09 marzo 2012

Cuidar de los detalles


Segunda residencia

Margarita Leoz

Tropo, 2011

ISBN: 978-84-96911-47-5

208 páginas

18 €



Alejandro Luque

A partir de una idea de Cortázar sobre la tensión que exige todo buen cuento, Sergio Pitol formulaba esta diferencia entre escribir y redactar: “La redacción es confiable y previsible; la escritura nunca lo es, goza en el delirio, en la oscuridad, en el misterio y en el desorden”. Son muchos los autores que, tras la estela del propio Cortázar, han buscado esa zona de brumas en lo prodigioso y lo sobrenatural, acaso como una respuesta a un determinado realismo gris y sequerón en el que vegetaban las letras españolas antes del Boom. Otros, en cambio, parecen decididos a pulsar en la realidad cotidiana las teclas del asombro o, al menos, de la emoción desprevenida.

Margarita Leoz, joven escritora pamplonesa fogueada en varios premios, se adhiere al segundo grupo desde este, su primer libro de relatos. La docena de historias que le sirven de tarjeta de presentación están transitadas por personajes de lo más comunes, inmersos en situaciones ordinarias, de las cuales se propone la autora tomar los elementos que susciten, más que la conmoción, un sutil escalofrío del lector. No hay en estas páginas, pues, sucesos extravagantes. Sus protagonistas no desempeñan profesiones llamativas, ni poseen rasgos físicos especialmente pronunciados. Para los amantes del cine, valdría decir que, frente al gusto por lo desmesurado de, por ejemplo, los filmes de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro, Leoz estaría en el bando equivalente a la contención de Isabel Coixet.

No se trata, en todo caso, de enfrentar escuelas –hay sitio para todas en el hospitalario panorama actual–, sino de poner de manifiesto un reto literario plenamente asumido. A partir de él, la autora se propone marcar un tono muy desnudo de artificios, que se permite incluso algunos desaliños estilísticos, y lo sostiene con firmeza para dar homogeneidad al conjunto. En cuanto al enfoque, Margarita Leoz parece apelar a la condición de 'voyeur' que cada lector lleva dentro, invitándole a asomarse a la intimidad de los personajes a través de una mirilla que sólo muestra un campo acotado de la realidad, pero que nos permite imaginar que siempre hay más. Los finales deliberadamente ambiguos, algunos abruptos, colaboran también en ese juego.

Una doctora se reencuentra en un centro de depilación, al cabo de los años, con la chica que le hacía la vida imposible en el instituto; una adolescente regresa a su pueblo por el nacimiento de un hermanito; un chico convaleciente de un trágico accidente de moto recibe la visita de una amiga; una muchacha quiere dejar de trabajar en el bar de su compañero; una reunión de vecinos sólo aparentemente distendida; una pareja regresa por vacaciones al lugar donde perdió a su hijo; un chaval se siente atraído por una señora varios años mayor que él, matriculada en su facultad… Las historias de Segunda residencia están impregnadas de esa insatisfacción crónica que contagia a las sociedades modernas, ese no saber por dónde empezar en la inaplazable búsqueda de la felicidad.

Acaso sin pretenderlo, Margarita Leoz da una valiosa pista a sus personajes: en estos relatos, la atención se desplaza constantemente del argumento central a los detalles, a veces insignificantes, casi anecdóticos. Pero cuidar de ellos puede servir para salvar la historia. En ellos, parece indicar la autora, tal vez se encuentren las claves para encontrar el camino, o para hacer las paces con uno mismo. Y la llave para lograr aquella ambición borgiana de decir asombro donde otros solamente ven costumbre.


[Publicado en Mercurio]

1 comentario:

José María Moraga dijo...

Don Alejandro, le ruego que se abstenga de reseñar más libros, porque me entran ganas de comprarlos todos y eso no puede ser...