29 noviembre 2010

Merece la pena seguir buscando

Las luces nómadas

Esteban Martínez Serra

Bartleby Editores, 2010

ISBN: 978-84-92799-24-4

123 páginas

11 euros

Prólogo de Jenaro Talens

Juan Carlos Sierra

Como en cualquier ámbito del arte, en poesía a veces pasan por buenos productos que no lo son tanto. Sea por el supuesto prestigio del autor, por su pasado de libros con calidad, por estrategias editoriales –piénsese, por ejemplo, en la extraña relación poesía y juventud y los premios que la patrocinan-, por las modas, las escuelas o las amistades, el caso es que los que buscan sus lecturas en las estanterías dedicadas a la poesía en demasiadas ocasiones se topan con libros de dudosa calidad, cuando no con poemarios absolutamente prescindibles. Lo terrible de esta búsqueda infructuosa es que se produce con demasiada frecuencia y, consecuentemente, en el ánimo del lector de poesía se suele instalar una sensación de hastío y fraude difícil de superar. Sin embargo, los adictos al género caen una y otra vez en la prueba del ensayo y error, porque de vez en cuando aciertan con un volumen que les devuelve la fe en la poesía. Y Las luces nómadas del catalán Esteban Martínez Serra es, sin duda, uno de ellos.

Frente a los fuegos de artificio de unos, la retórica engolada de otros o las oscuridades vacías de los de más allá, el libro de Martínez Serra apuesta por una poesía que arropa, sin trampas, limpia, de tono amable –pero no complaciente-. Además supera la prueba del tiempo. Me explico. Muchos libros –y no necesariamente de poesía- perduran en el lector exactamente el tiempo en que transcurre su lectura. Sin embargo, hay otros que, sin saber muy bien por qué, se cruzan en la vida de este mientras está esperando la cola de la panadería, hace un crucigrama o se encuentra enfangado en los versos de los siguientes libros que ha elegido. O, dicho de otro modo, dejan un poso imperecedero en su memoria y en su vida mientras esta se va desarrollando. Pues, bien, Las luces nómadas pertenece a esta última categoría.

Probablemente este fenómeno se produce en el último libro de Martínez Serra por su cercanía, por su cotidianidad, que evita en la mayoría de los poemas lo cursi, los tópicos más manidos o un sentimentalismo de telenovela. Suele ser complicado hablar de un álbum de fotos que contiene a la infancia sin tropezarse con cierta nostalgia empalagosa, suele resultar casi imposible escribir sobre el alzheimer de la madre sin sonar melodramático, suele pasar que los padres ausentes son más bondadosos y comprensivos a este lado de la muerte, es decir, que lo más común es que el padre muerto, la infancia o la madre enferma aparezcan maltratados y desfigurados en la mayoría de los poemas que giran en torno a ellos. Sí, suele pasar todo esto, pero no en Las luces nómadas.

Aunque el libro de Martínez Serra contiene otras muchas virtudes –como, por ejemplo, la estructura absolutamente coherente de sus tres partes- solo por lo que se ha apuntado en los párrafos anteriores merece la pena acompañar al autor en el viaje que propone por la memoria familiar y por algo que no se ha mencionado, la dimensión descreída del presente y del oficio de hacer versos que se encuentra en los poemas que cierran Las luces nómadas.

1 comentario:

antónio dijo...

Por lo que dice, y por el rigor que avala a quien lo dice, me apunto el título y el nombre de Martínez Sierra