El deseo de lo único. Teoría de la ficción
Marcel Schwob
Páginas de Espuma, 2012
ISBN: 978-84-8393-160-8
172 páginas
21 €
Traducción de Cristian Crusat y Rocío Rosa
José Martínez Ros
“En todos los países del mundo hay devotos de Marcel
Schwob que constituyen pequeñas sociedades secretas.” Jorge Luis
Borges.
Entre los fans irreductibles de Marcel Schwob (1867-1905)
no sólo hay que contar a Borges, también a Alfonso Reyes, Roberto
Bolaño, Pierre Michon, Stanislav Lem o Enrique Vila-Matas. Con
un grupo tan distinguido de "devotos", quizás valga la pena acercarse
a la obra de este francés de origen judío, morfinómano, decadentista y
simbolista, acérrimo enemigo del realismo, enormemente culto y, por su parte,
admirador obsesivo de Robert Louis Stevenson -hasta el punto de
emprender un viaje de rasgos pesadillescos, que cerca estuvo de costarle la
vida, a los Mares del Sur, donde descansa para siempre su ídolo- y, sobre todo,
autor de una obra no demasiado extensa, pero donde hay que rescatar, al menos,
tres concisas obras maestras: Retratos imaginarios, una colección de
biografías reales y ficticias que han inspirado 'a posteriori' otros muchos
libros, de la Historia universal de la infamia a La literatura
nazi en América; El libro de Monelle, donde relata su relación con una
prostituta adolescente (Monelle) con una prodigiosa, alucinada, intensidad
verbal; y, por último, La cruzada de los niños, donde recoge la vieja
leyenda medieval y cuya estructura a base de monólogos entrecortados copió y
amplificó Bolaño en Los detectives salvajes.
Ahora, gracias a la editorial Páginas de Espuma y
al empeño de uno de los muchos schwobistas dispersos por el mundo, el
escritor Cristian Crusat, nos llega El deseo de lo único, una
selección de ensayos, prólogos y artículos que nos ofrece un panorama
intelectual, la “teoría de la ficción” de un autor tan desconocido como
influyente. En El deseo de lo único hay una extensa entrevista novelada,
pequeños estudios sobre Flaubert, Shakespeare y Thomas de
Quincey, un autor que admiraba y con el que tiene mucho en común, un ensayo
sobre el arte de la biografía y otro sobre Villon, el gran poeta maldito
del medievo francés, que podría estar perfectamente entre sus Retratos… y
un diálogo al estilo platónico en el que Schwob utiliza como
portavoces de sus ideas sobre el arte y la belleza a Dante, Calcavanti y Boticcelli.
Podemos apreciar su amor por la literatura
grecolatina y las tragedias shakesperiana en la que veía un modelo de
literatura dirigida a conseguir la emociones más intensas, la piedad y el
horror; su rechazo frontal a la novelas psicológica de la época y al determinismo
cientificista; su idea fundamental de que el arte es, justamente, “contrario
de las ideas generales”, pues se ocupa, ante todo, de lo individual, de lo
único, de lo marginado, de lo solitario.
Para los asiduos a Schwob, El deseo de lo
único es una lectura obligada; para los desconocedores, una nueva
posibilidad de acercarse a la literatura de uno de los padres de la modernidad.
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