27 abril 2011

Un p(ed)o(rr)eta en mi ascensor



Vidas elevadas

Miguel Baquero

Talentura, 2011

ISBN: 978-84-937659-5-8

134 páginas

12,50 €




Fran G. Matute

Enfrentarse por primera a "uno de los dos mejores escritores españoles actuales" (Montero Glez dixit) no es moco de pavo. Para qué nos vamos a engañar. Uno espera abrir un libro de Miguel Baquero y que empiecen a chorrear metáforas imposibles y sesudas imágenes incrustadas en una trama ensordecedora. Pero esperar eso sería una gilipollez porque ser buen escritor no tiene nada que ver con eso. Miguel Baquero es un buen escritor, porque tiene “voluntad de prosa” (Montero Glez re-dixit), pero sobre todo porque hace algo muy difícil: narrar con humor sin que las medias sonrisas cómplices, las risillas entrecortadas o las carcajadas asilvestradas hagan perder el sentido del texto.

Y prueba de ello son estas Vidas elevadas, su última novela corta que se hace más corta todavía no sólo porque es divertidísima sino porque condensa un porrón de cosas, como ese viaje entrecortado que va de más a menos, de lo genérico a lo concreto, de lo amplio a lo conciso, de la capital del Reino a un caserón perdido de la mano de Dios en un pueblo de la sierra de Mazabuches. Un viaje protagonizado por tres poetas luchando por encontrar inspiración. Uno pobre y soñador, otro altivo y dubitativo y el tercero encumbrado por la industria literaria. Cuatro historias entrecruzadas (o mejor dicho, superpuestas como un juego de muñecas rusas) de superación artística y personal. Tres poetas que sucumben a la belleza de la cotidianeidad de las cosas, a una conversación, a una mujer bella...

Por el camino, Baquero nos ofrece una desternillante recreación imaginaria de Túnez, lugar exótico escogido por Vioque -la primera y más pobre de sus criaturas poéticas- en el que encontrar la tan ansiada inspiración y que termina siendo vilmente remezclado con Marruecos y vete a saber qué más oscuros recuerdos del autor. Por no hablar de una burda imitación del Cyrano de Bergerac protagonizada por el propio Vioque y Pingarrón -segundo de los poetas-, con demente procesión rural incluida por las cañadas de Mazabuches. Y todo ello sin olvidar al magnífico y repulsivo Valverde -el tercero en discordia-, reconocido y admirado narrador, que se apropia de Villa Régula en beneficio propio y tima al alcalde de Mazabuches con sucios ardides personalistas.

Las peripecias de los tres protagonistas de Vidas elevadas ofrecen una completa reflexión sobre el mundo del arte. Desde el esforzado 'amateur' que vive la cultura como "una categoría de la sangre" (Montero Glez pixit y dixit) hasta el autor ensalzado por la industria al que le basta con tirarse un pedo para que se le publique y aplauda. Y Miguel Baquero parece postularse, como autor invisible que es de la actual literatura patria, por el poeta que rasca horas al día laborable para ofrecer de forma cuasi-anónima su talento (por escaso que este sea). Un autor que subsiste al margen del sistema, que publica en editoriales tangenciales. Un escritor como la copa de un pino que nadie terminará nunca de conocer del todo, sólo unos pocos afortunados que nos hemos acercado a su disparatada obra de pura chiripa.

Así es Miguel Baquero. Un talento patrio por reconocer que con Vidas elevadas nos está gritando a los cuatro vientos que participemos de su literatura. Porque si no ¿qué sentido tendría no desvelar "el incidente del ascensor", que sirve como detonante de toda la acción que sucede en su última obra? Déjenme pues dar rienda suelta a mi imaginación y colaborar con el autor a desentrañar ese momento, ese punto de inflexión en la historia que cuenta Vidas elevadas. Déjame Miguel que imagine a Vioque tirándose, delante de su amada, un cuesco horroroso y horripilante en el elevador. Permíteme convertir a tu poeta, tan melancólico y tierno, en el creador de este libro tan maravilloso que te has inventado. Que todo nazca de una flatulencia, porque así es tu literatura: el más bello sonido del lenguaje castellano, que nace de la profundidad del abismo intestinal para convertirse en gaseosa liberada. Y que el aire se lleve los posos malolientes a todos aquéllos que quieren seguir publicando memeces y bagatelas. Este es tu pedo, Miguel, y hasta te lo han publicado. Como hacen con los grandes literatos de este país antes conocido como España.

No hay comentarios: