15 enero 2010

¿Dónde está el lector?

El violinista de Mauthausen

Andrés Pérez Domínguez

Algaida, 2009

ISBN: 978-84-9877-278-4

480 páginas.

20 euros.

XLI Premio de Novela Ateneo de Sevilla.


Carolina León

El arranque es éste: una pareja de enamorados, en el París de 1940, es separada cuando la Gestapo detiene al hombre, español huido de la Guerra Civil y enamorado de Anna, medio francesa y medio alemana. Él se interna por imposición en un viaje sin futuro, hacia el campo de concentración de Mauthausen, y ella decide aceptar la oferta de un oficial del servicio secreto norteamericano para colaborar con ellos como espía, con la promesa de que la ayudarán a encontrar a su prometido y sacarlo del cautiverio.

Si no hubiésemos visto y leído cientos de películas e historias sobre los desastres causados por las guerras, en general, y la barbarie nazi en particular, quizá de ahí se podía esperar un relato de carga sentimental y zambullida dolorosa en las reacciones del ser humano ante situaciones de presión, pérdida de la dignidad, derrumbe del mundo... Pero no es el caso.

El caso es que ya hemos visto demasiadas historias del mismo árbol geneálogico y, aunque sea en cierto modo novedoso incluir la peripecia de un español exiliado, capturado como enemigo del franquismo y, por extensión, del III Reich, no se está aportando nada. Porque, a estas alturas, podemos admitir que alguien venga a leernos la cartilla sobre la Inglaterra victoriana e incluso sobre el Imperio Romano. Pero leyéndola con ojos nuevos.

A todo esto, Rubén Castro, el republicano, no es más que uno de los cuatro monigotes con que se dibuja la trama, así que al final el punto de vista tampoco es demasiado arriesgado. Cuatro nombres. Cuatro historias. Un amor y desencuentros (cuando ya no hay más desencuentros que narrar desde que existe Casablanca). Un narrador que salta de una voz a otra y es más listo que ninguno de sus personajes. Pero sobre todo es más listo que el lector.

¿Cuál lector? Cuando uno lee del orden de tres o cuatro novelas al mes, ya no se deja engatusar. Pero pienso sinceramente que Pérez Domínguez no habría podido convencerme ni cuando era una adolescente sentimentaloide y enamoradiza y apasionada de la vida. ¿A qué tipo de lector persigue esta novela?

Nos da por pensar que la novela habrá contado con el juicio (de quienes la premiaron) de que es comercial centrarse en la bondad del alma humana o en los sentimientos, o haber dado por supuesto que todo lo "nazi" vende, o que se habla de "campo de exterminio" y corremos a soltar veinte euros.

Me gustaría poder decir que disfruté en algún párrafo. Es un libro lento, detenido en infinidad de detalles minúsculos, superfluos, de contexto cotidiano que, si no fuera lo que es, podríamos apuntar con el dedo a la novela como un arriesgado ejercicio post-postmodernista. Vénganse conmigo al capítulo noveno, cerca de la página 150. El español capturado por los alemanes está siendo llevado no sabe dónde en un tren, junto con cientos de otros presos, en apestosas condiciones.

Ustedes han leído esa frase y ya saben de lo que estoy hablando. El autor va a necesitar trece páginas para darnos a entender que allí dentro del vagón se están perdiendo las más elementales garantías para la compostura de las personas. Una "mezcla de sudor, de ventosidades y de orines y de excrementos, porque algunos de sus compañeros no han podido evitar vaciarse el vientre o la vejiga encima" inaugura el repertorio. Pero es luego el propio protagonista el que "se ha meado encima" (página 154) y se lo "ha hecho encima" (misma página) y además "su amigo se ha dado cuenta de que se ha meado encima" (misma página) y así podemos continuar hasta que concluya el episodio.

Admitimos que se pueden echar mano de muchísimas excrecencias del vocabulario para explicar situaciones tan horribles como aquéllas. Lo que no admitimos es que el lector sea tomado por retrasado. Porque la reiteración de la misma idea, ni siquiera abundada, sino expresada con las mismas palabras, una y otra vez, es una técnica habitual para hacer engordar página, tras página, tras página, tras página, tras página. Y acabo de añadir dos renglones más a esta crítica.

Que Anna "se siente como un puta", que Franz Müller "está obsesionado con una fotografía" o que Castro "ya está muerto". Si ésas son las ideas-tronco del argumento, el autor ha de defenderlas con el lenguaje, no con la machaconería de un eslogan publicitario. Pero el pelo, a nosotros que lo leemos, nos lo están tomando de más formas. Una voz narradora omnisciente hasta resultar petarda: que sabe en todo momento todo lo que están pensando los personajes y las motivaciones ocultas detrás de cada pequeño gesto, y no deja de recordarnos que "él" o "ella" todavía "no sabe" lo que le va a pasar, que se encontrará en esta o aquella situación, que tendrá que decidir entre no sé cuáles cosas...

El resultado es que el lector sabe tanto, tanto, tanto de los personajes como el narrador, pero sin embargo sabe tantas veces las mismas cuatro o cinco ideas, que no pudimos conmovernos ni un poquito. Pena por Castro, por Anna y los demás, que casi se podían haber hecho amigos míos. Así, llegué al final de estas 490 páginas -que, sin reiteraciones y con más carga semántica, podrían haber sido 120- sin saber dónde demonios está el lector ideal de esta novela.

46 comentarios:

Adolfo Poncela dijo...

Una crítica valiente. Por fin.

Yo he sentido exactamente las mismas cosas leyendo esta novela. Bueno, no la acabé, la dejé cuando faltaban pocas páginas, porque ¿para qué?

Pero ¿cómo se explica entonces que lleve tantas reediciones y ejemplares vendidos en tan poco tiempo? Supongo que el márketing y reportajes a todo trapo en Qué Leer ayudan... ¡Con la de buenos libros que hay, también!

Anónimo dijo...

Una crítica soberbia, Carolink. Valiente y muy precisa. Cabe hacerse una pregunta después de su reseña. ¿Está realmente Domínguez capacitado para la novela? Porque lo que evidencia su crítica, amén de la debilidad del argumento, es la impericia del autor, su falta de aptitud para el oficio, concretamente para el oficio de novelista. Como escritor de relatos me parece un autor correcto, incluso por momentos afinado. Pero la novela es otra cosa, pienso.

Un asiduo

Luis Manuel Ruiz dijo...

De entrada, quiero reconocer que no he leído la novela de PD y que por tanto ignoro si Carolink (a quien por otra parte avalan ya casi una decena de críticas de probada puntería) ha acertado o no en lo que le reprocha. Sí quiero defender a PD, sin embargo, de otras cosas que se le imputan en este foro, y en particular de ser un dudoso o pésimo novelista.

Sus novelas pueden gustarnos más o menos dependiendo de si se ajustan o no a los cánones de lo que entendemos por novela. Es decir: si soy un devoto de Raymond Queneau o Georges Perec, poco sacaré de los relatos de PD, lo mismo que de Vázquez Montalbán o Pérez Reverte. Alguien saldrá diciendo que Queneau y Perec son artistas ínclitos mientras que Reverte es vendedor de salchichón y Montalbán un-gran-periodista cuyas novelas, a veces, no se hallan a la altura de su reputación. Y yo replicaré: el ámbito de Montalbán y Reverte es la novela popular, la novela de género, la de peripecias, la de aventuras, la negra, el folletín, y también para hacer cosas de estas se necesita oficio y un miligramo de talento. Es fácil reírse de El conde de Montecristo, como reírse de Proust (yo mismo se lo oí a Fernández Mallo); menos fácil es ponerse a escribir las desventuras de Edmond Dantés y Swann.

En fin: por mucho que quieran convencernos de lo contrario, saber llegar al público sí es un arte, y quien vende mil libros en lugar de cien (y no sólo por el márketing, a las pruebas me remito: Larsson) ha conseguido algo que al autor minoritario o "de culto" se le escapa. En el caso de PD, opino que es un autor sólido, con especial capacidad para retratar los meandros psicológicos de los personajes, y cuyas narraciones, en muchos casos, se hallan al rasero de Alan Furst, Le Carré o Greene. Quizá en esta ocasión haya andado un poco falto de aciertos (repito que no he leído la novela y hablo en subjuntivo), pero no por eso puede echarse alegremente toda su obra a la basura.

Por otra lado, una excelente crítica, valerosa y transparente, Carolina, claro que sí.

Abrazos.

Carolink dijo...

Tengo que hacer constar que me ha costado tanto escribir una crítica negativa como terminarme las 490 páginas. Y que eché varias horas tratando de rescatar lo positivo del libro. No creo estar en ningún caso por encima de PD. Soy una lectora que, también sabiendo lo que es novela popular, no puede entender los meandros y las reiteraciones y la caída en tópicos desastrosísimos. La prosa, Daniel. Invítote a coger uno de los capítulos tan solo. Si la historia es ya casi trivial no pasa nada. Pienso que al menos los lectores tenemos derecho a disfrutar por el micro-cosmos de la palabra y la oración.

Alejandro Luque dijo...

Tengo una buena relación con Andrés, y aunque no he leído su novela merece desde luego mi mayor respeto, como todo hijo de vecino que se tome la molestia de currarse una novela. Pero felicito a Carolina por hacer lo que tiene que hacer un crítico, leer con atención, someter honestamente un libro a sus juicios de valor... y abrir el debate. Estoy seguro de que Andrés sabe acoger con el mismo talante los piropos que los palos, forma parte del juego.
Disiento, eso sí, de mi querido Luis: vender mucho puede ser un éxito personal o comercial, pero no una virtud literaria en sí misma. Tampoco lo es, desde luego, vender poco. Arguiñano y Leopoldo Abadía, indiscutibles best-sellers, no son los mejores prosistas de nuestra lengua. Y al gran público se puede llegar de un modo legítimo siendo Belén Esteban o Umberto Eco, pero ni aquélla pretende enseñar Semiótica en Bolonia ni éste suspira por que lo inviten a 'Sálvame'.
Por último, está claro que cada lector tiene sus cánones. Lo que la crítica tiene que prestar son herramientas para explicar no tanto qué nos gusta y qué no, sino por qué. Besos para todos.

Javier Mije dijo...

Interesantísimo debate. Dejo de lado la valoración de un autor que no he tenido la oportunidad de leer y con el que no quisiera ser injusto. Lo que echo en falta en otras ocasiones es algo más de honestidad en quienes se encargan (o nos encargamos) de la reseña cultural. Las grandes obras, las obras siquiera interesantes, suelen ser la excepción dentro de la abultada, hipertrofiada y democrática producción editorial. Bien por compromiso –le doy a usted cien euros, me entrega usted a mi una reseña que al menos no perjudique a este libro con cuya editorial o autor tenemos un compromiso-, bien por cobardía, bien por no querer molestar a las empresas editoriales en cuyo seno algunos críticos sueñan (o soñamos) ser absorbidos en un futuro con una obra de ficción, bien por devolver un favor a un amigo que nos reseñó favorablemente en el pasado, el caso es que no sólo la literatura se parece a la vida, también la crítica está preñada de la misma hipocresía, egoísmo, vanidad, intereses y necesidad de llevarse algo al bolsillo. La consecuencia más trágica de todo esto es algo que se ha apuntado ya en este foro: la injusticia. La injusticia que encumbra a gente de medio pelo y arrasa con la vocación de alguna gente valiosa y anónima. ¿Dónde están los lectores?, se preguntaba valientemente la reseñadora. Ni siquiera esta instancia me parece inocente. En mi opinión, la gran mayoría consume sin demasiado criterio lo que le dictan. ¿No se agotó la edición de una “novela” de Ana Rosa Quintana el mismo día en que un juez la retiró del mercado por fragrante y sobre todo torpe plagio? ¿Qué podemos esperar entonces? ¿Debemos dejar todo al mercado que nos ha conducido a esta crisis económica, ecológica y de valores? En fin, quizá todo pueda resumirse en que la creación literaria, la lectura y la crítica no son ni más ni menos que obras humanas, y ya sabemos lo que eso significa.

Antonia J Corrales dijo...

Buenas, Carolina. Lo primero me presentaré. Soy Antonia J Corrales, escritora, como Andrés Pérez. Decirte que conozco a Andrés Pérez Domínguez, lo conocí primero en su faceta de escritor, por una obra suya que había leído y después en una cena literaria en la que nos presentaron. Ambas facetas, la personal y la literaria, son, para mí, en él, súper correctas y dignas de mención.
Aún no he leído su Violinista, como a mí me gusta apodarlo, pero lo haré en breve. Sin embargo,sin haber leído la obra, creo que tu crítica no es objetiva y, si me permites, tampoco certera. Evidentemente eso le pasa a todas las críticas y opiniones: "¿Tu verdad? No. La mía tampoco. Dame la mano y vayamos en busca de ella" Lo mismo sucede con todas las obras: ninguna es perfecta ni del gusto de todos; sean literarias, musicales o de cualquier ámbito, incluso en el ámbito arquitectónico:

Antonia J Corrales dijo...

Sigo porque no me dejaba el programa:

Cuando te refieres a que el tema que toca está "manido" te diré que todos los temas están manidos, sobre todo los que rozan los valores, las libertades y las injusticias que atañen a los seres humanos. La historia, Carolina, se repite. Lo hace en los ámbitos mundiales y en los personales, diariamente. A no ser que hablemos de extraterrestres -aunque estos, también suelen pecar de reiterativos- , la mayoría de las historias tienen un núcleo común, como la vida misma, porque en el fondo es de lo que se habla siempre, de la vida y las personas. Esto, el que una historia se base en hechos ya descritos o narrados, no tienen que ser óbice para censurarlo o considerarlo de bajo valor. Aunque uno sea un erudito en la materia no tiene que menospreciar lo que otros exponen para otros que quizás no sepan tanto como ellos, y te aseguro que muchos desconocen la presencia de españoles en los campos de concentración nazis.Precisamente ahí reside unos de los valores de la literatura, en dar a conocer de manera sencilla hechos que de otra forma no llegarían a todos.
Creo que Andrés, como muchos autores más, lo único que pretende, a parte, claro está, de escribir y entretener, es que la Memoria Histórica no caiga en un alzehéimer tan peligroso como mortuorio en cuanto a los valores y derechos que hemos conseguido.

Por otro lado hablas de que el narrador es más listo que los lectores. Evidentemente, es un narrador en tercera persona, siempre sabe más que el lector. Así debe ser. Si no lo fuese, el texto debería estar en primera. De esa forma el lector iría de la mano ignorante del protagonista.
En cuanto al tema de las descripciones "escatológicas" que dices hace Andrés, sólo te citaré una obra de las cientos que hay en el mercado :El perfume. En uno de sus capítulos el protagonista describe los olores que percibe al entrar en una iglesia y sentarse en uno de los bancos, entre ellos el olor mestrual.
Los textos que yo he leído de Pérez Domínguez me parecen muy buenos, ricos en recursos y bien estructurados. Me llama mucho la atención el dibujo interior de los personajes, y es ahí, creo, donde reside su peculiar estilo literario: en su intimismo.
Andrés no puede ir al grano porque no escribe para ir hacia ello, Andrés perfila. Es evidente que a un lector que le guste la prosa rápida, la narrativa de Andrés puede cansarle, pero eso, es cuestión de gustos, no de mejor o peor. Es lo mismo que si a un lector vísceral de novelas rosas le metes un ensayo :) Sí sé que hay excepciones, pero sólo confirman la regla.
A título "curioso" te diré que no hay obra perfecta, que todos desbarramos, pero ten por seguro que la mayoría nos dejamos la piel en nuestro trabajo, y Andrés es uno de ellos. Ejemplares vendidos tiene muchos, y lectores también, no lo dudes. Sus lectores le buscan esté en la revista Qué leer o no esté, te lo garantizo, es más, mucho antes de este premio tenía ya a sus lectores. La publicidad o la prensa no le han regalado nada, nadie lo ha hecho. Doy fe de ello.

En fin, Carolina, sigo pensando y afirmando que tu crítica no es acertada, sí subjetiva, pero no certera. A veces, la mayoría de las veces hay que coger el capote y bajarse a la plaza, o subir a la torre y poner algún andamio para entender, pero... ay!! el vértigo, qué vértigo da :) Es "más mejor" decir desde abajo: que inclinada está la almena ésa.
Un saludo,

Anónimo dijo...

Carolink dijo...

"Invítote a coger uno de los capítulos tan solo..."

La pedantería y la fatuidad que se desprende de esta simple frase y de su construcción verbal lo dice todo acerca del reseñista. Poco más que añadir.

No todos son (somos) Proust. Y sinceramente: ni falta que hace. Toda reseña es digna de consideración y toda crítica, cuando se hace con fundamento, apreciable, pero me fastidia particularmente aquellos que se enfrentan a toda obra que, como presuntos lectores, leen como si buscasen en ella al sucesor de Faulkner. Y yo en esta reseña lo único que leo son prejuicios y dislates.

Repásese la definición de "narrador omniesciente". Me temo que le falta comprender su definición para entender, no sólo la obra de Pérez Domínguez, sino unas cuantas más.

Luis Vea dijo...

No he leído todavía la obra, no puedo, por tanto, opinar sobre ella. Sin embargo, sí he leído La clave Pinner y no veo en ella esa falta de pericia narrativa a la que se alude. Creo que es una crítica en exceso negativa. Conozco parte de su trayectoria en concursos literarios y tampoco creo que le hayan regalado nada. Eso sí, se puede estar de acuerdo o no con el tipo de literatura que hace. En eso no hay discusión.
Saludos.

Ilya U. Topper dijo...

Veo con curiosidad y sorpresa que todos quienes defienden la novela de Pérez Domínguez frente a la crítica de Carolink admiten que desconocen lo que defienden: "No he leído el libro pero estoy seguro de que es mejor de lo que usted dice". Curioso. ¿En qué se basa usted, lector? quisiera preguntar uno. ¿En que P.D. es una buena persona o que hizo bien otras cosas en su vida? ¿Eso qué tiene que ver con la calidad de esta novela en concreto?

Tampoco la he leído, de manera que me abstengo a opinar sobre el estilo de esta novela, pero sí estoy de acuerdo con Carolink en un punto, y no es el menor: un escritor / cineasta que hoy día necesita recurrir a la Alemania nazi para construir una novela casi siempre es un cineasta / escritor sin suficiente imaginación como para atreverse a construir una novela en otro contexto, por ejemplo en la década o en el país en que vive (ay no, sobre todo eso no: podría hacerlo mal, podría pillarse los dedos, podría verse su incapacidad para reproducir la vida real). Es tan fácil, tan facilón, construir una novela / película cuando otros miles de novelas / películas ya han definido quienes son los buenos y quienes los malos, cómo de buenos son los buenos y cómo de malos los malos, qué uniforme llevan los malos y cómo son las alambradas de los campos de concentración en los que hay que meter a los buenos. A veces da náuseas. Náuseas de tanto escritor / cineasta que se olvidara de que existe una cosa llamada originalidad.

Y qué duda cabe: hay cierto mercado al que le encanta colocar obras en las que los malos y los buenos son los de siempre. Así, por lo menos, el lector/espectador no tendrá la nefasta ocurrencia de hacerse preguntas.

Pedro de Paz dijo...

Estimada Carolina:

Lamento decirte que no estoy de acuerdo con las ideas que dejas traslucir en tu reseña. Si el mayor demérito que podemos encontrar en una obra como ésta es que su argumento "ya ha sido contado", apaga y vámonos. Por muy a tópico que suene, no hay nada nuevo bajo el sol. En Literatura, todo, absolutamente todo, hasta que lo que creemos más novedoso, ya ha sido contado. Ya en los clásicos se pueden encontrar absolutamente todos los dilemas humanos planteables en una obra literaria. Amor, desamor, venganza, celos, bondad, maldad... Por eso, tu referencia a "Casablanca" me parece morosa. ¿"Casablanca" te parece el summum de un desencuentro amoroso? Obviamente pareces no conocer "Cumbres Borrascosas". O antes que él, "Romeo y Julieta" O antes incluso, la historia de Eneas y Dido en "La Eneida".

¿Qué nos queda, pues? Las formas. Sólo las formas. Y en ese aspecto podemos estar de acuerdo o no. Como bien apunta Antonia Corrales, el aspecto formal de la prosa de Pérez Domínguez posee una orientación peculiar. Puedo entender que quizá no del gusto de todo el mundo. Pero de ahí a determinar de un plumazo la falta de oficio y aptitud del autor me parece un disparate bastante exagerado. Pérez Dominguez ha demostrado sobradamente -no él. Sus obras publicadas hablan lo suficiente- que su oficio y su solvencia como autor están fuera de toda duda. Como lector habitual de Pérez Domínguez creo encontrarme en disposición de afirmar que Andrés es un autor de personajes, que su valor añadido lo constituyen el perfil y el trasfondo de estos y que, sin desmerecer sus tramas, para imbuirse en el caracter de un personaje debe escribirse de una forma tendente a la introspección y el análisis exhaustivo. Vivir lo que vive el personaje. Recrearse en su horror ya que para él, éste no tiene límite y transmitir esa ausencia de límites y esa continuidad al lector. Tal y como lo hace Andrés. ¿Que tal circunstancia no es de tu agrado? Estás en tu pleno derecho. Pero hay todo un universo entre decir "tal obra no me gusta" y "tal obra es mala". Universo que, desde un punto de vista estrictamente personal, tú has obviado de forma demasiado categórica.

Me gustaría que entendieses este comentario como una opinón meramente personal sin mayor valor que el puramente testimonial. Como entiendo yo tu reseña.

Atentamente,
Pedro de Paz

PS.- Yo sí he leído el libro. Perdon, miento. Lo estoy leyendo. Y estoy disfrutando como un enano.

Anónimo dijo...

Con todo el respeto:

Pedro de Paz dijo: "Pero hay todo un universo entre decir "tal obra no me gusta" y "tal obra es mala"."

El oficio de un crítico consiste en decir, precisamente, "tal obra es buena", "tal obra es mala". Es lo que se llama 'hacer crítica'. Es su trabajo. Si no lo desempeña habría que destituirlo por dejadez de funciones.

El lector está en todo su derecho de decir "tal crítico me gusta", "tal crítico no me gusta" y elegir sus lecturas acorde.

Pedro de Paz dijo...

Con el mismo respeto.

La primera premisa de un crítico que se precie consiste en reconocer sus propias limitaciones como lector. Porque un crítico no es más que un lector, avezado quizá pero lector al fin y al cabo, que emite una opinión. Un crítico que categoriza y sienta cátedra -o pretende hacerlo- es, por principio y definición, un crítico nefasto. Un crítico jamás debe tratar de pontificar sino evaluar y poner de manifiesto las bondades y maldades de lo que analiza y explicar el prisma y el razonamiento que emplea para hacerlo. Y si yo me permitiese seguir su razonamiento y al hilo de su última frase yo no estaría jamás en disposición de afirmar ""tal crítico me gusta" o "tal crítico no me gusta" sino de categorizar que "tal crítico es malo" o "tal crítico es bueno", aspecto que jamás me atrevería a aseverar, Dios me libre. Porque yo también soy humano.

Anónimo dijo...

Pedro de Paz tiene más razón que un santo. Amén.

Anika

Anónimo dijo...

Simplemente lectora.

Realmente hablais todos estupendamente, yo no soy tan ducha en este arte así que discuparme, simplemente quiero explicar un pequeña historia.

Mil soldados desfilando...novecientos noventa i nueve marcando el mismo paso menos uno y la madre del desgraciado que lo esta viendo que dice: hay que ver!!! todos se equivocan menos mi hijo!!!!

Los lectores no somos tontos, los lectores no nos dejamos engañar, los lectores tenemos opinión (mejor o peor) pero la tenemos, asi es que si este señor ha vendido una buena cantidad de ejemplares del libro "El Violinista...digo yo que no estaremos todos perdiendo el paso no?...

Historias aparte soy partidaria de las críticas pero núnca de la descalificación.

Gracias.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Creo que el buen crítico no es ni el que enmascara por intereses espurios la baja calidad de una obra ni el que por dárselas de exigente niega toda los posibles méritos de esa obra, sino el que tiende a reseñar obras que crea que le van a gustar, porque las reseñas de un libro las leen más bien personas a las que les gusta ese autor y no personas a las que no les gusta.
Dicho esto, si al crítico le acaba no gustando el libro, ha de decirlo, pero evitando, a ser posible, los comentarios hirientes, que nacen más del corazón que de la razón.

Rascaviejas dijo...

Con el debido respeto.
"Todo está por hacer". Una de las cosas que aprendí en el paso por las viejas aulas de mi universidad. Una apuesta clara a la creación y a la nueva visión de cualquier aspecto de la vida. Una reflexión objetiva de que se puede volver a escribir hasta una historia de un caballero que se vuelva loco leyendo libros de caballería. Objetividad. Quizás algo que falte en esta crítica. Y no le escondo mis cartas, alardeo de haber trabajado con Andrés y de mantener una buena amistad con él. Pero le habla un lector (tampoco le escondo que he realizado crítica literaria y numerosos artículos de opinión). Lector de una novela bien construida, ajena a tópicos, como es "La clave Pinner". Lector de unos personajes sólidos como los de "El síndrome Mowgli". Lector de una perfecta combinación de espionaje y ciencia en "El factor Einstein". Lector de la novela de su crítica y de relatos cortos y de más de uno de sus artículos. Creo que la opinión anónima que habla de la capacidad de Andrés para hacer novelas no merece ni siquiera un comentario. Su crítica feroz sí. Le admito su valentía y su sinceridad. Pero no comparto ni fondo ni formas. Los recursos descriptivos que parece detestar no son ni nuevos, ni superficiales ni desprecian al lector. Crean ritmo, como en las mejores melodías. Como en las mejores músicas. Con un, creo, equilibrio entre lo narrado, lo que se narra y lo que se recuerda de forma rítmica, un recurso difícil al que Andrés recurre con inteligencia porque no cansa a un lector que es respetado por el autor. Por supuesto, esto es una opinión. De lector. Pero permita que le diga, respecto a sus formas, que no creo que sen las adecuadas. Cualquier articulista y cualquier crítico tienen un gusto y unas preferencias. Y suele aflorar, usted lo sabe bien, en sus escritos. Pero es que en su crítica no aflora una opinión, afloran fobias y manías que no entiendo a comprender. Algo así como un trasfondo maniático que se descarga de forma fácil. Tan fácil como la crítica sin sentido, quizás motivada algunas veces por ese prurito intelectualoide de criticar el éxito o de atacar la labor de las grandes editoriales, con su maquinaria publicitaria. Total, a nadie le ponen un puñal en el pecho para que termine una novela si no le gusta... ¿O es que Algaida no le ha mandado otra novela para que usted tenga donde elegir?

Anónimo dijo...

Jesús, el debate no está tanto en que el crítico disponga de libertad para indicar que una obra le gusta o no como en que se arrogue la potestad de afirmar que la obra es mala. Creo yo.

Rafael Suárez Plácido dijo...

Me parece que aquí se están tratando dos temas:
El primero, que sería interesantísimo, es saber si el libro realmente es bueno o no. Queda claro que a la reseñista no le ha gustado nada, que incluso le parece una novela malísima. Pero es que, lamentablemente, no hay nadie más que la haya leído o que dé opiniones o comente algo en este sentido. Aparecen amigos y defensores del novelista y, por otra parte, amigos y defensores de la reseñista, pero nadie puede dar una opinión certera sobre la cuestión, porque todos asumen que no han leído el libro. No me parece válido decir que situar la novela en la Alemania nazi suponga algo negativo para el autor. Es más, me parece un error. Pero la reseña de C. L. me parece muy interesante, de las más interesantes que he leído por aquí. De ella me creo lo que dice, que no es poco.
Y con esto entramos en lo segundo,que es el papel de la crítica en estos medios, en cualquier medio. En ese sentido me interesa mucho las aportaciones de A. L. y de F. M. (especialmente de este). Ya he comentado otras veces que el problema es el espacio. Si estamos acostumbrados a reseñas laudatorias, especialmente de autores amigos, cuando aparece una reseña como la de C. L. pierde gran parte de su valor. Porque lo que tendría que ser algo normal, resulta excepcional.
Carolina, un abrazo. Ánimo.

Anónimo dijo...

Yo sí he leído la novela, al igual que creo que la han leido algunos de los que han escrito aquí. Y también he leído las otras novelas de Perez Dominguez y algunos de sus cuentos. Por ello creo que puedo hablar con conocimiento. Para mí es un gran escritor, y esta novela que aquí se ha destrozado con saña (no con valentía, sino con mala leche, como si hubiera una razón oculta que nadie entiende) es de las mejores que he leído sobre el Holocausto. PUede que a la reseñista no le haya gustado, pero también he leído críticas muy buenas del libro. Andrés ha tenido la valentía de poner en su perfil de facebook un enlace a este blog. Eso ya creo que dice mucho de él.
Y, mirando este blog, veo que por aqui escriben algunos escritores sevillanos. Qué casualidad que sea donde con más saña han tratado esta novela. Solo LM Ruiz y A Luque han apoyado a su paisano, pero sin mojarse.
A mí lo único que me queda claro es que nadie es profeta en su tierra. La envidia es muy mala consejera...
Y repito: yo si he leido El violinista de Mauthausen

Antonia J Corrales dijo...

Rafael, perdona, ¿debo entender que una reseña, o una crítica para que sea buena tiene que poner a parir a la obra de la que habla? ¡Malsana costumbre española ésa que da valor a lo malo del vecino para tapar con ello sus miserias ! que diría uno de los personajes de esa novela que ahora mismo estoy escribiendo :)
En referencia a lo que comentas sobre los que no hemos leído aún la novela, te diré que en cuanto lo haga, colgaré mi opinión, objetiva, por supuesto. Leo,corrijo y valoro textos desde hace tiempo, y lo hago desde el mismo ángulo que el que utilizo para mis lecturas cotidianas. También hago reseñas, pero sabes una cosa: cuando algo no me gusta también lo digo. También te puedo asegurar que he leído tanto de Andrés como para saber que su obra no pecará más de lo que pecan todas las demás que hay en el mercado, y mucho menos que la mayoría.Estoy segura de ello, fíjate qué cosas.
La reseña de Carolina, desde mi punto de vista, no se ajusta a lo literario, como debería. No hace falta leer la obra para darse cuenta de que en la crítica hay comentarios condicionados. También algunos que carecen de fundamento, como el de narrador omnisciente. Carolina, creo, estará preparada para lo que ha sucedido; debería. Los críticos también tienen detractores y críticos a su vez.
Y, sí, cuando uno tiene un amigo y ve algo que no se ajusta a derecho, pues... lo defiende, creo que es lícito y honesto.
Igual que estás haciendo tú. Con una diferencia muy sustancial: nosotros estamos defendiendo los garbanzos de Andrés, unos garbanzos que se ha ganado a pulso, no hay más allá ni más acá.
Saludos

Carolink dijo...

El crítico, que yo sepa, no tiene que elegir lo que lee según sus gustos. Faltaría más. Bien por Pérez Domínguez por escribir este libro y vender muchos ejemplares, y encima saber encajar una crítica negativa. Bien por los que lo disfrutan. No voy a justificar ni un punto de lo que dije en la crítica. No es malo por hablar de nazis. No es malo tampoco por tener muchos lectores. Y lo leí hasta el final porque es mi trabajo. ¿Subjetiva? No, no es subjetivo que un párrafo y otro párrafo y otro párrafo digan siempre lo mismo.
Y, sí, sé lo que es un narrador omnisciente. Dios.

Rafael Suárez Plácido dijo...

Antonia: Esa conclusión que tú has sacado de mi escrito es muy sorprendente. Yo no he dicho ni he insinuado nada parecido. Yo soy de los que no suele escribir de los libros que no le gustan. Lo único que digo, y mantengo, es que me parece razonable pensar que en una página (pongo por ejemplo esta)con 144 reseñas, de las que al menos 130 son muy positivas, cuando aparece una que no lo es, parece que es un problema. Un crítico debe poder decir lo que piensa. Sea lo que sea. Tú tienes la posibilidad de leerlo o no. Y en cuanto al tema de jugar con el pan de alguien, me parece un argumento lamentable.
Anónimo: Desde el momento en que eres anónimo, no me puede interesar nada lo que dices, hayas leído o no todo lo que bajo ese anonimato digas que hayas leído. Pero aun así te comento algo: ¿dónde has leído una palabra mía negativa sobre A. P. D. o su novela? ¿De dónde sacas que soy amigo de C. L.? ¿Estás seguro de lo que dices o puedes replanteartelo?
Antonia: Decir que C. L. tiene algún motivo extraliterario, o aparte de lo que la novela le ha parecido en sí, para escribir lo que escribe os descalifica a ambos.
Anónimo: ¿Estás seguro de que se trata de una de las mejores novelas que se han escrito sobre el Holocausto? Ojalá. Si algún día la leo y pienso algo tan categórico, te daré gustosamente la razón.

Anónimo dijo...

Acostarse ya, coño.

Anónimo dijo...

vaya, vaya, querida Carolina que te estás metiendo en dirección prohibida y al final de la calle están los maderos con el lápiz en la punta de la lengua...
no repito lo que dicen por aquí, para no caer en errores (que no son tales) como los que comentas de la página 154, porque -siguiendo los símiles de entradas anteriores- construir una torre manda huevos, y huevos tiene el que escribe y lo expone sin miedos, seguro de que, guste o no guste, es lo mejor que sabe hacer y que a él le gusta lo que hace. Eso merece un respeto profundo que tú has obviado.
Has metido la pata hasta las trancas, aunque es cierto que no es la mejor novela del mundo, pero tus comentarios suena a tertulia chabacana de televisión basura. Crítica valiente?: No, lo siento, valiente es el que dice lo que piensa de algo, lo tuyo es saña aparentemente injustificada contra alguien, no contra una novela. Y dudo que este autor te haya hecho algo, tal vez a la editorial le debes una de las tuyas??
Allá tú, tus formas me han decepcionado.
Yo sí he leído la novela -dos veces- he comprado 8 ejemplares estas navidades para regalar a amigos, y (siento defraudar algún detractor de la obra) no soy de Sevilla. Mi opinión de la obra no importa mucho, es obvio que me ha encantado, me ha parecido muy atrevida y original en su forma, entretenida, pero intimista a la vez, y esto es complicado, la fórmula del autor es fantástica, su fondo histórico me parece soberbio desenterrando pasajes de la historia que seguimos queriendo obviar, y me refiero a la decisión de Suñer, el cuñadísimo de decirle a Hitler que haga lo que quiera con los 10.000 españoles que ha ido encontrando en su macabra limpieza de sangre, el final es peliculero, pero redonda en definitiva dejando un sabor relajante en el lector tras tanta tensión y horrores.
Que te vaya bien, Carolina, acabas de perder un lector asiduo de tus críticas.
Pipo

Anónimo dijo...

Hola he leído hasta las notas del colegio del autor, y os digo que es un novelón como la copa de un pino, que esta señora debe de tener la menstruación, o su amante le ha dado calabazas y lo tenía que pagar con alguien y le ha tocado a éste.

Por favor Carolina, no vuelva a abrir un libro suyo, le hará un fantástico favor al planeta... pero le advierto que será la única que lo hará, y si no, tiempo al tiempo!
A dormir!
PD: El chiste del niño con el paso cambiao le va como anillo al dedo. Las cagao, guapa!
PD2: a que jode que hablen mal de alguien? aunque sea conjeturar? tú ni siquieras has puesto en duda la calidad del autor. no me gustas.

Antonia J Corrales dijo...

Rafael, no he dicho que digas, he preguntado si querías decir, que no es lo mismo. Vuelve a leer mi comentario, por favor. Tampoco he dicho que juegues con el pan de nadie, he dicho que yo defiendo su pan, que tampoco es lo mismo. Expongo mi opinión sobre la crítica de Carolina, sin más, y no entro en descalificaciones, en ningún momento.
Tampoco he dicho que ella esté condicionada por algo personal en cuanto a los temas que tú citas, sino que su opinión está sujeta a su propio gusto, condicionada por él, en cuanto a temas de argumentos, eso está claro en su crítica, no me refería a ningún otro tema. No creo que su crítica esté basada en nada escabroso, y lo digo en serio. Pero a mí no me parece objetiva,tampoco ajustada a derecho literario.
En fin. No pienso entrar en descalificaciones personales, no es el caso y no me gusta nada.
Saludos y gracias Rafael por contestar.

Pedro de Paz dijo...

Hay un matiz que parece no haber tenido en cuenta, Rafael. CL, en su crítica, no sólo postula sobre las bondades o maldades de la novela de APD sino que arremete subrepticiamente contra sus posibles lectores (comenzando por el propio título de su reseña). Al margen de como amigo, yo, como lector de El violinista... -ya he dicho antes que la estoy leyendo. Y disfrutando- me siento aludido. Y como tal respondo. Y expongo. ¿Que aprecio a APD? Bastante. ¿Amiguismo? Puede. Pero no desvirtuemos determinadas cuestiones con mensajes espurios apuntando en otra dirección.

CL: una curiosidad. Si las reiteraciones le resultan tan intolerables, he de suponer que del Lolita de Nabokov no habrá pasado de su primer párrafo, ¿no? Esa aliterada musicalidad debe resultarle funesta.

Antonia J Corrales dijo...

.Oye!! al de la menstruación, a ver si tenemos un poco de compostura, coherencia y educación!!! Estamos intentando exponer opiniones encontradas, no desvaríos ni sandeces

Anónimo dijo...

Antonia, es un ejemplo de falta de compostura, coherencia y educación a la autora de esta crítica, para que sintiera que aunque desconozco su situación menstrual, su estado civil y mucho menos el sexual, me atrevo a conjeturar contra su persona...solo por lo que dice de una obra.
Sí es coherente decirle que su crítica no ha sido acertada.
un saludo a todos
por cierto, soy chica.
Marga

Antonia J Corrales dijo...

Marga, tu comentario no me gusta. No es acertado, más bien desacertadísimo y de mal gusto. No entiendo qué tiene que ver el estado de la crítico, su situación personal o sentimental con la crítica que ha hecho de la obra de Andrés. Sinceramente creo que no tienes razón ni derecho y que deberías disculparte por ello.

ilya u. topper dijo...

Cómo se ponen algunos comentaristas... más que lectores parecen hinchas del autor, trasladando aquí el nivel de debate de un campo de fútbol.

Aclaremos un par de cosas:

Rascavieja: "Total, a nadie le ponen un puñal en el pecho para que termine una novela si no le gusta... ¿O es que Algaida no le ha mandado otra novela para que usted tenga donde elegir?"

Este blog, por decisión de sus autores, no es un blog en el que hablemos de los libros que nos gusten, sino donde reseñamos novedades. Si uno se decide a reseñar un libro que está bastante en el mercado ahora mismo, debe tener la coherencia de 1) acabárselo y 2) decir su opinión al respecto aquí. Clara y alta. No vale abandonar a medio camino o esconderse. ¡Un poco de seriedad!

Dos: Todo el mundo tiene derecho a discrepar de una crítica publicada aquí, y se agradece enormemente que tal opinión se comente aquí. Lo que no se entiende es que haya gente que en lugar de discrepar y poner de manifiesto una opinión diferente, se pone a afear a Carolink su reseña, como si ella NO DEBIERA haberla escrito.

Estamos hartos de tanta crítica benévola-por-no-hacerle-daño-al-autor. Si mi trabajo es reseñar libros y un libro me parece francamente malo, tengo la obligación de decirlo, si quiero mirarme al espejo al día siguiente.

Tres: Sí: hay libros que nos pueden parecer francamente malos. Debemos partir de la base de que un libro puede ser malo. El hecho de haberse impreso no es un sello de calidad.

Cuatro: ¿Realmente alguien cree / puede creer / puede pensar que alguien podría creer que el número de lectores es indicativo del valor de un libro? Con este argumento deberemos dedicar de inmediato todos los libros a encender barbacoas tras los partidos de fútbol: medido por número de seguidores, el fútbol sí que tiene calidad.

Antonia J Corrales dijo...

Ilya, eso es lo que estamos debatiendo, sin más. A Carolina no le gustó el libro de Andrés y a algunos de nosotros no nos ha gustado su crítica. Ambos exponemos nuestros puntos de vista. El que una crítica hable mal de un libro no quiere decir que ese libro sea malo, como tampoco el que una crítica sea positiva quiere decir que la obra de la que se habla sea buena :)
Aunque está claro que no nos pondremos de acuerdo, por eso estamos debatiendo. A mí me gusta la literatura de Andrés, me gustaba antes de conocerle.
Y, por favor, no pongas más eso de quemar los libros, es que se me pone un dolor de estómago :)
Saludos

Anónimo dijo...

¿Por qué escribir de la época nazi demuestra falta de originalidad? Entonces, ¿qué época es "original"?
Creo que en esta "acalorada" discusión hay un buen número de escritores frustrados que no soportan que sus únicos lectores sean los de estás páginas.
Saludos

Adolfo Poncela dijo...

Acabo de terminar de leer todas las aportaciones de este hilo. Y hay algunas aportaciones muy loables (como las de Luis Manuel Ruiz, Alejandro Luque, o Pedro de Paz), de uno y otro bando, que hablan muy bien de las intenciones y la sensatez de sus autores. Así da gusto.
Pero me temo que también hay un buen número de aportaciones despreciables (casi todas de anónimos, qué casualidad, que cambian de personalidad y de sexo cada poco rato). Estos anónimos acaban bajando el nivel del debate, recurriendo al insulto personal y convirtiendo esto en precisamente eso de lo que uno de ellos se queja: un corralón de programa televisivo. Y eso hace que leer aquí deje de ser agradable, y que todo pierda un poco su sentido.
Mi vehemente consejo a los responsables de este blog es que moderen los comentarios. Que la censura sea algo malo en principio, que este país venga de una dictadura y no supere sus complejos, no significa que por desgracia a veces no sea necesaria. Por desgracia, porque parece claro que la naturaleza humana ha demostrado ser demasiado miserable. En la televisión nunca ha habido censura y ya vemos en lo que se ha convertido.
Lo cierto es que siento un poco de náusea después de leer las intervenciones de algunos anónimos (y, por cierto, flaco favor hacen al autor de la obra; en la blogosfera uno nunca puede saber si son torpes amigos, o hábiles y sibilinos enemigos).
Mi consejo es que se moderen los comentarios, y que no se publiquen los insultos, ni las sandeces injustificadas; que se prioricen los comentarios firmados con un perfil, y se examinen con más rigor los no firmados; y tampoco estaría mal instalar un programita que detecte las IPs, quizá habría muchas sorpresas, y veríamos que muchas personalidades acaban resultando ser la misma persona (esto último se viene imponiendo en todos los blogs, como salvaguarda de la salud mental de los blogueros), y que algunas identidades nos dejarían boquiabiertos.

Luis Manuel Ruiz dijo...

Puesto que fui uno de los que primero ha intervenido en el debate y ahora me asombra la dimensión que ha tomado la cosa, quiero añadir un par de apostillas sobre todo lo que se ha liado.

En primer lugar, Carolina, espero que no te tomaras mi nota como una descalificación de tu crítica. Muy al contrario: repito que es valiente, lúcida y fundada. A mi entender, das argumentos y no tachas sin más: tanto lo que afirmas sobre el narrador como sobre las reiteraciones se sostiene y estás en tu pleno derecho (en tu deber, como crítico) de indicarlo. Mi intervención vino motivada por aquellos que, en cuanto huelen premio o tirada que supere los cinco mil, empiezan a hablar de abono para plantas, lo que no es de recibo. Y esto me lleva a lo que quería formular a continuación.

Me da a mí en la nariz que a lo largo de todos los comentarios a esta entrada (y van 36) se están manejando idiomas distintos. Dos, por lo menos. Creo que lo que Carolina y muchos de los participantes en el debate entienden por literatura o libro modelo no es lo mismo, ni se acerca, a lo que entiende la otra mitad. A ver si lo aclaro con una aproximación sociológica. El espectro del público lector es muy amplio. Hay personas que sólo leen un libro al año, o la mitad de un libro; hay otros que leen tres o cuatro, o una docena, que se definen como lectores siempre y cuando los libros sean una variante más de distracción que no cree competencia con la televisión o el tenis; y hay histéricos de la lectura, en el sentido literal de la palabra: individuos e individuas que leen un libro a la semana (tal y como Carolink nos desvela de sí misma) y para los que nunca existe papel impreso suficiente. La mayoría de los que integramos este blog crítico pertenecemos a la tercera categoría. Pero hay un universo de lectores ahí fuera: gente probablemente menos puntillosa que nosotros que también ama los libros y que sabe qué le exige a una obra literaria.

Esa franja media es el destinatario de la literatura popular. Literatura que, según los cánones estrictos de la élite, peca de burda y astrosa, pero que sin embargo logra encandilar y dejar satisfecha a una legión de lectores que cuenta con una importancia crucial en las estadísticas. Porque son estos lectores, y no los otros, los que ayudan a aumentar penosamente los índices de interés por las librerías. Quiero decir con todo esto: muy probablemente la novela de PD pueda resultar lamentable desde los parámetros de la literatura culta (la de quienes prefieren a Faulkner, a Thomas Pynchon, a Manuel Vilas), pero cumpla a rajatabla y además muy meritoriamente con los de lo que he llamado literatura popular (lo dicho: Pérez-Reverte, sí, y ¿por qué no? Ángela Becerra, John Le Carré, Alexandre Dumas, hasta Boris Vian). Carolina tiene el deber, como crítico, de indicar los méritos y deficiencias de lo que lee; lo único, tal vez, que podría lamentarse en todo este asunto es el hecho de que obra y crítico se han aproximado uno a otro desde códigos distintos. A mí, personalmente, no se me puede pedir, por ejemplo, que evalúe una novela de Antonio Gala: la pondré a parir porque no entenderé de qué habla.

Más abrazos.

(PD: suscribo las últimas palabras de Adolfo Poncela)

Manolo Haro dijo...

Amigo Poncela:
Se agradecen mucho tus indicaciones acerca de las IPs y sobre la corrección, que tiene que ser prioridad esencial dentro de un foro de debate.
Un saludo.

Juanma dijo...

Desde que cayó en mis manos, por primera vez, una novela de Andrés Pérez Domínguez (que fue, esa novela, “El síndrome de Mowgli”) me he ido acercando al resto (yo sí me las he leído todas, incluida “El violinista de Mauthausen”. También sus relatos cortos) con miedo. ¿Por qué? Porque la impresión que me dejó en el alma aquella novela referida fue tan mágica como letal. Mágica por el descubrimiento de una historia narrada, en mi opinión, con maestría. Letal porque la narración se desarrollaba de tal modo que iba dando directamente en mi corazón. Soy un lector visceral, qué le voy a hacer. Pero íbamos con el miedo. Éste apareció antes de ir abriendo cada uno de sus libros porque, de aquella experiencia con “El síndrome de Mowgli”, no me quedó el prejuicio de acercarme a las posteriores con garantías y seguridades. Antes bien, todo lo contrario: tenía miedo a la decepción. La cual, por fortuna para mí, no ha aparecido en ningún momento.
En “El violinista de Mauthausen” he vuelto a encontrarme (insisto, y no sé si volveré a insistir alguna vez más porque la obviedad me cansa tanto como me marea, en que expreso mi opinión. Que no es sino la opinión de un lector de Pérez Domínguez) con el magisterio narrativo. ¿Podría haber solucionado el escritor su libro con ciento veinte páginas? Seguro que sí. Pero también podría habernos dado ochocientas. Es el escritor quien decide la dimensión de la historia que escribe y de la que es responsable. Cada uno sabrá lo que quiere que pesen sus libros. Para mí, el peso de éste, es el necesario. Aún lo soportan mis estantes.
“El español capturado por los alemanes está siendo llevado no sabe dónde en un tren, junto con cientos de otros presos, en apestosas condiciones.
Ustedes han leído esa frase y ya saben de lo que estoy hablando. El autor va a necesitar trece páginas para darnos a entender que allí dentro del vagón se están perdiendo las más elementales garantías para la compostura de las personas.” Yo, francamente, necesito esas trece páginas para imaginar, o acaso acercar mi imaginación, todo el sufrimiento y toda la miseria padecidos por aquellos presos. Si sólo hubiera leído algo así como “fue capturado por los alemanes y transportado en tren con cientos de presos más no se sabe dónde, pero sí en apestosas condiciones”, si hubiera leído algo así, habría cerrado el libro, para no volver a abrirlo, en ese mismo momento.
¿Sabe más, sobre la historia que escribe, su autor que el lector? Faltaría más: la misión del escritor es ir descubriendo al lector aquello que él ya sabe, a veces desde el principio, otras veces a mitad de camino. A mí, como lector, me gusta ir descubriendo. Y considero que, en este libro, Pérez Domínguez va dosificando esos descubrimientos de un modo que, en ocasiones, roza la genialidad. El final, por ejemplo, fue para mí sorprendente. ¿No se pueden narrar más desencuentros desde que existe “Casablanca”? Pues apagamos y nos vamos, que poco más se puede hacer o leer.
En fin, pido disculpas por la extensión de mi comentario. Ya lo concluyo calificando “El violinista de Mauthausen” como una gran novela, donde Andrés Pérez Domínguez, siendo fiel a su estilo y a sus formas, se ha superado. Novela, para mí, recomendable y recomendada.

Juanma dijo...

Disculpen, se me olvidó decir algo para mí importante: todo lo que he escrito lo hice desde el respeto a las distintas opiniones que por aquí han aparecido. Incluida, por supuesto, la opinión de Carolina Leon.

Saludos.

Diego PRADO dijo...

Podría decir muchas cosas sobre la crítica literaria (y no todas buenas), puesto que he ejercido este menester los años suficientes como para hablar de ello, pero no me pagan para avivar polémicas. Sólo diré que toda crítica (que deberíamos diferenciar ya en su propia etimología de la expresión "reseña") es siempre, necesariamente, subjetiva. Y por tanto no sujeta a la verdad absoluta, ni siquiera si la firma una académico de la RAE, un Catedrático o un Doctor en Literatura Comparada. Por supuesto, pues, la señora León es libre de opinar de lo que quiera y en el estilo que quiera hacerlo, del que yo no soy especialmente amigo. Ella sabrá, no obstante, por qué dedica su tiempo y un espacio a un libro que no le gusta, máxime cuando (como sospecho es el caso) no ha cobrado por esta colaboración. Llámenlo seriedad profesional, no hay motivo para dudarlo, aunque sea raro.
Lo que sí deseo decir es que Andrés Pérez Domínguez es un buen tipo, uno de esos rara avis en las letras, cercano y sencillo, una persona honesta y un trabajador nato al que no le han regalado nada. En ningún caso, en fin, uno más de esos oportunistas que llenan el panorama literario.Sus obras, por supuesto, podrán gustar o no,pero negarle su condición de escritor me parece simplemente risible.
Sin acritud,
D.

Alejandro Luque dijo...

Me permito colgar el comentario que he dejado a Andrés en su blog. Buen domingo a todos.

Es (o debería ser) tan natural que un crítico desmenuce un libro, como que al autor no le resulte grato (todos hemos pasado por ahí), como que los seguidores salgan en defensa de éste, ya sea por simpatía o porque uno se siente siempre un poco ofendido cuando lo que ama es cuestionado. Luego vienen otros a refutarlo, etc etc. Todo eso es (o debería ser) natural. La crítica de Carolina es muy dura, cierto, pero puedo asegurarte que honesta. Ver en ella un ataque a la gente que lee tus libros, o un aire de familia con los tiempos de Mauthausen, es en mi modesta opinión buscarle cuatro pies al gato. Y poner a parir un libro, si se me permite la expresión, no es un ultraje contra el ciudadano que lo escribió. Y se puede hablar bien o mal de algo sin que haya simpatías o fobias personales, dinero o intereses espureos de por medio. Espero que entiendas, Andrés, mi defensa a ultranza de Carolina. Pero mañana, cuando me siente a escribir una reseña, quiero tener exactamente la misma libertad que ha tenido ella. Incluso para equivocarme.
Un abrazo.

Adolfo Poncela dijo...

La verdad es que la actitud de los responsables de este blog ha sido todo el tiempo encomiable. Y la de algunos de sus seguidores/escritores.

Sí me ha llamado la atención que desde que sugerí la idea de investigar las IPs de los anónimos, éstos hayan desaparecido unánimemente. Da que pensar.

Unknown dijo...

Yo, lo siento mucho, pero apoyo que alguien, por fin, por fin, sea capaz de discernir más allá de si una obra tiene o no valores "positivos". Que un libro, una película, una obra de teatro, defienda la democracia o ataque el nazismo, o defienda el medio ambiente no es un valor literario.

Tampoco abogo yo por que la literatura sea cuestión de paladares exquisitos. La novela popular existe, y ha existido. Ahora bien, la hay buena y la hay mala. Po otra parte, esa defensa a ultranza de que un tema trillado procede de que "todos los temas están trillados" es una coartada que no se sostiene. Un ejemplo fácil está en la Historia de la Ciencia-Ficción: hasta que se escribieron obras como las de K. Dick o Ballard, nadie había hablado de ello. Tampoco es que haya, por ejemplo, abundantes muestras de historias protagonizadas por las generaciones de inmigrantes que ahora viven aquí. O sea que uno puede escoger el tema que quiera, pero luego, debería ser coherente con que le acusen de falta de originalidad.

Yo creo que a un escritor de hoy se le puede exigir que, cuando menos, cumpla con unos mínimos. Más, precisamente, si toca temas duros. Todavía colea una cierta polémica con lo que hizo Spielberg con el Holocausto. Todo no vale. Como no valen esos reportajes sensacionalistas de la televisión que no adquieren validez sólo porque traten malos tratos o "el dolor de las familias" en casos de asesinato.

Esto no tiene nada que ver con que el autor sea buena o mala persona, sino con que sea buen o mal novelista. Y, tal vez, con que no se haya planteado el alcance de lo que uno escribe.

El éxito no tiene nada que ver con la calidad: ni las ventas excluyen el buen hacer, ni un libro que tenga cuatro lectores implica que sea una obra maestra. Además, creo que en lo de la crítica (y esto pasa hasta si esta palabra la usamos en lo personal) siempre se contrapone con lo de que el crítico es un soberbio que dicta sentencias. No. El crítico supone que sus lectores son adultos, que entienden que lo que expone es su opinión. Y que es una opinión, por cierto, que suponemos bien basada en lecturas y estudios.

El que lea la crítica, y haya leído el libro, y le guste, no puede o debe sentirse menospreciado.

Aparte, y perdonen si ahora me exalto un poco, dejémonos ya de correcciones políticas, y digamos, por fin, que mucho de lo que tan bien se venden ni siquiera respetan las mínimas normas de construcción gramatical. No hablo por el libro de este señor. Por cierto, que tengo sus relatos, así que los leeré si tanto se recomienda aquí. Pero mi primer vistazo, lo siento mucho, es que me atraían poco, poco.

Jabo H Pizarroso dijo...

Cuando uno se decide a presentar una obra de teatro, a publicar un libro, se pone uno en el caso de ser criticado y se acepta la censura de su tiempo. Por más que haya algo que decir, necesita uno callarse.
Albert Camus

Anónimo dijo...

Es cierto que Pérez Domínguez tiene comote fallos y otras cosas que pueden mejorarse en su trabajo literario, Carolina León tiene parte de razón en eso, pero sin embargo también es cierto que, por lo que he observado en lo que he leido sobre este autor, tiene una gran sensibilidad para ratratar y reflejar clara y lúcidamente muchos aspectos del espíritu humano, al menos eso me pareció cuando leí El Síndrome de Mowgli y El Centro de la Tierra, además expresaba todo eso desde una sencillez que, al menos para mi, trasmitía sensaciones. Recuerdo que, la primera vez que leí un libro suyo, fué en un lub de lectura y, a excepción de mi y del bibliotecario, el cual también era el organizador de dicho club, la gran mayoría solo dijeron consas negativas; eran opiniones respetables pero al aoportar la mía considero haber sacado las partes mas buenas de dicho libro y que, a otros, parecían haberles pasado por alto.

Un Saludo.