28 octubre 2009

La tradición del cuento

Quédate donde estás

Miguel Ángel Muñoz

Páginas de Espuma, 2009

ISBN: 9788483930342

154 páginas

14 €


Joaquín Blanes

Tradicionalmente la fama del cuento en español (o en castellano, táchese lo que no proceda) se asociaba con los autores del “cogollito” del boom hispanoamericano (como lo llamaba el chileno José Donoso), sin embargo, en España, hemos tenido siempre una buena cosecha de cuentistas y en el último decenio del siglo XX se abrieron paso narradores que hicieron del cuento una profesión de fe. Si hablamos del sur tendríamos que hablar, entre otros y a bote pronto, del siempre afable Hipólito G. Navarro, con libros como El cielo está López (1990) o El aburrimiento, Lester (1996). Seix Barral recogió en 2005 gran parte de su divertido imaginario en el libro Los últimos percances. Recuerdo también al inigualable Félix J. Palma, con una capacidad para la fabulación extraordinaria y magistral, ejemplo inexcusable del cuento en español (o en castellano, táchese lo que no proceda). Deslumbró con El vigilante de la salamandra (Pre-Textos, 1998) y se fue confirmando en el universo particular de los certámenes literarios porque ha ganado infinidad de ellos (oneroso o envidiable, táchese lo que no proceda).

Siguiendo en el sur, surge en esta década del XXI un cuentista almeriense que no es relevo sino suma de la devoción por el texto breve y los tramos cortos, en ocasiones más difíciles de llevar a cabo que una novela porque no admiten dudas, ni altibajos.

Miguel Ángel Muñoz (no confundir con MAM el de Un paso adelante) se dio a conocer en 2006 con El síndrome Chéjov, entre otras cuestiones por la valiente apuesta que ha hecho Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, que con perseverancia ha ido editando libros de relatos de autores destacados que, probablemente, otras editoriales no se atrevían a publicar porque, sostienen, que el cuento no vende.

Miguel Ángel Muñoz vuelve a publicar un libro de cuentos con Páginas de Espuma, Quédate donde estás es el título, un libro que intercala relatos de una extensión, digamos, larga, con otros textos más breves que pueden leerse como poéticas particulares del autor o como anécdotas literarias (“Las dos hermanas” o “Vaivén”). Abre fuego una vocacional declaración de intenciones llamada: “Quiero ser Salinger” y le sigue “Ropa de verano”, un cuento sosegado, casi tierno, lleno de nostalgia, una nostalgia triste y metafórica sobre la soledad y el aislamiento. “Vitruvio” es uno de esos relatos extraños e inquietantes que todo cuentista decide acometer con osadía, sin reparar en la dificultad que entraña conseguir que el lector admita la premisa de que a un hombre le injerten dos brazos nuevos, sin prescindir de los que vienen ya de fábrica, con los genes. Una variedad de Shiva dedicada a la escritura. Sin embargo, Miguel Ángel Muñoz, hace que lo fantástico parezca cotidiano, hasta normal, y el cuento sea uno de los más destacables del libro, junto con el entrañable “El reino químico”, evocador de la infancia, retrata los miedos que atormentan la infancia y las relaciones familiares complejas (vamos, las de todo quisque).

Un libro de cuentos, a diferencia de una novela, tiene la peculiaridad de ser un muestrario de historias de las que el lector rescatará del olvido algunos cuentos, no todos, llevado por el arbitrio y la singularidad del que afronta la lectura. Los cuentistas escriben un buen puñado de relatos con la intención de salvar del olvido alguno de ellos, pero nunca se salvan los cuentos del mismo modo; para salvar un conjunto razonable de cuentos hace falta asentarse, lentamente, en la tradición, que tu nombre se vaya sedimentando en el inventario de autores indispensables, como el vino añejo, y el de Miguel Ángel Muñoz, por su tenacidad y su escritura esmerada, comienza a formar parte de esa taxonomía.

Muy recomendable para todo cuentista es visitar su blog: El síndrome de Chéjov.

3 comentarios:

Rocío Márquez dijo...

No me digas que, aunque insistas en que no es éste, el MAM cachas de turno también encajaría a la perfección en el género del cuento, al menos como el héroe cachas y escasito de entendederas que tanto le gusta a Vladimir Propp... Tiene una pinta genial Joaquín, te haré caso. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Siempre que se habla del cuento en Español, echo en falta que alguien ponga en su boca el nombre de Aldecoa, Ignacio. Por lo demás, el libro tiene una excelente pinta.

María dijo...

Pues yo he leído el libro y no me ha gustado, me ha parecido muy aburrido y algo pretencioso. En fin, es mi opinión.