El hombre ventilador
William Kotzwinkle
Capitán Swing, 2011. Colección "Polifonías"
ISBN: 978-84-938985-4-0
208 páginas
18,50 €
Traducción de Iris Menéndez
Prólogo de Kurt Vonnegut, Jr.
Presentación de A. Jiménez Morato
Ilustraciones de Marieta Moraleda
Fran G. Matute
Nueva York nunca fue un buen lugar para ser 'hippie'. Sí, estaba el Greenwhich Village tomado por los 'folkies' y en Washington Square se concentraban todos los 'beatnicks' para intercambiar sus soflamas, pero la mayoría de ellos emigró a la Costa Oeste en busca de paz, amor, comprensión y, sobre todo, sol y tías en biquini. Y 1974 no era, desde luego, el mejor momento para seguir pregonando el amor libre por el asfalto de Manhattan. Pero ahí está Horse Badorties, tío. Deambulando por el Lower East Side. Haciendo lo que puede, ¿sabes? La vida es dura, tío. Le persigue su casero porque no paga el alquiler de su cubil. Pero él está preparando su gran obra. Esa que pasará a la posteridad, a los anales de la historia de la música. Badorties está organizando un coro de pollitas quinceañeras (así las llama, tío). Su Love Chorus, que canta como los ángeles. Badorties es el director de orquesta. Y quiere que durante el concierto todas sus pollitas tengan encendido un ventilador de mano, de esos pequeños que van a pilas. El ruido de las aspas generará un mantra musical único, que se convertirá en su canto del cisne... De esto va El hombre ventilador (1974), novela escrita por William Kotzwinkle y protagonizada por uno de los 'hippies' más recalcitrantes que haya dado la literatura norteamericana. Una vida que transcurre, irónicamente, en el peor momento y lugar posible para ser, pues eso, alguien como Horse Badorties.
Pocos son capaces de reconocer el verdadero punto de inflexión que dio al traste con el movimiento 'hippie'. No fue el fiasco de la Guerra de Vietnam, ni la muerte de Janis Joplin-Jimi Hendrix-Jim Morrison, ni fue el Festival de Woodstock su última palabra. El auténtico final del hippismo ocurrió el mismo día que Hyman Golden, Arnold Greenberg y Leonard Marsh concibieron las bebidas Snapple, que pronto tomarían los tenderetes del Village, circunstancia ésta que representó mejor que ninguna otra cómo el sueño de una generación fue succionado por el capitalismo, etiquetado y embotellado para disfrute de los 'yuppies' de Wall Street. Eso ocurrió en Nueva York a principios de los 70. Eso ocurrió en el tiempo de Horse Badorties.
Pero si algún reducto siguió existiendo en el Nueva York de aquélla época donde encajara nuestro protagonista, ese era el Lower East Side, tío. Hoy día, este barrio es la cuna de lo 'hipster' (si no me creen, vayan allí y siéntense en la terraza del 7A a deglutir una hamburguesa y escudriñar a los transeúntes; y si les viene mal en este momento coger un vuelo destino la Gran Manzana, pues lean el entretenido ensayo ¿Qué fue "lo hipster"?, editado por Mark Greif). Pero el Lower East Side también es el barrio por excelencia de los portorriqueños 'nuyoricans' -aunque ellos lo llaman "Loisaida"-, lo que no parece gustarle mucho a nuestro Horse Badorties. Será por eso que podemos verle con su morral, su gorra de orejeras, su paraguas y el sempiterno ventilador de mano por el Tompkins Square Park, lugar emblemático de la oposición a la Guerra de Vietnam y base de operaciones de los 'hare krishnas' neoyorkinos, vecinos también indeseables para el amigo Badorties.
Con todo, resulta que El hombre ventilador no es más (ni menos) que un claro ejemplo de esa literatura de personajes que tanto gusta a los americanos. De hecho, asusta comprobar cómo esta novela de Kotwinzkle comparte más de una similitud con La conjura de los necios (que fue escrita por John Kennedy Toole antes, pero publicada después). No sólo cuenta con un personaje central esquizoide muy del estilo de Ignatius J. Reilly, con su particular visión del mundo y su obsesión por el sexo, sino que ambos personajes viven en el desorden y la suciedad, han sido llamados por la divinidad para obras mayores que nadie comprende y ¡hasta tocan el laud y les gustan los perritos calientes!. Hemos imaginado también a Horse Badorties como una mezcla imposible entre el Peter Sellers de Te quiero, Alice B. Toklas (1968) y el Dustin Hoffman de ¿Quién es Harry Kellerman? (1971). En ocasiones 'naïf' (no olvidemos que Kotzwinkle es un exitoso autor de literatura infantil), en otras inquietantemente disperso. Esta novela es un extraño cuento que pone de manifiesto el fin de una era a la vez que rescata la necesidad de seguir luchando por unos ideales, aunque esa lucha se haga desde la inconsciencia o la enajenación. Baste comentar "el día chicharra" que sufre Badorties poco antes del concierto, y la sucesión de "impersonaciones" en las que se desdobla el personaje a lo largo de la novela (El Tío Esperpento, el Comodoro Cateto, El Doctor Foot-Itch), que nos han recordado al Billy Pilgrim de Matadero cinco (1969) o al Walter Mitty de James Thurber, pero bañados en ácido.
No nos sorprende que este tipo de literatura vea la luz hoy día en nuestro país pues su publicación encaja perfectamente con una línea editorial que viene rescatando en los últimos años artefactos 'sixties' muy del estilo de El hombre ventilador, como la recuperación de la obra de Richard Brautigan por parte de la editorial Blackie Books o el mismo Jop de Jim Dodge, que publicó recientemente la propia Capitán Swing. No nos extraña, tampoco, que esta historia sea del agrado de Kurt Vonnegut, Jr., autor del prólogo (por llamarlo de alguna forma) de esta edición tan completa e ilustrada (de forma un poco feísta, todo sea dicho). Como apunta el maestro: "Hay que entender que en este libro Badorties es el único juez, y que eso debe bastar o, repito, este libro no es para tí. Es como un huevo. Todo lo que se supone que está dentro de la cáscara, está allí. Buena suerte para el huevo, y para ti."
William Kotzwinkle
Capitán Swing, 2011. Colección "Polifonías"
ISBN: 978-84-938985-4-0
208 páginas
18,50 €
Traducción de Iris Menéndez
Prólogo de Kurt Vonnegut, Jr.
Presentación de A. Jiménez Morato
Ilustraciones de Marieta Moraleda
Fran G. Matute
Nueva York nunca fue un buen lugar para ser 'hippie'. Sí, estaba el Greenwhich Village tomado por los 'folkies' y en Washington Square se concentraban todos los 'beatnicks' para intercambiar sus soflamas, pero la mayoría de ellos emigró a la Costa Oeste en busca de paz, amor, comprensión y, sobre todo, sol y tías en biquini. Y 1974 no era, desde luego, el mejor momento para seguir pregonando el amor libre por el asfalto de Manhattan. Pero ahí está Horse Badorties, tío. Deambulando por el Lower East Side. Haciendo lo que puede, ¿sabes? La vida es dura, tío. Le persigue su casero porque no paga el alquiler de su cubil. Pero él está preparando su gran obra. Esa que pasará a la posteridad, a los anales de la historia de la música. Badorties está organizando un coro de pollitas quinceañeras (así las llama, tío). Su Love Chorus, que canta como los ángeles. Badorties es el director de orquesta. Y quiere que durante el concierto todas sus pollitas tengan encendido un ventilador de mano, de esos pequeños que van a pilas. El ruido de las aspas generará un mantra musical único, que se convertirá en su canto del cisne... De esto va El hombre ventilador (1974), novela escrita por William Kotzwinkle y protagonizada por uno de los 'hippies' más recalcitrantes que haya dado la literatura norteamericana. Una vida que transcurre, irónicamente, en el peor momento y lugar posible para ser, pues eso, alguien como Horse Badorties.
Pocos son capaces de reconocer el verdadero punto de inflexión que dio al traste con el movimiento 'hippie'. No fue el fiasco de la Guerra de Vietnam, ni la muerte de Janis Joplin-Jimi Hendrix-Jim Morrison, ni fue el Festival de Woodstock su última palabra. El auténtico final del hippismo ocurrió el mismo día que Hyman Golden, Arnold Greenberg y Leonard Marsh concibieron las bebidas Snapple, que pronto tomarían los tenderetes del Village, circunstancia ésta que representó mejor que ninguna otra cómo el sueño de una generación fue succionado por el capitalismo, etiquetado y embotellado para disfrute de los 'yuppies' de Wall Street. Eso ocurrió en Nueva York a principios de los 70. Eso ocurrió en el tiempo de Horse Badorties.
Pero si algún reducto siguió existiendo en el Nueva York de aquélla época donde encajara nuestro protagonista, ese era el Lower East Side, tío. Hoy día, este barrio es la cuna de lo 'hipster' (si no me creen, vayan allí y siéntense en la terraza del 7A a deglutir una hamburguesa y escudriñar a los transeúntes; y si les viene mal en este momento coger un vuelo destino la Gran Manzana, pues lean el entretenido ensayo ¿Qué fue "lo hipster"?, editado por Mark Greif). Pero el Lower East Side también es el barrio por excelencia de los portorriqueños 'nuyoricans' -aunque ellos lo llaman "Loisaida"-, lo que no parece gustarle mucho a nuestro Horse Badorties. Será por eso que podemos verle con su morral, su gorra de orejeras, su paraguas y el sempiterno ventilador de mano por el Tompkins Square Park, lugar emblemático de la oposición a la Guerra de Vietnam y base de operaciones de los 'hare krishnas' neoyorkinos, vecinos también indeseables para el amigo Badorties.
Con todo, resulta que El hombre ventilador no es más (ni menos) que un claro ejemplo de esa literatura de personajes que tanto gusta a los americanos. De hecho, asusta comprobar cómo esta novela de Kotwinzkle comparte más de una similitud con La conjura de los necios (que fue escrita por John Kennedy Toole antes, pero publicada después). No sólo cuenta con un personaje central esquizoide muy del estilo de Ignatius J. Reilly, con su particular visión del mundo y su obsesión por el sexo, sino que ambos personajes viven en el desorden y la suciedad, han sido llamados por la divinidad para obras mayores que nadie comprende y ¡hasta tocan el laud y les gustan los perritos calientes!. Hemos imaginado también a Horse Badorties como una mezcla imposible entre el Peter Sellers de Te quiero, Alice B. Toklas (1968) y el Dustin Hoffman de ¿Quién es Harry Kellerman? (1971). En ocasiones 'naïf' (no olvidemos que Kotzwinkle es un exitoso autor de literatura infantil), en otras inquietantemente disperso. Esta novela es un extraño cuento que pone de manifiesto el fin de una era a la vez que rescata la necesidad de seguir luchando por unos ideales, aunque esa lucha se haga desde la inconsciencia o la enajenación. Baste comentar "el día chicharra" que sufre Badorties poco antes del concierto, y la sucesión de "impersonaciones" en las que se desdobla el personaje a lo largo de la novela (El Tío Esperpento, el Comodoro Cateto, El Doctor Foot-Itch), que nos han recordado al Billy Pilgrim de Matadero cinco (1969) o al Walter Mitty de James Thurber, pero bañados en ácido.
No nos sorprende que este tipo de literatura vea la luz hoy día en nuestro país pues su publicación encaja perfectamente con una línea editorial que viene rescatando en los últimos años artefactos 'sixties' muy del estilo de El hombre ventilador, como la recuperación de la obra de Richard Brautigan por parte de la editorial Blackie Books o el mismo Jop de Jim Dodge, que publicó recientemente la propia Capitán Swing. No nos extraña, tampoco, que esta historia sea del agrado de Kurt Vonnegut, Jr., autor del prólogo (por llamarlo de alguna forma) de esta edición tan completa e ilustrada (de forma un poco feísta, todo sea dicho). Como apunta el maestro: "Hay que entender que en este libro Badorties es el único juez, y que eso debe bastar o, repito, este libro no es para tí. Es como un huevo. Todo lo que se supone que está dentro de la cáscara, está allí. Buena suerte para el huevo, y para ti."
5 comentarios:
Mira que te gustan este tipo de libros. Tal como lo pintas, me lo pillo. Gracias.
Pues lo dicho. Buena suerte para el huevo, y para tí... ;)
El tema del hippismo cada vez me interesa menos porque me parece una auténtica patraña. Pero tengo una pregunta: ¿hay que leerlo? Es decir, ¿es hilarante?
Lo que sí me parece interesante es pensar que los hippies duraron hasta los 70, no por llegar otras tribus urbanas o modas nuevas como los glam, los punks o la new wave, quedó el hippismo automáticamente erradicado.
Pensaba que la reseña dejaba claro que el libro no nos interesará, pero si una lectora dice que se lo pillará, eso significa que la reseña tiene la rara virtud de atraernos y repelernos a partes iguales, acorde al gusto de cada lector. Un aplauso!
Comprendo perfectamente la repulsa que causa el trasnochado hippismo en el buen Moraga y con ese prejuicio comencé a leer "El hombre ventilador", hasta que las tonterías de Horse Badorties empezaron a hacerme gracia, no en plan hilarante, sino en plan empático.
No creo que esta sea una lectura fundamental ni para entender el movimiento (no deja de ser un artefacto más propio del post-hippismo que de la contracultura 'sixties') ni desde luego ofrece una moraleja válida o extrapolable a nuestro tiempo.
Es simplemente una sucesión de chorradas protagonizadas por un pirado drogado. Así que, sí, depende del gusto de cada lector y de lo que dice Kurt Vonnegut Jr, de lo que te dejes llevar por Horse Badorties.
P.D.: Si he tenido que escribir un comentario tan grande para explicar lo que me ha parecido el libro es que mi reseña no servía para nada... :(
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