Alejandro Luque
No me atrevería a decir que estemos en una edad dorada de la literatura autobiográfica, las memorias, los diarios y los dietarios. Pero no cabe duda de que el renovado interés que las editoriales españolas vienen demostrando por el género está permitiendo descubrir a autores cuyo fuerte es precisamente esa forma de escritura del yo, tan digna como la mejor de las ficciones. He aquí dos casos ejemplares:
Piel roja
Juan Gracia Armendáriz
Demipage, 2012
ISBN: 978-84-92719-89-1
274 páginas
18 €
Escribir un libro como éste cuesta un riñón. En
concreto, el que hubieron de trasplantar a su autor para poder seguir viviendo
después de un largo proceso de hemodiálisis. Piel roja es la culminación
de lo que el propio Gracia Armendáriz ha dado en llamar la Trilogía de la
enfermedad, iniciada con La línea Plimsoll (2008) y continuada con Diario
de un hombre pálido (2010). Una crónica morosa, de bien dosificada
intensidad, que parte de un problema de salud -una dolencia renal- para derivar
hacia reflexiones y preguntas de diversa trascendencia.
El primer acierto de Piel roja es el de
acomodar una voz narrativa propia al formato de diario; el segundo, lograr que
la narración se sacuda el ensimismamiento que tanto suele afectar al género,
porque, como ha sabido ver el pamplonés, en la literatura diarística se trata
también de escribir un relato. Este Piel roja –título alusivo a la
recuperación del color por parte del paciente, una vez consumado con éxito el
trasplante– resulta más unitario de lo que a simple vista parece, porque sus
líneas argumentales remiten a un mismo centro: las posibilidades de heroísmo, o
al menos de grandeza, que surgen cuando la vida te pone a prueba. Frente al tópico
del ciudadano gris del siglo XXI, sumido en una existencia anodina, la épica de
lo cotidiano.
Son muchos los casos que hilvana el libro: la gesta de
salvar la propia vida y la formidable generosidad del familiar donante, la
odisea que entraña la adopción de una niña en China, el coraje del padre que se
enfrenta, a pecho descubierto, al fanatismo encarnado en los bárbaros de ETA. Y
todo ello, espolvoreado con la ralladura de almendra de las lecturas, las
películas, la música, el amor y los amigos, la vida paralela, y a menudo
falseada, de las redes sociales. La épica, también, de dejarse la vida en lo
que uno escribe. O, como mínimo, un riñón.
Ratas en el jardín
Los dietarios ofrecen al lector un ángulo especial para conocer a los escritores. A veces iluminan zonas de su personalidad que las ficciones ocultan, otras les permite asomarse a su intimidad a través de un agujero impúdico, o ponen sobre el tapete ideas políticas, literarias o vitales más o menos reveladoras. Lo seguro es que la lectura de un buen dietario siempre es un placer.
Ratas en el jardín
Valentí Puig
Libros del Asteroide, 2012
ISBN: 978-84-9266-363-7
176 páginas
17 €
Los dietarios ofrecen al lector un ángulo especial para conocer a los escritores. A veces iluminan zonas de su personalidad que las ficciones ocultan, otras les permite asomarse a su intimidad a través de un agujero impúdico, o ponen sobre el tapete ideas políticas, literarias o vitales más o menos reveladoras. Lo seguro es que la lectura de un buen dietario siempre es un placer.
Es el caso de Ratas en el jardín, del periodista y escritor mallorquín Valentí Puig, que acaba de ver la luz
con el mimo habitual en Libros del
Asteroide, pero que data de 1985. Veintisiete años después, el público puede asomarse a aquel
tiempo de Guerra Fría, a aquella Transición
que ya empezaba a producir decepciones y
aquella germinal Unión Europea que todavía era capaz de despertar ilusiones. Puig, buen conocedor y seguidor del gran Josep
Pla, escribe a tumba abierta, con excelente tono
–la mano del poeta de Blanc de blancs y Molta més tardor no pasa desapercibida– y
sin posar para la galería.
Ésta es precisamente una de las cosas más llamativas del
volumen: que un señor de derechas no sólo no guarde las apariencias en público,
sino que se abstenga de retocar su autorretrato –a la manera de un Jesús Pardo-
cuando rescata sus cuadernos al cabo de tanto tiempo. A diferencia de sus Cien días del milenio, un diario que respondía
a un proyecto premeditado, acotado en el tiempo y por tanto más artificioso, aquí tenemos la vibrante
sensación de acercarnos mucho a la verdad del hombre. Amigo de
los alcoholes y de la compañía de pago, además de
mostrarse simpatizante con Reagan, el autor
recrea la atmósfera a ratos fascinante y a
ratos opresiva de la isla, dialoga con sus fantasmas íntimos y con sus referentes literarios, mientras afuera, en el
jardín de su casa, se oye el movimiento de
las ratas entre las hojas.
Una extraña y feliz apuesta del editor Luis Solano que sólo nos deja
una petición: ¿Para cuándo los demás
dietarios de Puig?
No hay comentarios:
Publicar un comentario