23 octubre 2009

Las muescas que deja la vida

Señales de vida

Juan Antonio González Romano

Fundación Ecoem, 2009

ISBN: 978-84-92411-82-5

80 páginas

8 €




Manolo Haro

Afirmaba el crítico literario Cyril Connolly que “los poetas viven bajo la compulsión de escribir poesía, pero nadie está obligado a leerla. Una conspiración une al autor del volumen breve con su lector: ambos se lo pueden permitir”. El azaroso laberinto de los libros que se publican en mi ciudad ha arrimado hasta mi mesa de lector estas Señales de vida de Juan Antonio González Romano, poeta conspirador de un volumen que guarda en su contenido, como ya se avisa desde la bella y sencilla cubierta ajedrezada que lo guarda, un juego de versos que mucho tiene que ver con ésta: peones puestos al servicio de una poesía a caballo entre el juego literario de los homenajes a torres veladas y torres manifiestas, memorias de amor y de damas, y, sobre este fondo, la constancia de que el paso por la realidad nos obliga al recuerdo teñido unas veces por el dolor, otras por el júbilo.
Bajo la advocación de Antonio Machado se abre el pórtico que da entrada a las cinco secciones que componen la obra: “De cadencias”, “Verano”, “Seguidillas”, “Seguidillas (casi) intrascendentes” y “Soleares”. De don Antonio toma el hálito de sabiduría que se esconde tras su heterónimo Juan de Mairena y de sus Campos de Castilla (la vida-camino recorrida con la conciencia de esa doble cara de la memoria: la de la felicidad y la del dolor).
Los ecos machadianos también vienen por la parte de Manuel, más en lo referente a la utilización de moldes de la tradición flamenca (coplas, seguidillas compuestas y soleares), que a su contenido, pues González Romano se aleja de los tópicos y los manidos modismos andaluces, ofreciendo un tornasolado y posmoderno divertimento donde se dan cita Catulo, Berceo, Lope, Don Juan Tenorio, Miguel Hernández, Guillén o Neruda (“No me gustas cuando callas./ Muy poco me importa a mí/ que a Neruda le gustara”). Resulta evidente que estos versos se mueven entre las certezas y mentiras del mundo y el amor, cañamazo en el que bordar historias de despecho, errores y recuerdos, al fin y al cabo, las muescas que deja la vida.

Pienso que más de un cantejondista de magín atrofiado debería de hojear esta obra seriamente, pues estamos ante un poeta que engarza a la perfección tradición y (post-) modernidad con un hilo de sencillez difícilmente alcanzable, ofreciendo vino nuevo en vetustos odres, que tal vez corran el riesgo de no continuar a la búsqueda necesaria de renovadas letras. A este respecto, el propio Manuel Machado decía que “el arte no es cosa de retórica ni aun de literatura, sino de personalidad”. Indudablemente Juan Antonio González Romano la tiene.

Por último me gustaría felicitar a la línea editorial Síltolá Poesía de la Fundación Ecoem por su delicadeza en el trato de esta colección. Bernard Berenson, uno de los últimos estetas norteamericanos, dijo que sólo merecía la pena leer poesía que estuviera bellamente impresa con amplios márgenes. Síltolá Poesía ha cumplido honrosamente con ese cometido, sirviendo en hermosa crátera los poemas de Señales de vida. Amigos, lean y canten.

4 comentarios:

Javier Sánchez Menéndez dijo...

Manolo, SILTOLÁ.

http://siltola.blogspot.com/

Manolo Haro dijo...

La premura y el entusiasmo por la editorial y el poeta me cegaron. Mil perdones y larga vida a ambos.

Anónimo dijo...

Manolo, gracias mil por la errata. Sin ella la reseña habría sido perfecta y eso, amigo mío, es imperdonable.

Juan Antonio González Romano dijo...

Muchas gracias, Manolo. Cuando uno se lanza al ruedo, gratifica enormemente leer cosas como esta. Un abrazo.