Jerzy Kosinski
Debols!llo, 2011
ISBN: 978-84-9908-585-2
160 páginas
9,95 €
Traducción de Carlos Milla Soler
Premio National Book 1968
Fran G. Matute
Descubro casi por casualidad que la obra más significativa de Jerzy Kosinski ha estado siendo recuperada por la
editorial Debols!llo. Kosinski ha sido siempre uno de mis autores favoritos y
eso que nunca he considerado que sea un gran escritor. Lo que más me ha
fascinado de este autor de origen polaco, pero afincado en los Estados Unidos,
es su visión del mundo y cómo ésta ha quedado plasmada en su novelística. En
sus tres obras fundamentales -a saber, El pájaro pintado (1964), Pasos (1968) y Desde el jardín (1971)- quedan reflejadas todas las
fobias y filias de este exitoso autor que hoy día casi nadie recuerda: los
horrores de la guerra, la vacuidad de la vida moderna, el aislamiento del ser
humano, la estupidez de la clase política. Estos son, en esencia, los temas
sobre los que gira la literatura de Kosinski y me parecen materias importantes,
más si están escritas por un expatriado que ha vivido en sus carnes las grandes
dicotomías del siglo XX.
Insistimos en que Kosinski nunca nos ha parecido un prosista
extremadamente meritorio. Más bienintencionado que otra cosa, pero lo cierto es
que su obra está repleta de escenas desasosegantes, pues es el material sobre
el que escribe no puede dejar indiferente a nadie. Es tal la fuerza de sus
textos que no necesita de abalorios lingüísticos para vendértela. Confieso, por
ejemplo, que finalizar la lectura de El
pájaro pintado me costó más de un intento por la dureza de algunos
pasajes.
Y mucha de esa fiereza recorre estos Pasos, la que
seguramente sea su obra más experimental en cuanto a estructura se refiere. Una
novela construida a base de retazos, recuerdos, anécdotas, conversaciones de
alcoba. Respuestas sin preguntas. Todo en primera persona, si bien nunca
tenemos muy claro quién es el narrador. ¿Es el mismo sujeto en todos los
párrafos? ¿Es el propio Kosinski? Muchos datos autobiográficos se cuelan en el
texto pero no termina de romperse con el cordón de la ficción. Casi todos los
fragmentos hacen referencia a un pasado no muy lejano -para finales de los
sesenta, claro- marcado por la experiencia de vivir en un país comunista o por
la participación en la Segunda Guerra Mundial. Nos habla un hombre -que bien
pueden ser varios- profundamente afectado por lo que allí vivió y presenció, y
que ha visto mermada su capacidad para interactuar con el resto de seres
humanos, para relacionarse en todos los ámbitos. Pero sobre todo, Kosinski nos
habla de relaciones afectivas, sexuales, de aberraciones (zoofilia incluida),
silencios y disfunciones. Es por esto que Pasos no deja de ser una novela
tremendamente conectada al tiempo de su publicación pues debe ser uno de los
primeros artefactos culturales que ponía en tela de juicio las bondades de la
tan cacareada libertad sexual.
Kosinski reniega de
su pasado y no tiene miedo en descubrir los pecados de su pueblo pero no por
ello acepta que el modo de vida de su país de acogida, de la
nación "salvadora", deba ser respetado en todos sus
aspectos. Se convierte así Kosinski,
basado en su experiencia personal, en el mejor azote posible al sistema
capitalista. Solo que en Pasos, la voz de Kosinski
parece un susurro, como extrañado o avergonzado de no saber encontrar su hueco
en la sociedad norteamericana, de ahí esas confesiones de alcoba en las
que el narrador se siente a salvo de mostrar su verdadero punto de vista. Es
esta una máxima de su literatura y con independencia de que dicho sistema
terminara por absorber al escritor polaco -Hollywood le hizo esa fatídica llamada
que uno no puede rechazar-, podríamos paralelizar la importancia cultural de
las primeras obras de Kosinski con las de, por ejemplo, Vladimir Nabokov.
Al margen de lo anterior, Pasos no deja de ser una ‘rara avis’ dentro
de la producción narrativa norteamericana de la época debido, sobre todo, a la
modernidad de su propuesta. De hecho, el mismísimo David Foster Wallace alababa esta novela -que, de alguna
forma, presenta cierta similitud estética y temática con sus Entrevistas
breves con hombres repulsivos- comparándola
con lo mejor de Kafka por esa capacidad que tiene de plasmar
la extrañeza de lo cotidiano. Pasos ha envejecido mejor de lo que se
esperaba, pues sigue intrigando al lector con independencia de la generación a
la que pertenezca. Una novela que sin duda merece ser rescatada -se hacía
necesaria, igualmente, la nueva traducción pues recordamos con horror la
anterior edición publicada por la extinta Arcos Vergara- no ya del olvido
colectivo sino que, en nuestra humilde opinión, debería formar parte de los
circuitos académicos universitarios pues estamos ante una pieza maestra
tanto histórica como literariamente hablando.
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