Josan Hatero
Alfaguara, 2010
ISBN:9788420405469
232 páginas
17 €
Carolina León
Tres libros, al decir del propio autor, están en el origen de La piel afilada: Las ciudades invisibles de Calvino, El libro de los seres imaginarios de Borges, y Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters. En ellos se inspiró. En el caso de éste que nos ocupa, la ambición de "catálogo" es aquello que comparte con los anteriores: procura ser, como reza el subtítulo, un "bestiario de amantes". Así, está construido a base de breves textos descriptivos, como entradas de una enciclopedia, pero sin ningún rigor científico; faltaría más; es una empresa literaria y no se le pide tal cosa.
Hatero se propone la ingente tarea de categorizar los tipos de amantes, las formas, modos y consecuencias del rozar la piel. Crea curiosos animales amatorios, todos con un título ("Berlineses", "Los que no se tocan", "Hooligans", "Crueles"...), y ciñe sus descripciones a pasajes, rasgos del comportamiento, compulsiones, o engarza en el interior de los textos microrrelatos de gran atractivo. En un principio, la tarea me parece la mar de sugestiva: "¿dónde estoy? ¿qué tipo de amante soy?", son preguntas muy lícitas durante el recorrido, y sin esfuerzo el lector podrá encontrarse en una u otra de sus páginas.
La mayoría de los fragmentos son exitosos: colman la expectativa con una minuciosa elaboración prosística e imaginativa. Es interesante por cuanto muchos de esos tipos son francamente anómalos, irreconocibles en el mundo, y sin embargo el lector inteligente encontrará en la mayoría una coherencia interna suficiente para otorgarles verdad. Que es en último término lo único que se le pide a la litertura. Aquí dentro, mientras, lo más destacable es el trabajo sobre la prosa, delicado, cuidadoso y coqueto, y la colección es amena, deleitable, mientras que se mantiene en conversación con el lector y le guiña del ojo; mientras que la literatura reina.
Sin embargo, lo que se le debe achacar a este libro es la parquedad de su ambición. Porque ahí donde debería crear una eterna, abarcadora enciclopiedia de los posibles tipos amatorios, resulta en una colección algo desordenada y, a ratos, de dudosa ambición zoológica; ahí donde debería haber dado rienda suelta (de verdad) a la imaginación, se cuela la voz del autor con comentarios (cuando nos dice "de esto no puedo aportar más datos" o "no existen evidencias"). Es evidente que hay un autor, a ningún lector de un libro como éste se le escapa, por ello da un poco de sonrojo que éste intente pasar por "certezas" algunas de sus construcciones imaginativas. Es ahí, en un juego poco honesto (que parece decirnos "soy un manual, pero no tengo ninguna base, soy libre a ratos y a ratos me recojo") donde se encorseta demasiado y parece darnos recetas, incluso acercándose peligrosamente a la autoayuda: en concreto, durante esas supuestas entrevistas a personas "reales" que se intercalan en el "bestiario". Entonces pierde por completo el interés.
Pero, mientras tanto, en La piel afilada también hay hallazgos: "Como un ciego vengativo con una pistola, su amor se dispara sin dirección ni objetivo". Brindo esta pequeña muestra, algunas de sus muchas subrayables frases. En nuestra humilde opinión, "el recopilador", Hatero, habría hecho bien dejándose llevar un poco más por aquel fuego en el cuerpo que empujaba a Laura Palmer, abandonando un poco la seguridad del puesto de observador, el objetivo de la cámara o el sillón al borde del diván psicoanalista. Sabemos que sus modelos, los mencionados arriba, eran bichos de palabras y material literario de primera, probablemente muy poco duchos en las realidades por las que fueron inspirados, pero para hablar del amor bien habríamos esperado un poco más de desmelene y ardor.
Tres libros, al decir del propio autor, están en el origen de La piel afilada: Las ciudades invisibles de Calvino, El libro de los seres imaginarios de Borges, y Antología de Spoon River de Edgar Lee Masters. En ellos se inspiró. En el caso de éste que nos ocupa, la ambición de "catálogo" es aquello que comparte con los anteriores: procura ser, como reza el subtítulo, un "bestiario de amantes". Así, está construido a base de breves textos descriptivos, como entradas de una enciclopedia, pero sin ningún rigor científico; faltaría más; es una empresa literaria y no se le pide tal cosa.
Hatero se propone la ingente tarea de categorizar los tipos de amantes, las formas, modos y consecuencias del rozar la piel. Crea curiosos animales amatorios, todos con un título ("Berlineses", "Los que no se tocan", "Hooligans", "Crueles"...), y ciñe sus descripciones a pasajes, rasgos del comportamiento, compulsiones, o engarza en el interior de los textos microrrelatos de gran atractivo. En un principio, la tarea me parece la mar de sugestiva: "¿dónde estoy? ¿qué tipo de amante soy?", son preguntas muy lícitas durante el recorrido, y sin esfuerzo el lector podrá encontrarse en una u otra de sus páginas.
La mayoría de los fragmentos son exitosos: colman la expectativa con una minuciosa elaboración prosística e imaginativa. Es interesante por cuanto muchos de esos tipos son francamente anómalos, irreconocibles en el mundo, y sin embargo el lector inteligente encontrará en la mayoría una coherencia interna suficiente para otorgarles verdad. Que es en último término lo único que se le pide a la litertura. Aquí dentro, mientras, lo más destacable es el trabajo sobre la prosa, delicado, cuidadoso y coqueto, y la colección es amena, deleitable, mientras que se mantiene en conversación con el lector y le guiña del ojo; mientras que la literatura reina.
Sin embargo, lo que se le debe achacar a este libro es la parquedad de su ambición. Porque ahí donde debería crear una eterna, abarcadora enciclopiedia de los posibles tipos amatorios, resulta en una colección algo desordenada y, a ratos, de dudosa ambición zoológica; ahí donde debería haber dado rienda suelta (de verdad) a la imaginación, se cuela la voz del autor con comentarios (cuando nos dice "de esto no puedo aportar más datos" o "no existen evidencias"). Es evidente que hay un autor, a ningún lector de un libro como éste se le escapa, por ello da un poco de sonrojo que éste intente pasar por "certezas" algunas de sus construcciones imaginativas. Es ahí, en un juego poco honesto (que parece decirnos "soy un manual, pero no tengo ninguna base, soy libre a ratos y a ratos me recojo") donde se encorseta demasiado y parece darnos recetas, incluso acercándose peligrosamente a la autoayuda: en concreto, durante esas supuestas entrevistas a personas "reales" que se intercalan en el "bestiario". Entonces pierde por completo el interés.
Pero, mientras tanto, en La piel afilada también hay hallazgos: "Como un ciego vengativo con una pistola, su amor se dispara sin dirección ni objetivo". Brindo esta pequeña muestra, algunas de sus muchas subrayables frases. En nuestra humilde opinión, "el recopilador", Hatero, habría hecho bien dejándose llevar un poco más por aquel fuego en el cuerpo que empujaba a Laura Palmer, abandonando un poco la seguridad del puesto de observador, el objetivo de la cámara o el sillón al borde del diván psicoanalista. Sabemos que sus modelos, los mencionados arriba, eran bichos de palabras y material literario de primera, probablemente muy poco duchos en las realidades por las que fueron inspirados, pero para hablar del amor bien habríamos esperado un poco más de desmelene y ardor.
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