista y concienciado, ha aparecido, muerto a golpes, en un solar; y ha legado a un amigo Santiago, un publicista mediocre, adicto a la pornografía cibernética y desengañado, una palabra: la clave de su correo electrónico. Al principio por azar, y después absorbido por su investigación, que le lleva a conocer a diversos amigos y familiares de Daniel, Santiago irá descubriendo que su amigo había decidido pasar a la “acción directa”… Y lo más paradójico para él: que fueron sus palabras, poniendo en solfa todo el montaje de la solidaridad institucionalizada, las que pudieron llevarlo a su fin. En contra de lo que pudiera parecer con esta sinopsis, en Ejército enemigo el componente de “crímenes”, de “novela negra” es mínimo, un pretexto y, en las páginas finales, un problema argumental que el autor evita más que resuelve.
Olmos se centra en los aspectos sociológicos y satíricos de su historia. En los primeros, debe mucho, probablemente, al Houellebecq de Ampliación del campo de batalla o Plataforma; y, como crítica devastadora del buenrollismo y la doble moral de las sociedades de occidente que han transformado la solidaridad en un producto de consumo, ya sea como discos de artistas “comprometidos”, películas, chapas o libros (los cientos de miles de ejemplares vendidos de ¡Indignaos! publicado en un sello del Grupo Planeta, que a su vez edita el periódico La Razón, es un excelente ejemplo), así como en las descripciones del “mundo mental” de los jóvenes solidarios de buena familia y del “mundo físico” degradado de los barrios periféricos de Madrid, resulta impecable (e implacable) y es con mucho lo mejor de la novela.
En lo segundo, la influencia predominante, el referente, es Palahniuk: el Ejército enemigo de Olmos recuerda mucho a El Club de la lucha. Por ese lado, son más acertados los fragmentos dedicados a las redes sociales o la pornografía en Intenet (aunque Roberto Valencia le sacó mucho más partido en sus magníficos relatos de Sonría a cámara) que a ese subterráneo Ejército enemigo que debería funcionar como motor de la narración y que en ningún momento transmite la sensación de paranoia y locura de la primera y mejor novela de Palahniuk. Es probable que Olmos haya elegido un argumento demasiado enloquecido que sólo se sostiene -apenas- gracias al armazón de una escritura eficiente (en ocasiones, efectista en exceso), pero muy apegada a lo real.
El libro de Olmos se acaba deshinchando por los huecos y dudas que nos deja su titubeante resolución, centrados en el personaje clave de Manuel, acerca del cual el narrador descubre (nos dice) demasiado poco y una larga escena de mentiras y confesiones -la fiesta- rematadamente cursi (hasta ponen la canción favorita del muerto). Esto sucede tras un par de centenares de páginas a menudo realmente brillantes, dotada de una saludable ferocidad, así que acabamos convencidos de que, a pesar de sus defectos, Ejército enemigo es un libro interesante que no deja un mal poso y que será muy discutido e irritará a unos cuantos. No sé si Alberto Olmos terminará escribiendo su gran novela, pero ahora creo está en el buen camino.