Rosas, restos de alas y otros relatos
Pablo Gutiérrez
Lengua de Trapo, 2011. Colección “Nueva Biblioteca”
ISBN: 978-84-8381-099-6
156 páginas
16,60 €
Premio Tormenta al mejor nuevo autor en castellano 2008
José María Moraga
En mi casa había un axioma -de siempre-: que a Diego Armando Maradona se le fue la olla (con las drogas, se entiende) porque el éxito estratosférico le llegó muy temprano. Y, claro, un joven de repente lanzado a esa vorágine se vio desbordado. Más allá de la veracidad o no del argumento, válganos el esquema arquetípico en el que se apoya. Hace un año nos llegaba la noticia de ese canon de novísimos en español confeccionado por la “afamada” (según Daniel Ruiz García) revista literaria Granta. Entre los veintidós Elegidos se encontraba el onubense Pablo Gutiérrez (1978), cuya segunda novela -coincidente con estos reconocimientos- ya fue reseñada en este blog.
Nos falta saber si Pablo Gutiérrez saldrá airoso del órdago que supone llevar sobre sus espaldas el peso de la Narrativa Española Contemporánea (un poquito de humor para desengrasar, ¿no?), de momento solo podemos constatar que el joven autor ha empezado con muy buen pie y está dando pasos firmes. Antes que Nada es crucial (2010) Pablo Gutiérrez había publicado Rosas, restos de alas (2008), novela breve que Lengua de Trapo reedita ahora junto a seis relatos inéditos “donde aparecen personajes que harán sonreír al lector de Nada es crucial”, según dice en el Prólogo de este volumen el mismo autor.
No veo por qué no habrá de tener Pablo Gutiérrez una brillante carrera, también hay jóvenes talentos a los que no “se les va la olla” con la presión y el reconocimiento temprano (así, al azar me acuerdo de Kazuo Ishiguro, que también figuró en Granta en su país, y a los treinta y cinco años era ya un clásico contemporáneo, además de muy premiado). Lo interesante de Gutiérrez es que no le ha sonado la flauta por casualidad, sino que a su talento ha debido sumar un incansable trabajo literario de depuración. También cuenta en el Prólogo que Rosas, restos de alas fue un segundo intento de novela, tras un primer aborto rechazado por las editoriales. Él mismo asume la falta de calidad de su primogénito engendro, y narra la ‘road movie’ de cómo parió este segundo intento, que acabó de convencerlo de que en realidad era escritor.
Y a fe mía que lo es: ya digo que hasta el Prólogo, “Tótem y escepticismo”, podría ser considerado el séptimo relato inédito. Rosas, restos de alas es una novela de iniciación, de aprendizaje, de las que tan en boga están entre los autores nacidos en la década de los 70 (ver lo que dijo Fran G. Matute sobre Nada es crucial). Se alternan escenas del presente y el pasado, de modo que un joven trata -mediante una peculiar huida hacia delante- de superar una traumática ruptura sentimental. El pasado viene merced al equipaje emotivo al que el protagonista recurre para intentar dotar de sentido su actual vida. Escenas de la adolescencia: torpes amores palotistas, gamberradas en pandilla, malas influencias… que han ido conformando la educación sentimental del adulto de hoy.
Puede que a estas alturas el caro lector se esté preguntando cuál es el plus (el “valor añadido”, como se dice ahora) que ofrece Pablo Gutiérrez en una peripecia que podría pasar por la de muchas otras novelas actuales. Para contestar eso estoy yo: la experimentación en el lenguaje, rayana en lo poético, es lo más llamativo del texto de Gutiérrez. Y aunque a veces el resultado pueda no ser de Matrícula de Honor, está claro que a esas alturas un Sobresaliente (es un debut, recuerdo) sabrá a miel a los paladares más exigentes. En otras palabras, Rosas, restos de alas funciona que se las pela en el plano estético, su prosa experimental (cuajada de los fragmentos de la memoria que Kiko Veneno bautizó magistralmente como “personal bilonguis”) no dejará a nadie indiferente.
Los seis relatos (no fechados) que acompañan en esta edición suponen por su extensión un esfuerzo menor, entiéndase bien, no por su calidad pero sí por su calibre. Tendrán interés completista para el fan de Gutiérrez, como esas ‘bonus tracks’ del final de los discos, como esas tomas falsas de las antologías de los Beatles. De entre ellos, me quedo con dos experimentos subtitulados Novelas de bolsillo 1 y 2: “Habitaciones” y “Nostalgia”. Aquí (igual que tal vez en otro cuento, “Origami”) es donde a mi juicio podemos vislumbrar los destellos del mejor Pablo Gutiérrez, el que seguro que nos dará jugosísimos frutos en el futuro y -este sí- yo espero estar allí para contároslo.
Pablo Gutiérrez
Lengua de Trapo, 2011. Colección “Nueva Biblioteca”
ISBN: 978-84-8381-099-6
156 páginas
16,60 €
Premio Tormenta al mejor nuevo autor en castellano 2008
José María Moraga
En mi casa había un axioma -de siempre-: que a Diego Armando Maradona se le fue la olla (con las drogas, se entiende) porque el éxito estratosférico le llegó muy temprano. Y, claro, un joven de repente lanzado a esa vorágine se vio desbordado. Más allá de la veracidad o no del argumento, válganos el esquema arquetípico en el que se apoya. Hace un año nos llegaba la noticia de ese canon de novísimos en español confeccionado por la “afamada” (según Daniel Ruiz García) revista literaria Granta. Entre los veintidós Elegidos se encontraba el onubense Pablo Gutiérrez (1978), cuya segunda novela -coincidente con estos reconocimientos- ya fue reseñada en este blog.
Nos falta saber si Pablo Gutiérrez saldrá airoso del órdago que supone llevar sobre sus espaldas el peso de la Narrativa Española Contemporánea (un poquito de humor para desengrasar, ¿no?), de momento solo podemos constatar que el joven autor ha empezado con muy buen pie y está dando pasos firmes. Antes que Nada es crucial (2010) Pablo Gutiérrez había publicado Rosas, restos de alas (2008), novela breve que Lengua de Trapo reedita ahora junto a seis relatos inéditos “donde aparecen personajes que harán sonreír al lector de Nada es crucial”, según dice en el Prólogo de este volumen el mismo autor.
No veo por qué no habrá de tener Pablo Gutiérrez una brillante carrera, también hay jóvenes talentos a los que no “se les va la olla” con la presión y el reconocimiento temprano (así, al azar me acuerdo de Kazuo Ishiguro, que también figuró en Granta en su país, y a los treinta y cinco años era ya un clásico contemporáneo, además de muy premiado). Lo interesante de Gutiérrez es que no le ha sonado la flauta por casualidad, sino que a su talento ha debido sumar un incansable trabajo literario de depuración. También cuenta en el Prólogo que Rosas, restos de alas fue un segundo intento de novela, tras un primer aborto rechazado por las editoriales. Él mismo asume la falta de calidad de su primogénito engendro, y narra la ‘road movie’ de cómo parió este segundo intento, que acabó de convencerlo de que en realidad era escritor.
Y a fe mía que lo es: ya digo que hasta el Prólogo, “Tótem y escepticismo”, podría ser considerado el séptimo relato inédito. Rosas, restos de alas es una novela de iniciación, de aprendizaje, de las que tan en boga están entre los autores nacidos en la década de los 70 (ver lo que dijo Fran G. Matute sobre Nada es crucial). Se alternan escenas del presente y el pasado, de modo que un joven trata -mediante una peculiar huida hacia delante- de superar una traumática ruptura sentimental. El pasado viene merced al equipaje emotivo al que el protagonista recurre para intentar dotar de sentido su actual vida. Escenas de la adolescencia: torpes amores palotistas, gamberradas en pandilla, malas influencias… que han ido conformando la educación sentimental del adulto de hoy.
Puede que a estas alturas el caro lector se esté preguntando cuál es el plus (el “valor añadido”, como se dice ahora) que ofrece Pablo Gutiérrez en una peripecia que podría pasar por la de muchas otras novelas actuales. Para contestar eso estoy yo: la experimentación en el lenguaje, rayana en lo poético, es lo más llamativo del texto de Gutiérrez. Y aunque a veces el resultado pueda no ser de Matrícula de Honor, está claro que a esas alturas un Sobresaliente (es un debut, recuerdo) sabrá a miel a los paladares más exigentes. En otras palabras, Rosas, restos de alas funciona que se las pela en el plano estético, su prosa experimental (cuajada de los fragmentos de la memoria que Kiko Veneno bautizó magistralmente como “personal bilonguis”) no dejará a nadie indiferente.
Los seis relatos (no fechados) que acompañan en esta edición suponen por su extensión un esfuerzo menor, entiéndase bien, no por su calidad pero sí por su calibre. Tendrán interés completista para el fan de Gutiérrez, como esas ‘bonus tracks’ del final de los discos, como esas tomas falsas de las antologías de los Beatles. De entre ellos, me quedo con dos experimentos subtitulados Novelas de bolsillo 1 y 2: “Habitaciones” y “Nostalgia”. Aquí (igual que tal vez en otro cuento, “Origami”) es donde a mi juicio podemos vislumbrar los destellos del mejor Pablo Gutiérrez, el que seguro que nos dará jugosísimos frutos en el futuro y -este sí- yo espero estar allí para contároslo.
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