Indecentes. Crónica de
un atraco perfecto
Ernesto Ekaizer
Espasa, 2012
ISBN: 978-84-6700-744-2
192 páginas
15,90 €
Jabo H. Pizarroso
En el año 2007 cuando nadie sabía aún que
los precios de las viviendas, las casas, los inmuebles, o los chalets, gran
tabú, iban a bajar seis o siete trimestres más tarde, Ernesto Ekaizer
recibe un 'christmas' en su bandeja de entrada, en el que
alguien le linquea a la grabación de un programa de la BBC. En ella, dos afamados humoristas ingleses versan, conversan y diversan acerca de
las hipotecas 'subprime'.
Todos recordamos que son aquellas en las que según algunos anida la causa de la
estafa económica actual (sobre esto habría que decir mucho ya que la causa de
esta estafacrisis está en aquellas prácticas financieras que le buscaron valor
y rentabilidad de mil y una maneras a éstas hipotecas sin garantía de cobro;
Otra fórmula más de apropiación indebida por parte de los poderosos hacia las
clases populares). Estos dos humoristas evidencian una certeza, “todo esto se
sabía”, pero si es así, ¿quiénes son los que lo sabían?, Los indecentes, o más
bien Los hijueputas, como le habría titulado yo.
Pero no es mi interés cambiarle el título
a Ekaizer. Por ahora. Dejémoslo en Indecentes. Son indecentes porque lo
sabían. Si hubieran hecho algo, su decencia les habría obligado a decir todo
aquello que sabían que estaba ocurriendo y todo aquello que intuían que iba a
ocurrir tras analizar y ver como nadie lo que estaba ocurriendo. Sobre todo los
"amigos de la cosa pública". Ekaizer llena de ejemplos varios y
variados estas evidencias y nombra a cada uno de los ciegos que vieron, o
dicen que vieron. Los otros y los demás, estaban y estábamos ciegos. Y los
gobernantes sobre todo, instalados en una ceguera consciente efectuaron
su trabajo desde la indecencia, un trabajo que puede que les haya convertido en
timoratos para algunos, indecentes para otros o terroristas para mí.
La inmensa minoría del 1% sabía todo. La
gran mayoría no tenía ni puta idea y seguía firmando hipotecas en medio del fin
de la historia fukuyámico. Antes de ese anticlímax, (el clímax es lo que
estamos viviendo ahora), algunos intuyeron determinadas cosas, (los asesores
decentes del 1% indecente), pero los que tenían que haber parado, los
políticos, pesebreros y pancistas, no dijeron nada. No se atrevieron a ejercer
su voluntad, voluntad política por supuesto. No colocaron palos entre los radios
de las ruedas del desarrollo desbocado del capitalismo occidental espoleado por
una burbuja económica ladrillera inconmensurable y una crisis financiera que le
seguía como el rastro de sangre al cuerpo baleado y herido que huye.
En el estado español Miguel Ángel
Fernández Ordóñez, los analistas del Banco de España, algún ministro de
Industria, léase Miguel Sebastián, algún que otro director de cajas de ahorros
y varios economistas de perilla-felpudo, hablar quedo, frugal hacienda, rostro
enjuto y voz de pito olieron a butano y avisaron: ¡Esto estalla! Pero la mayor
parte de los que detentaban el poder decidieron seguir la fiesta. Estábamos
todos embobados con los 40 años de hipoteca-esclava, (¡Ya no 25 años de paz,
señores, sino 40 añazos de paz, ¡qué chuli!), y con el hecho cierto de que el
precio pagado se había revalorizado un 10% más, una vez firmadas las escrituras
¡Qué caras de bobos después de haber dejado de ser libertos!, ¡qué temprano en
el sol lo que os decía!, ¡qué cara de alegría cuando decíamos al día siguiente
de la firma que si vendíamos el piso ahora nos daban un millón más! Lo triste
es que había mucha gente que tenía información privilegiada y veía las entrañas
de la fiera, pero si dijeron algo, (ahora salen muchos que sí, a toro pasado
afirman que ellos ya decían lo que iba a ocurrir), nadie les hizo caso.
Es de libro y de este libro, la
conversación o más bien las palabras que Rodríguez Zapatero, presidente del
gobierno del estado español desde 2004 hasta 2011, le lanzó a David Taguas, uno
de sus más estrechos colaboradores en esa época, asunto al que Ekaizer dedica
un capítulo del libro, y en concreto una cita que para Ekaizer es a Zapatero lo
que el "padre, ¿por qué me has
abandonado?", es a la teodicea occidental: "David, me gustaría ver
lo que tú ves y lo que nadie más que tú ve". Algo, por otro lado, que
nos sorprende a todos tanto como a Ernesto, debido a la sorpresa que supone ese
requerimiento hacia un asesor por parte de aquel presidente, y no han pasado
tantos años, que miraba a su pueblo como miran las vacas al tren.
¡Economía, ¿por qué nos abandonaste?!,
podría ser un nuevo título para este libro. Y digo esto porque siento que el
intratratexto que hay en este panfletillo baila y descansa sobre un
keynesianismo superado e inútil hoy. La crítica justa que hace de las actitudes
indecentes de todos aquellos que vieron y no consiguieron que los demás vieran,
o porque no tenían ganas, o porque eran unos sinvergüenzas o porque les iba
mucho dinero en que el común de los mortales no viera lo que estaba ocurriendo,
tiene un regusto de nostalgia progresista de chaqueta de paño, corbata gorda,
segunda vivienda y plasma. En esa nostalgia anida el "sin esos indecentes ahora
seguiríamos la mar de bien". Algo que no casa a mi entender con un horizonte
que abre este libro pero que el autor no explora hasta llegar a un análisis
radical y profundo de las causas íntimas de destrucción del sistema que afloran
como síntomas en esta crisis cíclica y ordinaria de un tipo de
capitalismo que está muriendo.
No me queda otra cosa que acabar con una
nueva propuesta. Se trata de un título supratextual para el otro libro al que
llegaría este libro que se ha quedado en la orilla, el otro libro que duerme
atontado dentro de éste y que seguro sería más afilado que el lamento
socialdemócrata con tintes de Indignado
15M que bucea bajo estas
páginas. Y para eso me sirvo de aquel que contaba a los niños como parían las
burras en su pueblo y así, juanramonianamente hablando o también, por qué no,
tranquilamente hablando como diría mi amado Gabriel, el título sería el
siguiente: ¡Ekonomía, dame el
nombre exacto de las cosas! Estudio de una sistema muerto desde una crítica
radical de la teoría del valor.
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