17 diciembre 2009

Los cuentos que buscaban ser novela

Tanta gente sola

Juan Bonilla

Seix Barral, 2009

ISBN. 978-84-322-1268-0

219 páginas.

17 euros.








Rafael Suárez Plácido

Encuentro en la solapa de este libro, de Juan Bonilla, que él piensa que en estos últimos veinte años sólo ha escrito tres libros: uno de relatos, otro de ensayos y un tercero de poemas. Pienso en su primer libro, Veinticinco años de éxitos (La Carbonería, 1994), y me pregunto en cuál de esos tres se incluiría. Él mismo contaba que no lo aceptaron en un premio al mejor primer libro de narraciones, imagino que el Tigre Juan, porque lo consideraron de ensayo. Pero que su segundo libro, El que apaga la luz (Pre-textos), tampoco fue admitido al mismo certamen porque fue considerado su segundo libro de narraciones. No tiene que extrañarnos demasiado, ya que en sus primeros libros encontramos ese tipo de narración breve con la forma del artículo, o artículos que cuentan hechos de ficción. Y no termina de separar los géneros, o de mostrar una evidente voluntad por hacerlo, hasta La compañía de los solitarios (Pre-textos).
Toda esta reflexión es pertinente porque Tanta gente sola (Seix Barral, 2009) tiene también algo de ese género híbrido. Se empieza leyendo como un libro de relatos en el que van apareciendo personajes y temas de unos cuentos en otros: un poeta que, tras un primer volumen muy exitoso, va descubriendo cuál es su verdadero lugar en el mundo; la soledad, que nunca nos hace mejores; la búsqueda de los nuevos héroes en esta sociedad del espectáculo, que son personas, a veces anónimas, que aparecen en la televisión o en el Guinness de los Récords; el deseo de llevar la literatura a la vida, de hacer reales historias literarias, y sobre todo eso: la literatura, mucha literatura, comenzando por el maestro Borges, al que dedica “Metaliteratura”, uno de los mejores relatos del libro, o Georges Perec y su ya clásico entre nosotros, gracias al propio Bonilla, Me acuerdo. Sus lectores más avezados pensarán que estos son los temas de libros anteriores. Y lo son, casi todos ellos desde ese primer Veinticinco años de éxitos, que años después reeditaría Pre-textos como El que apaga la luz. Lo que ocurre es que un creador que alcanza una voz propia en su primer libro, no cambia sus temas, sino que estos evolucionan. Decía que Tanta gente sola se lee, la primera vez, como un libro de relatos con personajes y temas recurrentes; pero quien lea el libro una segunda vez leerá una novela. De hecho podríamos proponer a los editores o al autor el juego rayuelístico de poder cambiar el orden de los relatos para leer un libro diferente. Y es que ya hay una alusión, aunque despectiva, al libro de Cortázar en el primer cuento. Si leemos en primer lugar el último relato, “El lector de Perec”, cambia no sólo la estructura del libro, sino incluso su sentido.
Hace unos años publicó en su columna “Las Afueras” una reseña o artículo o relato, o quizá las tres cosas, sobre el texto mencionado de Perec. A partir de ahí lo publicó en varios libros y antologías, a veces más desarrollado, a veces dando sentido a todo un libro. Pasaron unos años hasta que Yolanda Morató, a quien dedica este Tanta gente sola, tradujera y editara Me acuerdo, en Almuzara. “El lector de Perec” no sólo engloba a todos esos artículos, sino que se convierte en un fantástico relato que da con todas las claves de este libro.
Es en el relato “Metaliteratura” donde mejor se explica esa unión entre literatura y vida o literatura y verdad: “Desde aquella decepción creo que empecé a buscar en los textos aquello tan extraño y misterioso que sólo sé denominar de una manera insuficiente: lo que merecería ser verdad, aunque no lo haya sido nunca.” Varios de los personajes del libro buscan ficciones a las que dar vida. En otras ocasiones se pretende integrar la poesía en la sociedad del espectáculo (la alusión a Debord es mía, pero intuyo que Bonilla la suscribiría): en el primer relato, el poeta es contratado para participar en una despedida de soltero y tendrá que competir, con un malabarista callejero y con un dj africano, por los favores de la novia; en otro, el mismo poeta ha de convencer a una admiradora que pretende suicidarse de que no lo haga, y así en varias ocasiones. La sensación que da es la del poema de Baudelaire donde se compara al poeta con el albatros: hermoso y majestuoso en el vuelo, pero torpe y humillado por los rudos marineros del barco, cuando baja a cubierta. A la sociedad del espectáculo le da igual la literatura, pero a Juan Bonilla no. Desde el principio guiños y alusiones, a Keats, a José Mateos, a Juan Ramón Jiménez, a Monterroso, a Nabokov, a Paul Celan, por supuesto a Borges y a Perec, que harán las delicias de cualquier rastreador de alusiones semiocultas. Y es también el momento de acabar con algunos tópicos, especialmente ese que dice que lo mejor de Juan Bonilla está en el regate corto. Es cierto que sus primeros libros abrieron unas expectativas que para muchos no llegaron a cumplirse plenamente en sus novelas. Nadie conoce a nadie que, en mi opinión, sigue siendo la mejor de estas hasta la fecha tiene un arranque fantástico. Es cierto que la trama de la segunda parte flaquea. Cansados de estar muertos o Los príncipes nubios están lejos de ser malas novelas. Sí es cierto que no llegan a colmar las expectativas que nos crearon sus recopilaciones de artículos o de relatos breves. Pero a partir de La compañía de los solitarios ya no es justo hablar de regate corto en las historias de sus libros. Con este Tanta gente sola da un paso de gigante. No me interesa ahora entrar en la discusión de si es una novela o si son relatos, “Voluntad: borra el nombre exacto de las cosas,” pero sí hay que decir que lo mejor de sus historias es la evolución psicológica de los personajes. Aquí no encontramos la filigrana que, por otra parte, tanto nos gusta en Bonilla. O sí, también la hay, pero nos llama más la atención cómo actúan los personajes y sobre todo por qué. “Estamos diseñados para que quien descubra cómo estamos diseñados se adueñe de nosotros.” Los personajes son seres que están vivos y que pueden equivocarse y a veces mucho, pero viven como vivimos nosotros.
Hay un grupo de escritores españoles nacidos en torno a 1965 (el propio Juan Bonilla, Julián Rodríguez, Manuel Vilas, Ismael Grasa, José Luis Piquero, Jesús Aguado, Pablo García Casado...) que nos gustan porque reconocemos sus historias en las nuestras, en las que nosotros vivimos. A veces, en las que desearíamos vivir, pero más en las que vivimos. “Fregoli” es nuestra más bonita historia de amor y no nos importa tanto si acaba bien o mal, como en la vida. “En la azotea” debería ser leído por todos los jóvenes, si queremos vivir en un entorno un poco mejor. Y la soledad en un mundo donde es físicamente imposible estar solo, pero donde también es imposible no sentirse solos a poco que reflexionemos un instante, es el otro gran tema de Bonilla, también desde sus inicios.
Hace años que sé que Juan Bonilla es uno de los más interesantes escritores que conozco. También hace ya años que no nos ofrecía un libro tan bueno como Tanta gente sola.

4 comentarios:

Alejandro Luque dijo...

Amigo Rafael, te felicito por este estupendo estreno, aunque no comparto el entusiasmo de tus palabras. Descubrí a Bonilla con 'Minifundios' (1993) y he seguido leyéndole con gusto hasta hoy, pero me temo que la madurez de su prosa haya pagado el precio de ir perdiendo cosas en el camino. Y corre el riesgo, como diría nuestro querido Borges, de que los relatos sean "un poco maquinita". El propio Juan Bonilla, por cierto, abomina en público y en privado de 'Nadie conoce a nadie': creo que, hasta cierto punto, con razón. Yo reivindicaría también 'Je me souviens' (2005), que tiene no poco parentesco con 'Tanta gente sola'. Y como pequeña maldad, añadiría que si Pepín Mateos lee su nombre entre los de Keats, Monterroso, Nabokov y Paul Celan, no va a caber por esa puerta.
Una última pregunta: ¿por qué han tenido una suerte tan diversa los Bonilla, Vilas, Grasa, Piquero que citas? Repito, buen estreno y que no tardes mucho en volver por EC.

Rafael Suárez Plácido dijo...

Ante todo, un saludo, amigo Alejandro, y gracias por escribir que esta reseña te ha parecido un "estupendo estreno", aunque por lo que escribes después, no pareces estar demasiado de acuerdo con lo que escribo en ella.
"Minifundios" es un buen libro de Bonilla, pero bajo mi punto de vista los mejores son el que le publicó Pisco Lira en La Carbonería y los libros, sobre todo los dos primeros, que publicó en Pre-textos. Su tránsito por la novela no me ha interesado demasiado. Es cierto que él mismo cuenta en algunos relatos cómo las expectativas que se crearon con sus primeros libros, de alguna manera, le agarrotaron para poder crear la gran novela que se esperaba de él. De todas formas "Nadie conoce a nadie" está a la altura de las mejores primeras novelas que conozco de autores que tienen mayor reconocimiento en este campo. "Je me souviens" es uno de los productos que se crean a partir de ese primer artículo sobre el tema Perec, y que pienso que culminan en el cuento citado de este libro. Bajo mi punto de vista, "Tanta gente sola" sí está a la altura del mejor Bonilla, y decir el mejor Bonilla es decir mucho.
En cuanto a la suerte diversa de ese grupo de autores que cito, te diré que ahora están creando sus mejores obras. Si te refieres al éxito que tienen, es un asunto complicado, pero te diré que creo que cada uno de ellos crea libros que situaría entre los mejores de su género en castellano. Y no hablo de generaciones: Tanta gente sola, Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás, Calor, Brindis, El fin de semana perdido, la última antología de Aguado en Renacimiento o Dinero... ¿No te parece?

Un abrazo, Agustín,

RSP

Alejandro Luque dijo...

Amigo Rafael, espero que no veas una contradicción en mis palabras: que no esté del todo de acuerdo con tus valoraciones no me impide reconocer que son honestas, documentadas y bien razonadas: argumentos de sobra para conformar un estupendo estreno. También lo es la meditación sobre las expectativas que se pusieron en Bonilla (¿quién las puso? ¿cuáles se vieron cumplidas, cuáles no? ¿por qué su tránsito a la novela no nos interesa? ¿habría necesariamente de interesarnos?), así como ese interrogante, extraliterario, complicado sin duda, sobre la suerte diversa de un ramillete de escritores de talento sólido. Sólo por todas las preguntas que me suscita tu reseña, vuelvo a reiterarte esta bienvenida-enhorabuena.

Rafael Suárez Plácido dijo...

Gracias por tu bienvenida. Gracias por tus palabras. Comprendo lo que dices. Todas esas preguntas, obviamente, transcienden de lo literario. Pero yo sigo opinando que no tiene que interesarnos necesariamente todo de un escritor. Tampoco creo que sea una máquina de hacer cuentos. Y en los cuentos de este libro encuentro el pellizco de sus primeros textos. Cuando quieras hablamos sobre la suerte diversa de ese grupo de escritores, y sobre la música y las percusiones, y sobre la vida y sobre los libros.