Elecciones generales. Todo a cien
Daniel Lebrato
SIM Libros, 2009
ISBN: 978-84-613-4060-6
55 pág.
7 euros
Jesús Cotta Lobato
A veces uno da con libros deliciosos y pequeños que le saben a gloria porque tienen lo mejor de su autor, que en este caso es mucho. Son libros donde el autor pone toda su sangre, todo su empeño, su razón y su corazón, su experiencia vital y su mundo poético, y luego lo quintaesencia y nos lo presenta en forma de elixir que se bebe en pequeñas dosis, porque la sustancia es intensa.
Yo, que soy un enamorado de los aforismos y las sentencias, he disfrutado como un enano con este Todo a cien.
Dos poemas conforman el prólogo y uno el epílogo y en medio el logo en forma de cien pensamientos agudos y brillantes, que tan pronto son máximas vitales como microrrelatos, y van desde la máxima a la greguería, desde la sátira mordaz a la exultación lírica, desde la proclama al arponazo, desde el buen titular de prensa a una nota a pie de página de un relato que el lector tiene que suponer, desde una impresión surrealista y onírica a unas notas de pintor para un cuadro, y todo entreverado de poesía, juegos de palabras y dobles sentidos. Cien disparos floridos e inclasificables, siempre in medias res, como a mí me gusta.
El autor no tiene además pudor ninguno en proclamar su pensamiento libre y difícil de etiquetar, que es el tipo de pensamiento que a mí me gusta y que necesitamos en esta época de dicotomías ideológicas de buenos y malos.
Si los dos poemas de confesión que figuran en el prólogo son sinceros y rotundos, el poema largo del epílogo tiene quizá demasiado de manifiesto político y con ello pierde un poco de garra poética, pero sigue siendo poesía de la buena, escrita en liras perfectamente medidas, y eso es lo novedoso: un metro clásico para un pensamiento nada clásico:
Numerados los mundos,
El nuestro es el primero
Y el resto aprenda inglés y a ser paciente…
Si mueren los obreros,
También le duele al yupi la cabeza.
Pero, a mi juicio, es el logo de los cien disparos lo mejor del libro. No habría podido yo lanzar a la casta política una puya mejor que esta:
Corazón de pizarra, empezó su carrera saliendo de delegado. Los repetidores se la tenían jurada a base de tiza y coscorrones y él se vengaba chivándose de los becarios.
¿Y qué me dicen de esta joya, que no sé si clasificar de microrrelato o estampa genial?
Habían quedado. Ella, biobífida, y dermo protectora. Él, manejando el látex de los preservativos como en quirófano los guantes de operar.
Recurra, pues, a este libro el amigo del talento, la intensidad y la elegancia más desnuda y todo aquel que aún acepte hacer de malo si es buena la película.
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