Todo
empezó con Obdulio
Bosco
Esteruelas
El Garaje, 2012
ISBN: 978-84-940285-1-9
370 páginas
18 €
Daniel Ruiz García
Imagino
que conocen la historia. Trascendió en los confidenciales: un
editorialista de larga trayectoria en El País tuvo la mala ocurrencia de
desatar su bilis profesional en un relato, en principio pensado para una
difusión íntima y limitada, en el que ponía a caer de un burro a uno de los
gerifaltes del periódico, y de pasada a su director. No sé si el protagonista,
al que el editorialista bautizó con el nombre de Obdulio, les recordará a
alguien: un histórico de El País, cercano a la cúspide de Prisa, de origen
canario y voz aflautada, chaparrito y con un gusto por la adulación rayano en
lo compulsivo; vinculado a la división editorial del grupo, muy amiguete de
Saramago y con una querencia cansina por Serrat. El caso es que el relato,
finalmente, por los meandros de la mala sangre, la envidia y el arribismo pasillero
tan propio de las empresas reconcentradas de resabio, acabó en manos de quien
no debía leerlo, y el editorialista fue sometido a un proceso de mobbing y
presiones que derivó, finalmente, en su despido.
Aquella
historia bien podría servir de prólogo a todos los infortunios que finalmente
han venido acechando al medio que durante varias décadas ejerció como
estandarte del periodismo patrio y como hoja de ruta intelectual de la
progresía española, y a cuyo lento desmoronamiento venimos asistiendo nadie sabe
muy bien si por mala gestión, falta de miras, exceso de vanidad o las tres
cosas a la vez.
Todo empezó con Obdulio narra
la historia de aquel editorialista y de aquel cuento, que se presenta como la
pieza inicial de la novela, como una especie de prueba documental que sirve de
base para el desarrollo argumental. Es la historia de una ficción y de una
realidad que la supera, a cargo de Bosco Esteruelas, el editorialista que
sufrió en sus carnes una caza de brujas interna propia del maestro McCarthy y que
se rodea de la rabia suficiente para construir una novela con buen pulso y sobre
todo mala leche a raudales, a lo largo de cuya lectura resulta difícil no
abandonar la sonrisa maliciosa.
Uno de
los retratos más duros y sustanciosos, como no podía ser de otro modo, es el
que se hace de Juan Luis Cebrián, rebautizado como Antonio Diéguez (“el Gran
Hacedor”), a quien se dibuja con un tono caricaturesco bastante punzante y algo
mortadelesco, que vive consagrado al mito de Rosebud, una especie de Ciudadano
Kane pero en su versión más indigna y desquiciada. También pasan por el rodillo
otros personajes claves de El País, como Javier Moreno o Javier Valenzuela, así
como otros muchos como el empresario Jaume Roures o el propio Rodríguez
Zapatero.
No hay
duda de que a Esteruelas se le da bien la sátira, pero sin duda lo más valioso
del libro es la descripción del ambiente profesional opresivo que vivió durante
sus últimos meses en El País. Un ambiente que, lamentablemente, muchos
profesionales de ese mismo medio y de otros muchos vienen padeciendo en los
últimos tiempos debido a la implacable crisis que azota a los medios de
comunicación tradicionales y que nos convierte tristemente a los periodistas en
uno de los primeros grupos profesionales en el ranking del desempleo. La
estrategia de la confusión, del silencio, del secretismo y del rumor que padece
Esteruelas a lo largo de sus meses como apestado en el periódico no se me
antojan muy distintas de las que muchos colegas me narran a menudo en primera
persona. Bien mirado, el propio Esteruelas tuvo suerte de abandonar la nave a
tiempo: cada vez existe más conciencia de que en El País hoy sólo quedan
despojos.
El
libro de Esteruelas me parece un libro valiente. Pero la valentía tiene escasa
retribución. Sin desmerecer a El Garaje Ediciones, me cuesta comprender que Todo empezó con Obdulio no haya merecido
una difusión y alcance más potente. En realidad es una aseveración retórica: no
sólo no me cuesta comprenderlo, sino que es del todo comprensible desde la lógica
empresarial e institucional. Aunque se le presupone el valor de hacer bullir
ideas, reflexiones y denuncias, el sector editorial no es menos ajeno al miedo
que cualquier otro sector empresarial. Más que nunca hoy, me atrevería a decir,
cuando el libro, como el periodismo, como en general toda la industria de eso
que se llama la producción de contenidos, vive los peores momentos que ninguno
recuerda.
Pero
está la ética personal. Es la que me anima a recomendar a colega periodistas y
lectores este interesante libro. Ayuda a comprender bien la deriva de El País y
en buena medida de los medios de comunicación en España.
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