Todas las caras de Ferrer Guardia
Julián Granado
Anagrama, 2009
ISBN 9788433971944
462 págs.
21,60 euros.
Jabo H. Pizarroso
Se cumplen hoy, a estas horas más o menos, cuando la luz del día pelea con los pocos mosquitos que moribundos dejó el verano pulular como fantasmas permitiéndoles el hálito primero de los atardeceres que se convierten en hoja seca y otoño, cien años del fusilamiento de García Ferrer en el foso de Santa Elena de Montjuic. A este centenario entre otros fastos y recuerdos ambigüos y engañosos llega con dureza y estilo, con un vigor sólido, el paginar, el argumentar coherente de estas casi quienientas páginas de una novela escrita por Julián Granado, médico residente en Sevilla y autor con éste de su tercer libro.
De Humanidad y Polilla es un argumento que parte de la pura y obligada necesidad. El autor ,siguiendo el juego propio de cualquier relato, y no de todos y sí de éste, descubre la historia y las máscaras de uno de los mitos del anarquismo libertario y del credo librepensador de comienzos del Siglo XX. Ferrer Guardia, acusado en 1906 de ser uno de los inspiradores intelectuales del atentado con bomba contra Alfonso XIII, cuyo autor material la Historia nombró casi siempre como Mateo Morral. Ya desde el inicio, como ocurre en las historias bien trabadas, se expone el sentido y el deber de estas páginas. "Sobre el anarquista Francisco Ferrer Guardia, fusilado en Montjuic en el año 1909, su hija Sol publicó dos biografías. La tercera y definitiva no la escribiría jamás".
La primera sensación de un lector ingenuo, como debemos serlo casi todos hasta que topamos con una mala novela, que no es el caso, le lleva a ese lector a entender que ésta es la novela de la vida de Sol Ferrer, el libro, la autobiografía que el tiempo y la memoria le impidieron escribir a esta mujer. Con esa dosis de fraternidad y solidaridad que a veces convoca a escritores a una historia, con ese extraño retumbar de fantasmas y necesidad que siempre llega de manos de un personaje, Julián Granado se pone manos a la obra para conseguir que una hija huérfana, sin padre, con un padre maniatado por la historia y por sus propias convicciones descanse en paz con sus recuerdos una vez que éstos se extiendan a lo largo de un sinfín de páginas con el engrudo propio de las historias que son verdad, sin miramientos y sin remilgos. Sol Ferrer lo intentó durante toda su vida y prueba de ello son las dos biografías que publicó en vida acerca de su padre, el anarquista Ferrer Guardia. Esta novela de Julián Granado es un regalo para con Sol Ferrer, un personaje real cuyo destino en vida estuvo marcado por la imposibilidad de conocer física e imaginativamente a su padre. Una niña huérfana de recuerdos y para quien trabaja esta novela. Ese autor omnisciente y decimonónico tan vilipendiado desde hace muchas dećadas, se viste de nuevo con frescura en un libro como este.
Y la búsqueda documental, rigurosa y memorial de los datos que descubren y encubren los telones de la vida inquietante de Ferrer Guardia tiene como objetivo regalarle el paquete de recuerdos y memoria que conforman la historia de Ferrer Guardia a su hija, a Sol. Hay como una necesidad perentoria que convoca al narrador desde el inicio de esta novela hasta el final, momento en el que se produce un vuelco real inaudito y el propio autor en boca de un investido poeta confiesa sus intenciones a su mujer en el momento en el que la historia de Sol Ferrer llena ya sus deseos y puebla sus sueños:
-Son los fantasmas, explica el poeta. Me calientan la cabeza. -¿Y qué vas a hacer con ellos?, -¡Qué voy a hacer? Encontrarles acomodo. Es la única manera de que la dejen descansar a ella.
La única manera de que descanse Sol Ferrer pasa porque un narrador encuentre acomodo a todos los recuerdos que Sol Ferrer intentó rescatar en vida, recuerdos de su padre, de ella misma repartida en decenas de pedazos, en internados en Paris y en un balcón frente al ayuntamiento de Madrid donde un tipo que luego se nombró como Mateo Morral salió de una casa mascullando palabras en polaco. No descansó esta mujer ni siquiera en el delirio. Intentó por todos los medios encontrar acomodo a su mutilación, a su desconocimiento paterno. Julián Granado en esta novela real, en esta ficción real, nos regala a nosotros como lectores un pedazo fundamental de la historia de nuestro país, pero se lo regala en primer lugar a Sol Ferrer, el personaje real que implosiona esta narración, y con eso al autor le vale. Es como si esta novela estuviera escrita única y exclusivamente para el solaz y el descanso de una única persona, en esta caso de una muerta, una niña huérfana que trató siempre de entender a su padre, de descubrir por qué lo ajusticieron una buena mañana hace hoy cien años exactamente. Novelas de este calibre donde la historia se hace pulcra, cercana y táctil, nos reconcilian otra vez con la imaginación y nos abren de nuevo espacio vacios y ciegos en la realidad histórica.
Si en muchas ocasiones el novelista es el padre de sus personajes, en este caso lo es mucho más. Julián Granado se convierte en el padre adoptivo de Sol Guardia, en la persona que es capaz de recomponer los trozos perdidos de la memoria de Ferrer Guardia para que un fantasma, su hija huérfana y muerta ya, deje de pelearse con la tierra y con el mundo en busca de las huellas de su padre. Confundidos y bellamente mezclados se encuentran aquí dos de los grandes mitos fundacionales de nuestra civilización, el de Edipo y Antígona. Esta novela que es histórica y policiaca y mucho más, está escrita con una minuciosidad intensa, con un rasgueo suave y táctil y con un cariño desbordante. Está este cariño por otro lado oculto, agazapado, pero surgen destellos de él a cada poco. Y esos destellos no hacen otra cosa que impulsar al novelista en su empeño que va más allá de escribir una historia, qué va mas allá del narrar y hacer literatura, que se enfrenta a algo casi imposible, dar recuerdo a un muerto para que su muerte se confunda en la limpieza exacta de la verdad asumida y por fin encontrada. lLs parecerán reflexiones un tanto extemporáneas que de seguro no lo serán tanto cuando abran el libro y tras unos días de inmersión afloren al cabo de las páginas con éstas y otras interpretaciones entre los dedos húmedos. En ese tránsito les recomiendo entre otras muchas cosas que disfruten también con las apariciones estelares de Baroja y de Tolstoi, dos de los espejos anarquizantes de Ferrer Guardia que también tienen su acomodo en estas páginas. Nace el día. Acaban de fusilar injustamente a Ferrer Guardia. Su hija, gracias a Julián Granado, descansa en calma.
De Humanidad y Polilla es un argumento que parte de la pura y obligada necesidad. El autor ,siguiendo el juego propio de cualquier relato, y no de todos y sí de éste, descubre la historia y las máscaras de uno de los mitos del anarquismo libertario y del credo librepensador de comienzos del Siglo XX. Ferrer Guardia, acusado en 1906 de ser uno de los inspiradores intelectuales del atentado con bomba contra Alfonso XIII, cuyo autor material la Historia nombró casi siempre como Mateo Morral. Ya desde el inicio, como ocurre en las historias bien trabadas, se expone el sentido y el deber de estas páginas. "Sobre el anarquista Francisco Ferrer Guardia, fusilado en Montjuic en el año 1909, su hija Sol publicó dos biografías. La tercera y definitiva no la escribiría jamás".
La primera sensación de un lector ingenuo, como debemos serlo casi todos hasta que topamos con una mala novela, que no es el caso, le lleva a ese lector a entender que ésta es la novela de la vida de Sol Ferrer, el libro, la autobiografía que el tiempo y la memoria le impidieron escribir a esta mujer. Con esa dosis de fraternidad y solidaridad que a veces convoca a escritores a una historia, con ese extraño retumbar de fantasmas y necesidad que siempre llega de manos de un personaje, Julián Granado se pone manos a la obra para conseguir que una hija huérfana, sin padre, con un padre maniatado por la historia y por sus propias convicciones descanse en paz con sus recuerdos una vez que éstos se extiendan a lo largo de un sinfín de páginas con el engrudo propio de las historias que son verdad, sin miramientos y sin remilgos. Sol Ferrer lo intentó durante toda su vida y prueba de ello son las dos biografías que publicó en vida acerca de su padre, el anarquista Ferrer Guardia. Esta novela de Julián Granado es un regalo para con Sol Ferrer, un personaje real cuyo destino en vida estuvo marcado por la imposibilidad de conocer física e imaginativamente a su padre. Una niña huérfana de recuerdos y para quien trabaja esta novela. Ese autor omnisciente y decimonónico tan vilipendiado desde hace muchas dećadas, se viste de nuevo con frescura en un libro como este.
Y la búsqueda documental, rigurosa y memorial de los datos que descubren y encubren los telones de la vida inquietante de Ferrer Guardia tiene como objetivo regalarle el paquete de recuerdos y memoria que conforman la historia de Ferrer Guardia a su hija, a Sol. Hay como una necesidad perentoria que convoca al narrador desde el inicio de esta novela hasta el final, momento en el que se produce un vuelco real inaudito y el propio autor en boca de un investido poeta confiesa sus intenciones a su mujer en el momento en el que la historia de Sol Ferrer llena ya sus deseos y puebla sus sueños:
-Son los fantasmas, explica el poeta. Me calientan la cabeza. -¿Y qué vas a hacer con ellos?, -¡Qué voy a hacer? Encontrarles acomodo. Es la única manera de que la dejen descansar a ella.
La única manera de que descanse Sol Ferrer pasa porque un narrador encuentre acomodo a todos los recuerdos que Sol Ferrer intentó rescatar en vida, recuerdos de su padre, de ella misma repartida en decenas de pedazos, en internados en Paris y en un balcón frente al ayuntamiento de Madrid donde un tipo que luego se nombró como Mateo Morral salió de una casa mascullando palabras en polaco. No descansó esta mujer ni siquiera en el delirio. Intentó por todos los medios encontrar acomodo a su mutilación, a su desconocimiento paterno. Julián Granado en esta novela real, en esta ficción real, nos regala a nosotros como lectores un pedazo fundamental de la historia de nuestro país, pero se lo regala en primer lugar a Sol Ferrer, el personaje real que implosiona esta narración, y con eso al autor le vale. Es como si esta novela estuviera escrita única y exclusivamente para el solaz y el descanso de una única persona, en esta caso de una muerta, una niña huérfana que trató siempre de entender a su padre, de descubrir por qué lo ajusticieron una buena mañana hace hoy cien años exactamente. Novelas de este calibre donde la historia se hace pulcra, cercana y táctil, nos reconcilian otra vez con la imaginación y nos abren de nuevo espacio vacios y ciegos en la realidad histórica.
Si en muchas ocasiones el novelista es el padre de sus personajes, en este caso lo es mucho más. Julián Granado se convierte en el padre adoptivo de Sol Guardia, en la persona que es capaz de recomponer los trozos perdidos de la memoria de Ferrer Guardia para que un fantasma, su hija huérfana y muerta ya, deje de pelearse con la tierra y con el mundo en busca de las huellas de su padre. Confundidos y bellamente mezclados se encuentran aquí dos de los grandes mitos fundacionales de nuestra civilización, el de Edipo y Antígona. Esta novela que es histórica y policiaca y mucho más, está escrita con una minuciosidad intensa, con un rasgueo suave y táctil y con un cariño desbordante. Está este cariño por otro lado oculto, agazapado, pero surgen destellos de él a cada poco. Y esos destellos no hacen otra cosa que impulsar al novelista en su empeño que va más allá de escribir una historia, qué va mas allá del narrar y hacer literatura, que se enfrenta a algo casi imposible, dar recuerdo a un muerto para que su muerte se confunda en la limpieza exacta de la verdad asumida y por fin encontrada. lLs parecerán reflexiones un tanto extemporáneas que de seguro no lo serán tanto cuando abran el libro y tras unos días de inmersión afloren al cabo de las páginas con éstas y otras interpretaciones entre los dedos húmedos. En ese tránsito les recomiendo entre otras muchas cosas que disfruten también con las apariciones estelares de Baroja y de Tolstoi, dos de los espejos anarquizantes de Ferrer Guardia que también tienen su acomodo en estas páginas. Nace el día. Acaban de fusilar injustamente a Ferrer Guardia. Su hija, gracias a Julián Granado, descansa en calma.
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