26 octubre 2012

Publícalos suavemente


Mátalos suavemente

George V. Higgins

Libros del Asteroide, 2012

ISBN: 978-84-15625-05-6

230 páginas

16,95 €

Traducción de Magdalena Palmer



Fran G. Matute

No es que nos la vayamos a dar de pitonisos ahora, pero ya vaticinamos en su día que seguramente se editaría esta novela de George V. Higgins en castellano. Primero por el éxito incontestable de la publicación de Los amigos de Eddie Coyle -que por su magnitud pedía a gritos continuar con el rescate del resto de la bibliografía de Higgins-  y segundo porque había película en ciernes. Así que jugada comercial perfecta para Libros del Asteroide.
Lo curioso del caso es que todo lo que ya dijimos acerca del estilo de Higgins al hilo de la anterior novela se vuelve a cumplir aquí, en Mátalos suavemente (1974): diálogos de vértigo, realistas hasta decir basta, una estructura planificada al más puro estilo cinematográfico (excesivamente podríamos argumentar, pues la novela termina pareciendo como un esqueleto de escenas inconexas muy teatrales, visuales, minimalistas diríamos), ese Boston de los barrios bajos alejado del esplendor de la gran urbe… hasta el supuesto personaje principal no aparece antes de las cien primeras páginas (recordemos que el Eddie Coyle de la primera novela era en realidad un personaje tangencial sobre el que pivotaba la historia).
Visto así, parecería que Mátalos suavemente es más de lo mismo. Y no vamos a esforzarnos en desmentir lo anterior. Sólo que nos gustaría dejar claro que la inventiva y picardía de la prosa de George V. Higgins es tan potente que se podría haber pegado toda la vida haciendo la misma novela y un servidor seguiría leyéndolo ‘sine die’.
En cualquier caso, está claro que esta novela, la tercera en su haber, no es igual que Los amigos de Eddie Coyle. Evidentemente la trama es distinta, más de género incluso: una timba robada por dos atracadores de poca monta y una mafia que organiza a través de un sicario muy particular que se limpie su honor y algo más. Esta historia se resuelve en 19 escasas escenas en las que dos personajes, a lo sumo tres, tienen una conversación aislada de la que van surgiendo ideas con las que el lector debe ir montando el cuerpo de la novela. En este sentido, otros críticos más formados que yo han apuntado que la táctica narrativa de Higgins es la no de involucrarse nunca en la historia, la de actuar de mero narrador de los actos delictivos, como si le pareciera inmoral inmiscuirse demasiado en la psicología de sus personajes. Nos colamos en sus conversaciones, la mayoría huecas, sobre naderías domésticas, coches y mujeres y el vacío cotidiano se va entrelazando con la delincuencia que para unos mafiosos, o asesinos a sueldo o timadores de baja ralea es un elemento más del día a día.
A todo lo anterior llegamos gracias a una lectura febril y rápida. Ayuda, y mucho, la gran labor de traducción (en este caso la de Margarita Palmer, que consigue plasmar el verismo de los diálogos de una forma menos forzada incluso a como se leían en Los amigos de Eddie Coyle, y mira que entonces hablábamos de una traducción ejecutada por Hernán Sabaté y  la tristemente desaparecida Montserrat Gurguí) y el hecho de que esta novela sea, en comparación, una obra más lineal y, por qué no decirlo, menos original que el debut de Higgins. Pero con todo, en Mátalos suavemente, George V. Higgins sigue mostrando su maestría como innovador del género y la mejor sensación que nos puede transmitir leer esta obra es desear que se publique Digger’s game (1973), su segunda novela, y que vendría a completar esta particular trilogía de los bajos fondos de Nueva Inglaterra. Esperamos su publicación, suavemente, claro.

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