Joaquín Mayordomo
Tres Culturas, 2009
Pág.: 232
Precio: 10 €
ISBN: 978-84-937041-1-7
Ilya U. Topper
Luis Manuel Ruiz
Para la inmensa mayoría de lectores contemporáneos, decir novela policíaca significa bajos fondos, ex presidiarios de nariz rota, detectives acabados con un ventilador en el despacho que de repente chocan con el asesinato de su vida y mujeres de piernas verticales a las que el humo no molesta en los ojos cada vez que aspiran el cigarrillo. Pero antes de ese álbum de tópicos, el género fue otra cosa. Salvador Vázquez de Parga, en su escrupulosa historia del relato policíaco, data en torno a los últimos años veinte la cesura que dividiría en dos todo este orbe de sangre: fue entonces cuando el detective se mudó de los aristocráticos cottages ingleses a la Gran Manzana y el pausado ejercicio intelectual de reunir pistas que racionalmente debían conducir a la identificación de un culpable cedió paso al puñetazo y tentetieso, a la jerga de la calle.Pablo Sastre ha escrito un ensayo sobre las cosas pequeñas, sobre los objetos que nos han acompañado desde siempre y que han modelado nuestra relación con el mundo. La silla, una puerta, la casa, el pan, un arcón, son todos objetos que han convivido siempre con nosotros y han revelado el sentir de diferentes épocas y sobre todo el devenir de algunos tiempos. La presencia de las cosas es un ensayo de una humildad congénita. Parte de reflexiones absolutamente limpias que se preguntan cosas que poca gente se pregunta. ¿Por qué existe una silla?, ¿Cuando un químico crea un nuevo producto de limpieza es el ansia de conocimiento lo que le ha movido a esa fastuosa creación?, ¿Acaso la mayoría de nuestras máquinas y cosas no provienen de la guerra (o el robo)?, ¿Desde cuando utilizamos alfombras en Europa?, ¿Qué diferencia existe entre la época en la que los hombres y las mujeres convivían en un mundo igualitario y de marcadas singularidades entre ellos y ésta época de sexos que no de hombres y mujeres que comienza casi con la revolución industrial del XIX y somete a la mujer y la enclaustra en las tareas de casa, nada rentables y nada pagadas según el código de rentabilidad? ¿El ritmo y la velocidad del progreso tecnológico tienen algo que ver con nuestro ritmo humano y nuestro tempus de vida? ¿No va todo demasiado deprisa?
En 1990 en España nos hicimos con los primeros móviles, ahora no sabemos vivir sin ellos, comenzamos a familiarizarnos con los ordenadores personales, que nadie sabía para que servían, y nos encariñamos y conocimos el windows 95 cuando ya se vendía el Milenium y saltamos al XP, ¡qué maravilla!, instalados de nuevo en un software que controlábamos cuando llegó el Vista y lo despreciamos. Y ¿para que vale todo esto?, ¿En qué sentido humaniza todo esto a alguien? ¿Hasta que punto nos hemos convertidos en esclavos dependientes de máquinas complejas que no sabemos ni arreglar? ¿Cada cuento tiempo es necesario que esto se renueve para seguir bebiendo el brebaje del esclavo ilusionado con el aparatito nuevo?.,¿Qué utilidad, al fin y al cabo, tiene todo esto?
"Las mercancías conservan en su interior una moral que no acepta quien no las compra. Todo me condiciona para que tenga un televisor. Todos lo tienen. Forma parte de nuestro tiempo. La moral de nuestro tiempo ordena que lo poseamos. ¿Por qué yo no? ¿Qué soy, un "listo", un cavernícola, uno que pasa de todo?...Sospechoso, cuando menos. Hay ciertas cosas a las que tenemos que adherirnos como sea, pues sin ellas ni siquiera seríamos: son los mínimos que nos unen a nuestro tiempo, y necesitamos, aunque no lo queramos, echar mano de ellas, si es que queremos nuestra de todos modos intranquila posición."
He creído siempre y mucho más en estos momentos, en la necesidad de libros, panfletos, momentos escriturales en los que el pensamiento se remanse y la reflexión venga de donde venga y nos aporte o nos de por lo menos muletas para afrontar la crisis salvaje y el cambio histórico tan descomunal en el que estamos metidos. De una manera silenciosa y a modo de inventario, Pablo Sastre nos sitúa en la trastienda de las cosas, en las causas principales que devienen en cosas, en la necesidad de no perder la funcionalidad de las cosas que nos rodean, y en la necesidad de aligerar de cosas el yo para que el yo viva y no se destruya.
Consumir es destruir, este es otro de los axiomas principales que estudia Pablo Sastre. Este libro nos regala fórmulas y sobre todo reflexión a la luz de los objetos y su devenir antropológico y social. Lo nuevo y lo viejo, esa dicotomía estruendosa se ha convertido en un paradigma, un filtro aplicado a todo. Los objetos se fabrican cada vez más para ser devorados rápidamente y volver a fabricar otros nuevos que desarrollen este concepto de huída hacia adelante, este consumir sin sentir, vivimos bajo el paradigma del crecimiento que si se detiene amenaza con destruir el mundo. Uno de los lemas principales de nuestra época y del “desarrollo” no es otro que el ideal Gillete. Un día, cuando viajaba de ciudad en ciudad vendiendo tapones de botella, Gillete conoció a su inventor William Painter. Mientras charlaban, Painter le refirió a Gillete que inventara algo que pudiera usarse, tirarse, y que hubiera que comprarlo otra vez, es decir, algo perfecto para un vendedor. El 1901 Gillete presentó su invento: La máquinilla de afeitar.
Pero puede que sea tan grande el miedo y pavor creado y generado.para ejemplo tenemos la fabricación del miedo en torno a la gripe A para vender fármacos, que nadie esté dispuesto a detener el tren de las cosas, o por lo menos a comprobar qué ocurre si ese tren se para en la vía y no avanza más. Lo que late tras el libro de Sastre es una reflexión aguda sobre el hombre frente, contra y bajo la máquina. Hastiados o aburridos de las cosas necesarias nos nutrimos de las cosas innecesarias para que el capitalismo/sociedad siga creciendo y "nosotros crezcamos con él", esa es la ilusión de fondo. Esa es la patraña principal de todo esto. Compra y tira porque es tan necesario comprar como tirar y destruir para volver a comprar. Con el ludismo,se perdió la batalla principal en los inicios de la revolución industrial. Hoy he leído en prensa que los dirigentes del mundo reunidos en Copenhage para frenar el cambio climático preparan otra nueva revolución industrial.
En este momento histórico hay que dejarse de zarandajas y leer en condiciones libros como el de Pablo Sastre. Si determinada prensa se llena de mentiras y miedos para incentivar el consumo porque asi lo mandan el capital y el ilusionismo decadente, los libros abren certezas, formulan preguntas vivientes y humanizadoras, y sobre todo dejan espacio a la reflexión de cada cual, que es lo que venimos necesitando como el agua. Estamos pasando con calma y aún con miedo, de los mundos de yupi al mundo real, de la novela histórica y el ensayo épicos, a la inmersión de la narración y los non fiction books en las aguas tranquilas de la realidad y sus causas, única fórmula para detener el imparable avance del yo hacia su avisada destrucción en forma de unos y ceros y cosas innecesarias.