07 septiembre 2011

Retablo presente



Acceso no autorizado

Belén Gopegui

Mondadori, 2011

ISBN: 978-84-397-2467-4

316 páginas

19,90 €




Rafael Suárez Plácido

Algunos habían detectado altibajos en sus últimas novelas. A mí me gustó Deseo de ser punk (Anagrama, 2009), la historia de una jovencita enganchada a la música que busca su lugar en el mundo. Es cierto que el final me dejó con ganas de más, pero eso no restaba interés al libro. Estos días, dos años después, acaba de publicarse Acceso no autorizado (Mondadori). Lo primero que llama la atención a sus lectores es el cambio de editorial: de Anagrama a Mondadori. Algo sí es cierto: son las dos editoriales que mejor tratan a la narrativa española estos últimos años. No es una ruptura total con la novela anterior: también aquí encontramos a un personaje principal femenino enganchado a la música (tangos de Homero Expósito, Hedningarna… buena música en definitiva) que busca su lugar en el mundo. Eso es todo lo que tienen en común una chica de quince años y una de sesenta: la curiosidad, las dos son personas interesadas y, por lo tanto, interesantes. Pero ahí acaban las coincidencias. Ese personaje nuevo es Julia Montes, vicepresidenta del gobierno socialista de España, que tiene unos sesenta años. ¿Casualidad? Todos tenemos en mente la imagen de la anterior vicepresidenta del gobierno. No es la única ministra fielmente retratada. El presidente también tiene su papel (ya lo comentaremos) y el ministro del interior. ¿Cuándo se terminó la novela? ¿Sabía Belén Gopegui que ese ministro del interior iba a ser el líder del partido actualmente? Algo de eso intuíamos todos, claro. Pero esta novela trata de más personajes, de todo un país quizá. Se tejen una serie de conflictos personales, sociales, políticos y criminales (estos dos van unidos) que conocemos o intuimos todos los que leemos los periódicos. Hay otro protagonista, Eduardo, que es un abogado con conocimientos muy avanzados de informática y con un pasado de activista en el PCE, que por casualidad entra un día en el ordenador personal de Julia. ¿Cómo consigue permanecer ahí? Apelando a lo que queda de puro en ella, a la mujer que era y ya no parece ser y ganándose su confianza. Si tratamos la verosimilitud de la trama convendremos que esta sería la parte más débil. Mucho más que las corrupciones y asesinatos cometidos (alguno hay): eso ya no es noticia. A partir de ahí se va tejiendo una trama que les atañe en sus vidas personales y públicas. La novela adquiere la estructura de relato de intriga y espionaje, a la manera de los libros de John Le Carré, de quien se cita Nuestro juego.

Hay dos aspectos que destacan. Uno son las relaciones humanas entre los personajes que habitan mundos diferentes y son siempre el motor que les lleva a continuar luchando por ideales que otros ya abandonaron. Los recuerdos de un pasado que pudo ser mejor asaltan a los protagonistas. Eduardo recuerda a Amaya, compañera de su época en el PCE y siempre su mujer deseada. Julia también evoca otros tiempos, en los que creían que había algo más que la inercia que mueve hoy nuestra política. ¿En qué momento se torcieron las cosas? ¿Podemos hacer algo por mejorar lo que nos quede de vida? ¿Merece la pena intentarlo? La escritora es una maestra al mostrar cómo personajes aludidos reaparecen y toman forma presente. Teje una perfecta red en la que los personajes del pasado son los mismos que actúan hoy en nuestras vidas. El otro aspecto es la ideología, la lucha social que siempre ha caracterizado a la autora, que aquí adopta el rol de Eduardo, cuando conversa con Julia, o de esta cuando lo hace con sus compañeros de gabinete. Belén Gopegui nos da su versión de esta transición que parece que nunca va a acabar. Casi todos los protagonistas dudan y tienen sus momentos de debilidad, incluso el presidente cuando rompe todas las promesas que le llevaron al mayor triunfo electoral de nuestra aún incipiente democracia. Hay un momento que es clave: cuando Julia le dice que no ha roto con su ideología, sino que simplemente no tiene ideología. Es la misma conclusión a la que asistimos todos los que vemos sus continuos y torpes bandazos. ¿Se puede gobernar de otra manera? Si quieren saber más cabalmente por qué estamos en la crisis, qué pudimos hacer para salir de ella y qué hicimos en cambio; o si quieren conocer la mejor novela de una de las mejores narradoras españolas actuales no se pierdan Acceso no autorizado.

2 comentarios:

Kepa dijo...

Muy interesante novela sobre el poder, las relaciones humanas y los sueños incumplidos. Os dejo una crítica que realicé sobre ella por si a alguien le puede interesar.

saludos

http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article26192

Ramon E. dijo...

(...) Un caso llamativo sería el de Belén Gopegui en su última novela, Acceso no autorizado, también tildada de política en tanto que hay políticos entre sus personajes. Si nos referimos a una novela anterior como El lado frío de la almohada, donde defiende la revolución cubana, creo que las palabras del novelista cubano Juan Abreu en su novela Cinco cervezas lo dicen todo respecto a un posicionamiento político concreto: “Belén Gopegui ha declarado que la REVOLUCIÓN de la isla pavorosa es: un proyecto admirable y ojalá dure mucho tiempo y se extienda por todo el mundo. Esto mientras se zampaba una langosta en la isla llena de muertos de hambre y de prisiones y de poetas torturados y de bibliotecarios pateados y de escritores envilecidos y paseaba su coño acostumbrado al buen jabón y a exquisitas almohadillas sanitarias por un país donde las mujeres no tienen jabón para lavarse el culo ni qué ponerse en el bollo cuando menstrúan” (...)

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(...) Ahora bien, en este caso la pregunta que me acosa —y no es nueva— es la que se refiere, insisto, a la política de la novela, en su forma de política editorial. ¿Se puede ser crítico publicando en una editorial como Mondadori? ¿Es legítima una crítica política si la editorial que publica el libro pertenece a la familia Berstelmann cuya ascenso económico y editorial se debió al apoyo y financiación de los nazis (su autor de cabecera fue el autor de la proclama de la quema de libros) y la otra parte del accionariado pertenece a Silvio Berlusconi; hecho éste que ha provocado que en Italia algunos escritores hayan decidido huir de esa editorial de apariencia cool? ¿No es este tipo de novelas “llamadas políticas” el necesario disenso que necesita toda sociedad para legitimar su sentido (y necesidad) consensual? [O tal vez no]

http://albertosantamaria.blogspot.com