08 marzo 2010

En el lodo sentimental

Persuasión

Jane Austen

Editorial Debolsillo, 2009

ISBN: 9788484505501

296 páginas

8,95 Euros



Javier Mije

He recordado estos días un conocido aforismo del poeta italo argentino Antonio Porchia: “Lo que dicen las palabras no dura. Duran las palabras. Porque las palabras son siempre las mismas y lo que dicen no es nunca lo mismo”. La razón de que esta cita acudiera a mi mente es que se han reeditado recientemente las palabras de Persuasión, última de las ficciones de Jane Austen, publicada póstumamente en 1818. Me acerqué por primera vez a estas páginas (casi) bicentenarias hace unos cinco años. Leerlas fue entonces como acariciar un objeto fetiche. Era la novela preferida de un ser humano cuya estima quería recuperar, como ocurre en la propia novela de Jean Austen, cuyo argumento es la historia de una segunda oportunidad. Como instrumento ineludible del género romántico Persuasión se vale de lo epistolar para impulsar la acción: se me parte el alma y vacilo entre la desolación y la esperanza. No me diga, por Dios, que ya es tarde y que esos bellísimos sentimientos no anidan ya en su pecho. Nuevamente me ofrezco a usted, y mi corazón es aún más suyo ahora que cuando me lo destrozó hace ocho años. No diga que el hombre olvida más pronto que la mujer ni que en él el amor tiene vida más corta. La carta -del capitán Frederic Wentworth a Anne Elliot- prosigue, y como vano argumento de persuasión la utilicé hace un lustro para aprender el escaso efecto de lo libresco en la vida real. Eso es, señor Porchia, lo que, entre otras cosas, me dicen hoy las palabras de Jean Austen. Creo que Nabokov –gracias, Manolo Haro, por legarme su Curso de literatura europea- define perfectamente la categoría de pésimos lectores a la que pertenezco: aquéllos que sienten con gran intensidad la situación expuesta en un libro porque les recuerda algo que les ha sucedido; aquellos que aprecian la literatura que evoca un país, un paisaje, un modo de vivir que sienten con nostalgia como parte de su propio pasado. “O bien, y esto es lo peor que puede hacer un lector” –asegura Nabokov- “se identifica con uno de los personajes”. Me quito el sombrero ante el autor de Lolita, que sólo unas páginas después califica a los críticos como pobres mercenarios.

Pero, ¿qué pueden decir hoy las palabras de Austen a lectores menos sentimentales? Nabokov hubiera dicho de Persuasión que es un cuento de hadas. Lo afirma de Mansfield Park, para añadir que “en cierto modo, todas las novelas lo son”. Persuasión narra la historia del reencuentro de dos enamorados. Anne Elliot, segunda hija de un baronet arruinado, persuadida por un mal consejo y víctima de la vanidad y estupidez de su familia, rechazó al hombre al que amaba –el capitán Wentworth- ocho años antes de que se inicie la acción de la novela que narra precisamente el lento camino de acercamiento entre ambos. Uno entra en Persuasión y tiene de inmediato la certeza de que se halla a bordo de un vehículo seguro, posiblemente sin el equipamiento y los detalles de un coche de lujo (el gran Audi Flaubert) –pálida Jane Austen, que dice casi siempre más de lo que muestra- pero que ofrece a cambio la fiabilidad de quien ha llevado a un límite de perfección las convenciones de un género. Austen es brillante en la caracterización en pocos trazos de sus personajes, en la descripción de la vida rural británica, de su nobleza empobrecida y esclava de las apariencias, y en la utilización del estilo indirecto libre como estilete de la percepción psicológica. El tono es romántico, pero la autora no tiene un pelo de tonta. Creo que uno se deja seducir por esta novela porque tiene la impresión de que quien la maneja entre bambalinas es una persona sabia, alguien que conoce bien el género humano, esto es, su debilidad y sus flaquezas. Con qué humor, con qué ironía retrata el esnobismo del baronet Walter Elliot y su primogénita Elizabeth, que como dos actores de comedia, “arrastran sus defectos escena tras escena”. Austen no se engaña tampoco respecto a la importancia que tiene el dinero en la vida social. La economía puede arruinar un compromiso amoroso, y por afán de dinero se mueven alguno de los personajes secundarios de esta historia. Así que, ¿lo que dicen las palabras de Jane Austen perdura?

Hace un par de años, en una conferencia sobre Edgar Alan Poe, escuché decir a Luis Manuel Ruiz que uno lee novelas porque confía en la estabilidad y el orden del mundo. No sé si el bueno de Luis suscribiría aún estas palabras; Austen las suscribiría. El mundo de Persuasión es estable de un modo que hoy puede parecernos convencional, arqueológico, falso. Si una tormenta lo conmociona es para que la autora vuelva a reunir y ordenar sus piezas en la última página, donde los personajes buenos triunfan y, como debe ser (pero no como suele ser), los malos fracasan. La vida de todos discurre apaciblemente cuando la narradora los abandona. Entonces, como diría Nabokov, Dios asume el cargo.

1 comentario:

Catherine dijo...

Javier, estamos leyendo "Persuasión" en mi club de lectura, y he pensado hacer un enlace a tu reseña en nuestro blog. Espero que no te importe (es que me ha gustado mucho...). Saludos.