La venganza de Evaristo Cubista
Antonio Zamora
Hipálage, 2009
ISBN.13: 978-84-96919-21-1
135 páginas
13 euros
Jesús Cotta
Siempre me han gustado las novelas que de muy poco hacen mucho, que le sacan el máximo partido a dos o tres elementos muy sencillos, como La vida de Pi, de Yann Martel, una novela que narra los doscientos veintisiete días de supervivencia que un niño hindú pasa con un tigre y algunos otros animales salvajes en una pequeña embarcación.
Otras obras parecen empeñadas en complicar con muchos personajes y vericuetos una cosa sencilla, como esas novelas policíacas donde el crimen es de lo más normal y el autor nos presenta a mil sospechosos para despistarnos.
Sin embargo, La venganza de Evaristo Cubista es de las novelas que de muy poco hacen mucho, que arrancan con lo cotidiano y acaban en el paroxismo, sin saltar a la fantasía.
El autor nos presenta a un estudiante universitario, guapo, rico y remolón que, por una cuestión de orgullo personal, se empeña en robarle la novia al feo del grupo. Y de ese asunto sumamente simple nos lleva a una tragedia personal sin aspavientos ni sangre, sin recurrir al deus ex machina ni a las persecuciones ni al ensañamiento al que nos tienen acostumbrados ciertas películas. El protagonista, con naturalidad y sin eufemismos, nos explica su proceso interior de purificación a la par que los sucesos que lo conducen a ello, hasta que se acostumbra a vivir con el horror. Eso sí, el final es difícil de digerir y deja mal sabor de boca, pero tal vez sea para el protagonista la única salida posible si desea seguir vivo.
Antonio Zamora trata en esta novela asuntos como las aventuras eróticas, la enfermedad, la amistad y la venganza. Y todo con una verosimilitud que parece nacida de las propias experiencias del autor. Las chicas que aparecen en escena, aunque sus actuaciones son breves, parecen vivas en la voz del narrador. Pero lo que más me ha gustado es la contraposición entre la frivolidad amorosa del guapo y la intensidad con que el feo ama a una mujer.
Quasimodo,la Bestia o el fantasma de la ópera son feos insignes de la literatura con un elemento en común: su desaforada necesidad de amor y belleza, lo cual los hace grandes y a la vez peligrosos. En este caso, el feo, Evaristo Cubero, llamado Cubista por su rostro abstracto, no es un resentido contra el mundo ni oculta su fealdad, pero lo que lo hace peligroso es el deseo de vengar a una mujer que ha muerto de tristeza.
Aunque la sencillez, corrección y claridad del lenguaje es uno de los alicientes de este libro que se deja leer con una rapidez pasmosa, echo en falta un toque más literario en el lenguaje, alguna concesión ocasional a la poesía y al desgarramiento, una mayor osadía en las imágenes y en la expresión. La intensidad de lo narrado a veces lo exige. Eso no le habría robado agilidad al libro, sino que lo habría hecho más redondo. Pero, en realidad, el libro no defrauda. Cumple con lo prometido. Es de esos libros que empiezan bien y terminan mejor, porque rematan bien la faena.
Doy, pues, la bienvenida a esta novela y felicito al autor. Se nota que, tras todas esas líneas que él deja caer como una lluvia mansa, hay mucha vida, mucho trabajo y un gran mundo interior que, con esta novela, no ha hecho sino empezar.
Antonio Zamora
Hipálage, 2009
ISBN.13: 978-84-96919-21-1
135 páginas
13 euros
Jesús Cotta
Siempre me han gustado las novelas que de muy poco hacen mucho, que le sacan el máximo partido a dos o tres elementos muy sencillos, como La vida de Pi, de Yann Martel, una novela que narra los doscientos veintisiete días de supervivencia que un niño hindú pasa con un tigre y algunos otros animales salvajes en una pequeña embarcación.
Otras obras parecen empeñadas en complicar con muchos personajes y vericuetos una cosa sencilla, como esas novelas policíacas donde el crimen es de lo más normal y el autor nos presenta a mil sospechosos para despistarnos.
Sin embargo, La venganza de Evaristo Cubista es de las novelas que de muy poco hacen mucho, que arrancan con lo cotidiano y acaban en el paroxismo, sin saltar a la fantasía.
El autor nos presenta a un estudiante universitario, guapo, rico y remolón que, por una cuestión de orgullo personal, se empeña en robarle la novia al feo del grupo. Y de ese asunto sumamente simple nos lleva a una tragedia personal sin aspavientos ni sangre, sin recurrir al deus ex machina ni a las persecuciones ni al ensañamiento al que nos tienen acostumbrados ciertas películas. El protagonista, con naturalidad y sin eufemismos, nos explica su proceso interior de purificación a la par que los sucesos que lo conducen a ello, hasta que se acostumbra a vivir con el horror. Eso sí, el final es difícil de digerir y deja mal sabor de boca, pero tal vez sea para el protagonista la única salida posible si desea seguir vivo.
Antonio Zamora trata en esta novela asuntos como las aventuras eróticas, la enfermedad, la amistad y la venganza. Y todo con una verosimilitud que parece nacida de las propias experiencias del autor. Las chicas que aparecen en escena, aunque sus actuaciones son breves, parecen vivas en la voz del narrador. Pero lo que más me ha gustado es la contraposición entre la frivolidad amorosa del guapo y la intensidad con que el feo ama a una mujer.
Quasimodo,
Aunque la sencillez, corrección y claridad del lenguaje es uno de los alicientes de este libro que se deja leer con una rapidez pasmosa, echo en falta un toque más literario en el lenguaje, alguna concesión ocasional a la poesía y al desgarramiento, una mayor osadía en las imágenes y en la expresión. La intensidad de lo narrado a veces lo exige. Eso no le habría robado agilidad al libro, sino que lo habría hecho más redondo. Pero, en realidad, el libro no defrauda. Cumple con lo prometido. Es de esos libros que empiezan bien y terminan mejor, porque rematan bien la faena.
Doy, pues, la bienvenida a esta novela y felicito al autor. Se nota que, tras todas esas líneas que él deja caer como una lluvia mansa, hay mucha vida, mucho trabajo y un gran mundo interior que, con esta novela, no ha hecho sino empezar.
1 comentario:
Me ha encantado esta reseña porque se centra en el libro. Francamente, estoy hasta la coronilla de que los críticos se dediquen a hacer vanidosas florituras, en vez de informar y orientar a los lectores. Siga usted así, don Jesús.
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