10 junio 2010

Y tanto

Límites y Progresiones

José María Cumbreño

Baile del Sol

Tenerife, 2010

ISBN: 978-84-15019-00-8

138 páginas

10 euros

Daniel Ruiz García




Límites y Progresiones, de José María Cumbreño, es uno de esos libros que hay que leer lápiz en ristre, porque son muchas las veces que uno se ve impelido a subrayar. Es un libro enorme, emocionante, a veces incluso impúdico. No se me ocurre una expresión más eficaz de conversión del sentimiento íntimo, doméstico, en palabras.

Es difícil definir este libro de Cumbreño, como resulta difícil describir gran parte de su literatura. Miscelánea sería probablemente el término más apropiado, porque entre las páginas de Límites y Progresiones hay de todo: aforismos, poemas, apuntes de dietario, relatos breves. A veces recuerda un poco a Italo Calvino, pero otras veces tiene el descarnamiento de un Carver, con momentos de impulso rabioso, que conviven con otros de gran recogimiento.

Cumbreño hace de la técnica del collage un verdadero magisterio. Además de enseñarnos que era posible alcanzar la santidad a través del ejercicio del malditismo más desquiciado (asesinato de esposa incluido), William Burroughs nos mostró de qué manera no había que trabajar el collage, o el cut-up, como lo bautizara Brion Gysin. Porque el collage, el sampleado, para que resulte efectivo, debe contar con cierta hilación, con un poso semántico, dramático, e incluso de argumento común. En Límites y Progresiones, Cumbreño demuestra que es posible hacer collage, e incluso hacerlo de forma impecable, sin que en ningún momento perdamos la perspectiva y el contexto de lo que se nos cuenta. Cumbreño riza el rizo del “corta y pega”, incorporando incluso frases que escucha en el ambiente doméstico a su propio hijo pequeño (hijastro, por los afectos que demuestra a lo largo del libro, no es un término apropiado), y que son engarzadas en la obra de manera natural, permitiendo en todo momento el reconocimiento de la voz.

Esto no quita que en Límites y Progresiones se hable de muchas cosas, y que sea posible (otra bondad de la literatura de Cumbreño) la polisemia. Puede entenderse como una toma de posiciones frente a la paternidad asumida y también la impuesta. Puede concebirse como un tratado sobre el amor doméstico. También es, en cierto modo, un ensayo sobre la literatura y sobre el hecho literario. En su conjunto, a través de su recorrido diacrónico, es una crónica personalísima sobre la forja de una trayectoria literaria, acontecida a lo largo del breve lapso de tiempo que discurre entre dos veranos (2007-2008).

Es un libro bellísimo, que recomiendo a todos los que gustan de la literatura consagrada a las cosas que no hacen ruido. Literatura de las pequeñas cosas, podríamos denominarla, el compromiso con la observación del mundo a través del ojo de la cerradura.


Un diario.

Palabras debajo de una fecha.

Contar cosas a medida que suceden.

No se trata de hacer una relación de objetos perdidos, sino de hacerla antes de que se pierdan.


Nada del otro mundo. Y tanto.

1 comentario:

omar dijo...

felicidades a Cumbreño y espero poder leerlo pronto.