England’s Dreaming
Jon Savage
Traducción de Marc Viaplana
Reservoir Books
ISBN: 978-84-397-2176-5
736 páginas
29,90 €
Durante muchos años, los amantes de la literatura musical en castellano hemos padecido los rigores de un incomprensible vacío bibliográfico en torno a la música que se enmarca dentro de ese generoso e impreciso espectro que damos en llamar pop/rock. Salvando la labor de editoriales como Edicomunicación o Cátedra (sí, la que edita las biografías musicales con esos característicos lomos de colores chillones), y de una nómina de autores todoterreno que en muchos casos suplían la falta de densidad con oficio y un punto de entrega heróica (Jordi Serra I Fabra, Mariano Muniesa…), tradicionalmente la estantería que se ocupaba de la música en las librerías patrias ha sido siempre la que se mostraba más menuda e insípida.
De hace unos años acá, no obstante, la tendencia ha empezado a cambiar, merced a editoriales que abordan el género de la crítica, el ensayo y la biografía musical desde una perspectiva más seria y rigurosa, lo que implica -¡por fin!- la traducción al castellano y consiguientemente la importación de los grandes títulos relacionados con este subgénero. Ahí están editoriales como Global Rythm Press, Milenio o Ma Non Troppo (Robinbook), que están permitiendo por fin la penetración en el mercado nacional de títulos con los que muchos hemos soñado durante décadas.
Este retraso es lo que explica que hayamos tenido que esperar unos diez años para poder hincarle el diente al libro que hoy reseñamos. Se trata, como reza la contraportada, del libro “definitivo” sobre los Sex Pistols y el movimiento punk. Una obra a medio camino entre la biografía, el ensayo sociológico y la teoría musical que puede resultar algo dura para los no iniciados, pero que es de lo más interesante para todos aquellos que manejan los códigos básicos del movimiento punk y que aspiran a desenvolverse en el movimiento y sus implicaciones por encima de sus eslóganes e iconos.
El ensayo viene a corroborar, con gran profusión de detalles, cuestiones que ya sospechábamos. Como por ejemplo, que el origen del movimiento no estaba, como quisieron hacernos creer, en Gran Bretaña, sino en EE.UU, merced a grupos como los New York Dolls o los Ramones. O como que Malcom McLaren, el artífice del fenómeno Sex Pistols (fallecido, por cierto, hace un par de meses), no era más que un mercachifle obsesionado con la notoriedad y el dinero. O como, por ejemplo, que Sid Vicious era un tipo con escaso talento pero que daba el tipo. Probablemente el que sale mejor parado de todo el fresco es John Lydon, a quien hay que atribuir la mayor parte del genio del fugaz combo, si es que algo de eso hubo.
Me atrevería a decir que England’s Dreamin completa la pata que le restaba a la silla que componía Greil Marcus en su audaz Rastros de Carmín (Anagrama), un ensayo modélico sobre cómo abordar la interpretación histórica desde un planteamiento creativo y altamente estimulante. Si Rastros de Carmín era un ensayo en toda regla sobre la “historia oculta” que comunica los movimientos estéticos anarquizantes de comienzos de siglo XX con el punk de los años 70, England’s Dreaming es un ensayo en profundidad sobre estos años 70, con una perspectiva marcadamente sociológica pero sin descuidar en ningún momento los aspectos musicales.
En su pretensión de rigor, el volumen quizá resulte ligeramente árido en algunos momentos (tiene más de 700 páginas), pero en cambio es una obra completísima, hasta el punto que incorpora apéndices de gran valor que nos ayudan a tener un conocimiento sobre el movimiento bastante completo.
En todo caso, al finalizar el libro, uno tiene una sensación extraña. Se siente muy almorzado de punk, pero vuelve a escuchar el Never Mind The Bollock y el aroma de espontaneidad y brillo ya no parece el mismo. Es uno de esos libros que lo vuelven a uno un poco más resabiado, y que dejan la sensación de haber perdido algo en el camino. Vale, el punk fue todo eso, pero tampoco hay que echarle tanta cuenta al papel. Sabe que detrás del punk había una actitud, que estaba el poso de la crisis y de la falta de oportunidades para la juventud británica, que también estaba Guy Debord y la influencia de su Internacional Situacionista. Pero como los cadáveres exquisitos del surrealismo, que también acabaron sepultados bajo capas y capas de teoría, el fuelle inicial, el resorte primigenio, no consistía en realidad más que en hacer mucho el gamberro.
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