Falsa pimienta
Amalia Bautista
Renacimiento, 2013. Colección "Calle del Aire"
ISBN: 978-84-8472-772-9
88 páginas
12 €
Antonio Rivero
Taravillo
Desde 1988 hasta hoy, Amalia
Bautista (Madrid, 1962) ha publicado Cárcel
de amor, La mujer de Lot y otros
poemas (1995), Cuéntamelo otra vez
(1999), Hilos de seda (2003), Estoy ausente (2004) y Pecados (2005), libros que han sido
recogidos en Tres deseos. Poesía reunida
(2006) y en las antologías La casa de la
niebla (2002) y Luz del Mediodía
(2007). En 2008 apareció Roto Madrid,
con fotografías de José del Río Mons
y prólogo de Andrés Trapiello, donde
ya figuraban aunque en otra ordenación poco menos de la mitad (28 frente a 63)
de los poemas que la poeta ha reunido un lustro después en esta Falsa pimienta.
Hay versos que resultan familiares y suenan a ya leídos,
lo que sin duda es atribuible a su presentación anterior en Roto Madrid, pero también al ritmo
preponderante en la autora de endecasílabos blancos (aunque no sea el único) y,
pese a las vicisitudes de la vida -con
alguna mudanza importante sobre la que la autora pasa de puntillas-, por su conexión con el mundo intimista,
hondamente femenino y tantas veces dolido de sus anteriores libros.
Sin embargo, hay páginas aquí muy frescas que no solo se
manifiestan nuevas por su condición de inéditas, y que cultivan una línea de la
poesía de Bautista que particularmente se agradece: la del humor y la ironía,
nunca sarcástica, más el juego, el jugueteo, lo lúdico. Muestras de esto son
“Tríptico de la espantapájaros” y “Z”. También “Compañeros de viaje”, con la
sorpresa que encierra, muy efectiva gracias a una calculada ejecución.
No pasa de ser una fruslería “Adivina adivinanza”, y
hallamos contorsiones para evitar el sentimentalismo como en “Noche de San
Juan” (donde sin embargo lo huella, y hasta se quema), pero hay aquí excelentes
poemas de tema amoroso, que no eluden la mutilación de la separación temida o
la acumulada en un tiempo que discurre lejos de la persona amada, como en
“Circo” (con el horror a ser abandonados tan propio de la infancia, la edad de
ir al circo por excelencia) o “La torre”, cuya segunda estrofa matiza los
primeros versos que comienzan con ese imperativo del plural tan catuliano: “Hagamos una torre de minutos, / apilemos los
ratos que hemos podido vernos”. El poema que los precede también es
magnífico, con su eco explícito a Borges
y el latente (latente de pulsaciones de angustia) a Robert Frost y su tantas veces citado pero poco leído “The Road Not
Taken”.
Amalia Bautista es una de nuestras más sólidas poetas.
Anclada en lo cotidiano, sin elevar la voz (esa operación de riesgo que en
tantos produce notas desafinadas), consigue emocionar desde la sencillez
sentida y con un puñado de imágenes como la de “Otra puerta giratoria”, donde
tras declarar que “Resulta que la vida no
era sólo empujar” explica: “Había que
encontrar el punto justo /donde azar y destino son lo mismo, / el exacto
momento en que la puerta / giratoria te ofrece una salida.” Existen encabalgamientos, más que permisibles,
necesarios, y este es uno de ellos, con su giro de un verso al otro, justo en
ese momento en que el poema acaba, su salida. En cuanto al correlato objetivo
(aquí en la identificación vida y puerta), Amalia Bautista es una maestra. Pero
mejor que catalogar ejemplos, que el lector los busque y los disfrute.
2 comentarios:
También me gustó mucho la imagen de la puerta giratoria y me salté ese magistral encabalgamiento. Gracias, Antonio, por señalarlo. Y por la reseña.
Muchas gracias a ti, querido Enrique.
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