01 octubre 2010

Por un trascendentalismo de agua dulce


La pesca de la trucha en América

Richard Brautigan

Blackie Books, 2010. Biblioteca Brautigan.

ISBN: 978-84-937362-5-5

Nº de páginas: 172

Precio: 19 €

Traducción de Pablo Álvarez Ellacuría



Fran G. Matute

A pesar de que en España ya se habían publicado (sobre todo en Anagrama) otras obras de Richard Brautigan, da la sensación de que con esta estupenda edición de su novella más famosa se haya descubierto por primera vez a este extraño autor. “¿Y quién es Brautigan?” se preguntan en la curiosa e informativa sobrecubierta que acompaña a La pesca de la trucha en América (1967). Pues fue uno de los personajes definitivos de la era hippie. Un poeta lisérgico y melancólico que vivió la vida en sintonía con la naturaleza, si bien no sabemos si lo hizo consciente o inconscientemente. En cualquier caso, ni el alcohol ni las drogas evitaron que Brautigan se convirtiera en un icono de una generación y que aguantase en este mundo hasta los años 80. Un tiro en la cabeza puso fin a su talento. Y los gusanos hicieron el resto durante días hasta que encontraron su cadáver.

Pero cuestiones personales al margen, ¿cómo podemos evaluar un artefacto tan reconocido como La pesca de la trucha en América hoy día? De sobra es sabido que hay obras que envejecen mal, pero me atrevería a afirmar que La pesca de la trucha en América no es una de ellas. Mi presentimiento es que siempre fue así. No es que se haya quedado obsoleta. Es que siempre fue un inconexo relato escrito por un pirado que por cuestiones aleatorias encontró su público en el San Francisco del año del amor y de las flores. Juzgar por otro lado si Brautigan es un autor meritorio literariamente sería harina de otro costal.

Pero, por otro lado, no reconocer la cercanía y la inocencia que rezuman sus palabras sería una falacia. El discurso que Brautigan transmite en La pesca de la trucha en América lo alinea con obras capitales del Trascendentalismo de Nueva Inglaterra, como Naturaleza (1836) de Ralph Waldo Emerson o Walden; la vida en los bosques (1854) de Henry David Thoreau. Pero tampoco es difícil imaginar a Ginsberg o a Ferlinghetti firmando esas palabras. Se trata por tanto del eslabón perdido entre el trascendentalismo y el hippismo, que en sus reflexiones (si se las puede llamar así) abunda en el naturismo del ser humano a través de psicodélicas digresiones, humorísticas la mayoría de ellas debido al absurdo del discurso propuesto, pero nostálgicas en otros muchos pasajes.

Así que, del mismo modo que juega Brautigan con el título de su obra dentro de su novela (hasta el punto de cosificar el título para dar nombre a múltiples objetos, personajes y lugares), La pesca de la trucha en América se nos antoja una metáfora válida de una época narrada por alguien autorizado para ello a través de su propia experiencia vital. Y esto es lo que más valor da, en nuestra opinión, a una obra tan aparentemente dispersa que definitivamente no está destinada para todos los públicos. Habrá quien vea en ella un mamarracho escrito por un ser incapaz y habrá quien la considere una obra capital de la contracultura. Pero en cualquier caso, se trata de un documento inevitable para conocer una nación y un fenómeno social que impactó en todos los ámbitos con mucha más fuerza y autenticidad que, por ejemplo, las huelgas generales en la edad moderna a la hora de reivindicar un mundo mejor.

En cualquier caso, os guste o no, Blackie Books tiene pensado construir una “Biblioteca Brautigan”. Así que los que se quieran subir al tren que estén atentos a la próxima parada y los que no comulguen con su filosofía absténganse de leer La pesca de la trucha en América, en la que pocos consejos para ir de pesca van a encontrar y sí muchos quebraderos de cabeza, y al final del todo un bote de mayonesa.

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